Funerales laicos, por favor
Josemi
canariasnacion 23 de Agosto de 2008
No me es posible apartar la mente del trágico suceso del accidente aéreo. A medida que uno va poniendo nombre y rostro a los números, más difícil se hace distanciarse. Sigo pensando a todas horas en él –como me imagino que le sucede a muchísimos canarios y no canarios- y prácticamente devoro el considerable volumen de información –y datos que difícilmente merecen ese nombre- que continúa produciendo esta noticia. En medio de esta avalancha de declaraciones, reacciones, comentarios, etc. me ha llamado la atención algo que quizás a mucha gente –no sin razón- le pueda parecer secundario. Me refiero a la organización de un funeral religioso, católico por supuesto, en memoria de las víctimas, oficiado por el ínclito Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. En un sentido diferente, los evangelistas se han apresurado a reclamar un acto oficial –queriendo decir laico, aunque eso en el Estado español no está muy claro- o, en su defecto, pluriconfesional. Arguyen además la pertenencia de uno de los fallecidos a la confesión bautista y consideran la celebración católica un “menosprecio”. Por otra parte, José Miguel Pérez, presidente del Cabildo de Gran Canaria, ha avanzado la posibilidad de la celebración de un acto público, acordado con las víctimas, aunque según parece se apuesta por su carácter ecuménico. En mi opinión, todo lo que no sean actos laicos, donde la ciudadanía pueda condolerse y expresar su solidaridad, dejando cada cual de lado sus legítimas creencias religiosas, en caso de que las tuviera, constituye un despropósito. Es de suponer que entre las víctimas habría no sólo personas pertenecientes a diferentes confesiones sino también agnósticos y ateos por lo cual el único punto de encuentro que debe promover el Estado y sus instituciones debe ser el de la laicidad. ¿En qué lugar deja una celebración católica o ecuménica a las personas que no tienen/tenemos creencias religiosas? Cada familia podrá después en la intimidad organizar celebraciones religiosas si así lo desea, pero no se justifica en modo alguno que el Estado opte por los ritos de una determinada religión. Sería conceder nuevamente a la Iglesia católica un lugar de preeminencia injustificable, una injusticia incomprensible en medio de tanta tristeza y dolor.