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El último viaje del Gran Inquisidor Ratzinger

 

Antonio García Ninet 

 

En el viaje a Brasil, el señor Ratzinger, jefe de la Secta Católica, ordenó a los “obispos” que ocupan puestos estratégicos en Brasil que defendieran la familia, lo que, traducido a un lenguaje más claro, significa que atacasen cualquier forma de familia que fuera distinta a la que defiende su propia secta. También les ordenó que frenasen el avance de las sectas evangélicas, lo cual puede resultar difícilmente comprensible para quienes puedan pensar que el señor Ratzinger debería estar contento de que otras sectas similares a la suya -o quizá menos nefastas- se preocupasen por ampliar su cuota de mercado, teniendo en cuenta que el producto que ofrecen es muy similar, pues todas esas sectas tienen un mismo origen y un mensaje –un “y la diferencia esencial entre ellas es que la Católica está controlada por el Vaticano mientras que las otras secta no lo están. De manera que si la importancia de este viaje consistiera en el ofrecimiento de un producto realmente originas, entonces podría haber tenido sentido, pero en cuanto de lo que se trata es de quitar clientes a las otras sectas, el interés de este viaje es puramente de ampliación de mercado, de aumento de poder político y económico, que es a lo que siempre y en ultimo término se ha reducido la actividad política de la Secta Católica. Como diría Nietzsche, “voluntad de poder, y nada más”.

  

Les dijo a sus “obispos” que los pobres necesitan sentir la cercanía de la Iglesia en lugar de decirles que lo que necesitaban era poder comer un poco cada día y en lugar de comunicarles que la Secta disponía de fondos suficientes como para alimentar a todos los pobres de Brasil y a todos los pobres del mundo, pero no dijo eso por la sencilla razón de que eso no era rentable para la Secta, pues, si no hubiera pobres, ¿de qué iban a vivir ellos? Y justamente ahora que gobierna una persona que trata de ayudar a los pobres frente a la voracidad del capitalismo, habló de que "los pobres deben sentir a la Iglesia tanto en la ayuda a las necesidades más urgentes, como en la defensa de sus derechos y en la promoción común de una sociedad fundada en la justicia y en la paz".

   

También hablo de “proselitismo agresivo” refiriéndose con esta expresión al practicado por las otras sectas, pretendiendo de modo implícito pero igualmente evidente,  excluir a la Secta católica de esta categoría: de ser una secta más entre otras, sin querer reconocer que el hecho de que su secta sea más numerosa que otras no la excluye de esta categoría, pues tanto por su forma de actuar como por la propia definición de “secta”, casi todas o todas las organizaciones religiosas son simples sectas. Habló igualmente de los “asaltos del agnosticismo, el relativismo y el laicismo” dando a entender que su modo de entender el diálogo no consiste en la exposición racional de los argumentos existentes a favor de una u otra teoría sino en una serie de “asaltos”, de “enfrentamientos” de “cruzadas” en los que se impone quien más consiga presionar del modo que sea en la mente de los otros. El señor Ratzinger debe de saber perfectamente que agnosticismo, relativismo y laicismo van unidos a racionalismo, pero en lugar de atacar directamente la razón para defender la credulidad irracional, atacó esas otras posturas que suelen aparecer como consecuencia del uso de la razón.

   

Ratzinger pidió que no se cediese ante los cambios legislativos y tuvo el atrevimiento de decir que eran atacadas “impunemente” la santidad del matrimonio y de la familia. Y, como es costumbre en relación con esta secta, realizó tal afirmación de modo “impune” y de acuerdo con su cualidad de supremo “Inquisidor” de la Secta Católica, aunque sin los poderes de siglos atrás. Es decir, al afirmar que eran atacadas “impunemente” la santidad del matrimonio y de la familia, estaba afirmando de modo implícito, pero igualmente evidente, que las otras formas de entender el matrimonio y la familia merecían ser castigadas y no debían quedar “impunes” –sin castigo-.

   

Ahora bien, cuando se llega a este punto, en el que la libertad de expresión se utiliza para instigar, atacar y pretender castigar a quienes no piensan igual que uno mismo, se está utilizando dicha libertad de un modo intolerable y de un modo que sí es punible y con todo el derecho del mundo. Como ya dije en otro artículo, desde el momento en que el jefe de esta secta se atrevió a criticar la “impunidad” de quienes defienden una forma distinta de entender el matrimonio y la familia, mereció que por lo menos, custodiado por agentes de la policía brasileña, se le acompañase a su avión y se le enviase de regreso al Vaticano de donde no debió haber salido.

 

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