Hace unos
meses, el Papa Benedicto, en su
viaje oficial a Francia nos
sorprendió elogiando las virtudes
del estado laico “moderno” que ese
país representaba, como ejemplo de
libertad e igualdad entre las
diferentes religiones.
Por el contrario, días atrás nos
enteramos que la Conferencia
Episcopal Española, con los señores
Rouco y Cañizares a la cabeza, ha
convocado otra gran manifestación,
concentración o acto público para el
próximo 28 de diciembre (día de los
inocentes) en defensa de la familia
cristiana y contra las políticas del
Gobierno de España entorno a las
reformas de leyes como la del
aborto, la de la libertad religiosa
y no sé si habrá alguna otra que les
moleste. Y todo ello aún cuando en
la última reunión mantenida con el
Papa en el Vaticano (hace unas
semanas) éste les recomendó que la
Iglesia española no se inmiscuyera
en las políticas del gobierno,
Y los ciudadanos nos preguntamos
¿Por qué todas estas movilizaciones,
toda esta beligerancia de la iglesia
contra el gobierno? Pues simple y
llanamente por que no quieren perder
los privilegios que siempre han
tenido en España (sobre todo durante
los 40 años de dictadura, no tan
lejanos), no quieren perder su poder
de influir y mediatizar en las
políticas del Estado.
Por una parte le piden al gobierno
que sea de todos y para todos, pero
en materia religiosa se le exige e
intenta forzar que gobierne
únicamente para y por la Iglesia
Católica.
Nos presenta al Gobierno de España
como anticlerical y la libertad
religiosa como un intento de
persecución del gobierno contra la
iglesia, utilizando el término laico
como algo tenebroso, anticristinano
y persecutorio, Y ESTO NO ES ASI.
Efectivamente, un gobierno debe de
gobernar para todos y también debe
de ser así en materia religiosa. No
puede ni debe de haber religiones
privilegiadas frente a otras, porque
si así fuera estaríamos fomentando
desigualdades entre los ciudadanos
dependiendo de la religión que
profesaran. De ahí la pretendida
reforma de la ley de libertad
religiosa; por eso el gobierno debe
caminar hacia el laicismo, entendido
como neutralidad, no contra nadie
sino a favor de la libertad, la
tolerancia y la igualdad de todos
los ciudadanos.
La laicidad no es otra cosa que un
marco en el que los ciudadanos de
diferentes religiones, agnósticos y
ateos, podamos convivir y
entendernos sin privilegios de unos
sobre otros, sin que nos importe la
raza, la religión o creencias que
profesemos, el partido político al
que pertenezcamos o votemos, etc.;
eso es el laicismo un marco de
relación entre todos los ciudadanos
donde perseveremos en la tolerancia,
la igualdad, la libertad y sobre
todo en la convivencia, eso es un
estado laico.
Y en base a ese respeto a todos, a
esa convivencia y a dicha igualdad
de todos, el estado debe mantener su
neutralidad, que no es otra cosa que
su laicismo. Y como el estado debe
tomarse muy en serio la creencias de
sus ciudadanos, las diferentes
religiones o creencias que profesan,
no debe trasladar los signos de
estas a ningún ámbito público
(edificios, escuelas, etc.) en los
que deben convivir ciudadanos de
diferentes creencias, por respeto al
resto, por respeto a todos.
Que cada ciudadano pueda ejercer su
religión o profesar sus creencias
libremente, pero dentro del ámbito
al que pertenece que no es otro que
el privado o el religioso (iglesias,
mezquitas, sinagogas, etc).
Por respeto, por garantías, por
libertad y por la igualdad de todos,
debemos caminar decididamente hacia
un estado laico, “moderno” si les
parece mejor, pero laico.