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La Teología no es Ciencia

Antonio García Ninet *

UCR 21 de Marzo de 2007

Algunos “teólogos” y en especial las altas jerarquías de la organización conocida como “Iglesia Católica” se atreven a afirmar que la Teología es una Ciencia. Pero afirmar no es lo mismo que demostrar, así que a fin de clarificar esta cuestión hay que comenzar definiendo qué es Ciencia y qué es Teología.

¿A qué se llama Ciencia? Dejando a un lado las “ciencias puras”, la Ciencia está constituida por aquel conjunto de proposiciones que surgen de la experiencia o se deducen de la aplicación del método experimental a dicha experiencia, y representan una aproximación progresiva a su conocimiento objetivo. Como ejemplos de tales ciencias podemos referirnos a la Física, la Química, la Biología, la Astronomía, la Medicina, etc. Fue Galileo quien estableció en el siglo XVII las bases fundamentales del método experimental con sus tres momentos fundamentales: la observación, la hipótesis y la experimentación. Toda ciencia experimental debe contener estos tres momentos, de manera que a partir de la observación de fenómenos cuya explicación se desee obtener, se pase a la elaboración de una hipótesis acerca de la condición o serie de condiciones a partir de las cuales dicho fenómeno se produce. Una vez elaborada dicha hipótesis, se tiene que regresar a la experiencia de modo directo o mediante un experimento para contrastar la hipótesis y comprobar si, cuando se reproducen las condiciones previstas en la hipótesis, aparece nuevamente lo anticipado en ella. Si así sucede, tal hipótesis pasa a ser considerada como ley científica.    

Por otra parte, de acuerdo con su “principio de demarcación” K. Popper (s. XX) consideró que sólo eran científicas aquéllas proposiciones respecto a las cuales existiera un procedimiento de contrastación empírica –o de “falsación”-, por el que pudieran ponerse a prueba mediante la experiencia, y precisamente por esto negó que la Metafísica –y la Teología como una de sus partes- pudiera ser ciencia, ya que por definición ningún supuesto fenómeno ultraempírico, es decir, no experimentable, podría ser objeto de investigación desde el método experimental.

¿A qué se llama “Teología” desde la secta católica? Etimológicamente el término “teología” significa “conocimiento racional de Dios”, pero esta definición lejos de aclarar el problema planteado, introduce el nuevo problema de definir el término “Dios” y si puede demostrarse la existencia de un ser que se corresponda con tal definición.

Con dicho término se hace referencia a un ser que reuniría, confundidas en su esencia, todas las cualidades positivas que pudieran pensarse. Tomás de Aquino, teólogo especialmente importante de la secta católica, lo define como “Ser subsistente”, como el ser cuya esencia coincide con su existencia y que, como ser perfecto, posee entre otros atributos implícitos la inmaterialidad, la omnipotencia, la omnisciencia, la bondad, el amor infinito, la providencia y el ser creador de todo.

Si pudiera demostrarse de algún modo la existencia de un ser que respondiera a estas características podríamos considerar entonces la posibilidad teórica de la Teología como Ciencia. Pero tal demostración es imposible, pues, en primer lugar,  el concepto de Dios hace referencia a una supuesta realidad que, por definición, no puede ser objeto de la observación empírica, ya que no sería material y, por definición,  sólo lo material es observable. Y, no habiendo observación, cualquier hipótesis que se elaborase sería una construcción de la imaginación sin base en la experiencia. Por lo mismo, tampoco se podrá pasar a la experimentación, pues no se puede experimentar acerca de hipótesis alguna que haga referencia a realidades no experimentables, como lo sería Dios si existiera.     

Algunos pensadores –Anselmo de Canterbury, Tomás de Aquino, Descartes- intentaron demostrar la existencia de Dios. Pero ya Tomás de Aquino criticó acertadamente el argumento de Anselmo de Canterbury, mientras que Guillermo de Ockam criticó con el mismo acierto los intentos de Tomás de Aquino, y en el siglo XVIII tanto Hume como Kant volvieron a criticar de nuevo los intentos de todos ellos, llegando a la conclusión de que la razón, sin la ayuda de la experiencia, era incapaz de avanzar un solo paso en el conocimiento de la realidad. Con la razón, apoyada en la fantasía, podemos imaginar todo lo imaginable (sirenas, centauros, ángeles, dioses, demonios y toda clase entes míticos). Pero una cosa es imaginar y otra muy distinta demostrar. Las vías o “demostraciones” de Tomás de Aquino -o las de Descartes- pretenden remontarse hasta Dios como explicación del universo –o del yo pensante-, pero de hecho se alejan de la Ciencia y del conocimiento en su dimensión más simple por diversos motivos, como son los siguientes:

a) aunque los filósofos griegos consideraron que el universo era eterno –pues de la nada, nada se hace-, el cristianismo parte del prejuicio de que el Universo requiere una justificación externa al propio Universo, lo cual está en contradicción con el postalo científico según el cual “la materia ni se crea ni se destruye”;

b) aunque es comprensible el asombro provocado por la contemplación del propio ser y de la realidad del Universo, el deseo de comprender no demuestra que vaya a encontrarse una solución a las preguntas que la realidad pueda sugerir. Apuntar a Dios como la solución definitiva es un modo fácil de deshacerse del problema, pero un modo nada riguroso, pues, si se recurre a Dios como “solución”, ¿cómo se solucionará el nuevo problema de por qué existe Dios?;

c) Los intentos de demostración de la existencia del dios católico no son contrastables mediante experiencia alguna, y, por ello, al pretender avanzar mediante el uso de la razón en el vacío, es decir, sin la ayuda de la experiencia, la pretensión de alcanzar tal conocimiento fracasa de modo inexorable. 

 

Pero este fracaso no sólo se produce porque no pueda demostrarse la existencia del Dios católico sino especialmente porque además dicho concepto es contradictorio, ya que hablar de Dios como un ser perfecto es hablar de un ser que lo tiene todo; pero a quien tiene todo, nada le falta, y, si nada le falta, nada desea, y, si nada desea, nada hace, y por lo tanto, nada crea; por ello, Dios no podría ser perfecto y creador al mismo tiempo. Es contradictorio también porque las cualidades de amor infinito y omnipotencia son incompatibles con el sufrimiento tan presente en la vida humana –y en especial en la de tantos miles de niños que cada día mueren de hambre- y en la de tantos seres vivos, sufrimiento que ese Dios no sólo no evita sino que incluso envía, pues todo procedería de ese Dios, quien desde la eternidad habría programado todo el devenir del universo hasta el más ínfimo detalle; es contradictorio igualmente porque el dogma católico acerca de la existencia del Infierno, como “lugar” de sufrimiento eterno al que, según los evangelios, la mayoría estaríamos destinados –“porque son muchos los llamados, mas pocos los escogidos”[1]- es incompatible con el dogma de la infinita misericordia divina; es contradictorio igualmente porque la doctrina católica de la omnipotencia divina es igualmente incompatible con la libertad y con la responsabilidad humanas, ya que –como explica Tomás de Aquino- Dios es la causa tanto de las acciones como de los deseos y de las decisiones humanas, pues todo estaría programado por él desde la eternidad y nada escaparía a la predeterminación derivada de su omnipotencia, por lo que ese supuesto Dios no sólo conocería aquello que uno decidiera realizar sino que él mismo habría causado sus deseos, sus decisiones y sus acciones físicas derivadas de aquellos deseos y de aquellas decisiones[2].

A partir del conocimiento de estas dificultades, en lz mayoría de las ocasiones se recurre de forma alternativa a tratar de fundamentar el valor de la Teología en las llamadas “verdades de fe”, las cuales serían indemostrables por definición. Complementariamente se afirma que tales “verdades de fe” tendrían carácter suprarracional, lo cual es una forma dogmática de prejuzgar que haya verdades de las que se ignora por qué lo son, pasando por alto que todo conocimiento debe llevar consigo su propia razón o justificación, por lo que nunca puede decirse de modo sensato que cierta proposición sea verdad y al mismo tiempo considerar que se trata de una verdad suprarracional (?) es decir, que no está al alcance de nadie saber por qué es verdad.

Por ello, cuando se habla de “verdades suprarracionales” parece sugerirse que haya otra fuente de conocimiento ajeno a la experiencia o a la razón. Se trataría del conocimiento de “verdades reveladas”, como las provenientes de la Biblia o del Papa hablando ex cathedra, relacionadas con dogmas o misterios y considerando al propio Dios como su inspirador. Pero esa “solución” sólo trasladaría el problema a la siguiente pregunta: ¿Cómo se sabe que sea verdad eso que dice un libro como la Biblia o lo que dice el Papa cuando dicen que habla “ex cathedra”?

Después de estas consideraciones, a la pregunta inicial acerca de si la Teología es una Ciencia, puede responderse que evidentemente no lo es en el sentido corriente de ciencia, aunque pueda considerarse que sí lo es en un sentido especial en cuanto al menos las “reflexiones teológicas” demuestran el carácter contradictorio de la Teología, dada la contradicción existente en su objeto de investigación.


[1] Mateo, 22,14.

[2] Tomás de Aquino: Summa contra Gentes, III, c. 89 y 90.

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* Antonio García Ninet es Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación                               

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