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Al papa Ratzinger le desagrada la pobreza
Eduardo Pérsico
Argenpress 22 de Mayo de 2007
En
la visita que el papa Ratzinger hiciera a Brasil en mayo del 2007, entre las
apariciones novedosas sobresalió una, inquietante y sustantiva; los llamados
‘Heraldos del Evangelio’ que quizá merecieran renglones autorizados del
espectáculo insólito. Estos Heraldos tan célibes como fanáticos de la
abstinencia sexual, según dicen, escoltaron al Santo Padre durante toda su
estadía y desfilaron vistiendo uniformes de color marrón, decorados con una
ostensible cruz sobre el pecho.
Los mismos se enorgullecen de sacrificar ‘ad infinitum’ la naturaleza
corporal y así quedar mejor preparados ‘para luchar contra las sectas evangélicas’.
Esa heroica decisión militante, digamos que para los ajenos a la interna del
catolicismo pero igual atentos a cualquier connotación autoritaria o fascista,
eso hoy atentaría contra la imagen de la institución Iglesia Católica Apostólica
y Romana. Y más aún cuando estos católicos militantes descalifican sin
autoridad, - ojo chicos, autoridad viene de autor, de cosa propia- a las demás
vocaciones religiosas existentes y otras multiplicadas últimamente.
Tal vez sería bueno mencionar a esas congregaciones que estos Heraldos
desprecian como ‘sectas’, cuáles serían esas en especial y si no era una
secta la concurrida por los esenios, con Jesús y sus amigos devenidos en apóstoles.
Porque estos iluminadores del camino recto que debemos transitar los seres
humanos, como todos los fundamentalistas comunes y corrientes, exhiben una
soberbia intelectual y un perfil de ignorancia feroz contra lo desconocido, como
les resulta la Fe Electrónica presente a toda hora en los televisores del
mundo. Aunque estos renovados Heraldos de la Fe, según su discurso, llegan
resueltos a ejercer la más dura acción directa contra cualquiera, como
pregonaron sus antecesores varios que entraron y salieron de escena sin
perpetuar, - históricamente hablando- nada memorable.
Como todo fanático, estos se consideran el referente principal de un universo
inmedible, en donde la tierra es una brizna de átomo, pero igual dale que va; y
en cuanto esa divertida movida secular aconteció dentro de Brasil, no pocos le
propician resonancia en el próximo carnaval cuando ellos, cruz en mano,
desfilen junto a otras comparsas y ‘escolas do zamba’ en el sambódromo de Río…
Así las cosas y los desafueros papales por inculcar la enseñanza religiosa en
la escuela estatal de Brasil, el presidente Lula secamente le quitó el aire
reafirmando la condición laica de su país, al tiempo que Frei Betto, fraile
domínico, teólogo de la liberación brasilera y varias veces preso político
en su país, apuntó a que la iglesia católica debería ser más universal,
empezando por aceptar que se ordenen en el clero hombres y mujeres casados, y
por qué desde ningún punto de vista, el Vaticano entiende que hace muchos años
no hay más dictadura en Brasil , un país que justamente se arroga la virtud de
ser uno de los más altamente pluralista en los cultural y religioso; y
pretender instalar en ese territorio los designios de unos cruzados medievales
no era lo más oportuno.
Igualmente, no fue sólo la comitiva del Papa la que ocasionara el inusitado
fracaso de la misión vaticana en Brasil y en la Conferencia Episcopal
Latinoamericana y del Caribe, sino la errónea visión que el mismo Papa, el
alemán Ratzinger, demostrara conocer de cuanto acontece hoy dentro de América
Latina. Sus apreciaciones sobre la evangelización en América fueron tan
obtusas que tuvieron la pronta réplica de las nacionalidades indígenas del
'Continente de Abya Yala, (América)': 'rechazamos enérgicamente las
declaraciones del Sumo Pontífice en lo que se refiere a nuestra espiritualidad
ancestral y a algunos Presidentes Latinoamericanos y del Caribe, en un
continente donde se acrecienta la diferencia entre pobres y ricos', y más
adelante le remarcan 'el Papa desconoce que los representantes de la Iglesia Católica
de ese tiempo, con honrosas excepciones, fueron cómplices, encubridores y
beneficiarios de uno de los genocidios más horrorosos que la humanidad. Más de
70 millones de muertos en campos de concentración de minas, mitas y obrajes;
naciones y pueblos enteros fueron arrasados, bajo el presupuesto filosófico y
teológico que nuestros ancestros 'no tenían alma'.
Fueron muchas las definiciones que mostraron al máximo exponente del
catolicismo como si tocara de oído: en un mapa hoy más agitado política y
económicamente de cuánto entienden los curas de por aquí, con obvios
destinatarios el Papa arremetió contra el peligro que eran los gobiernos
autoritarios en la región, más al marxismo y al capitalismo que acusó de
“falsificar el concepto de la realidad y la amputación de la realidad
fundamental y decisiva, que es Dios”. Naturalmente, que sin la ayuda de un
hermeneuta, - esos tipos que descifran los textos sagrados como si nada- sería
muy temerario desentrañar semejante andanada verbal, previa eso sí, a que
Ratzinger enarbolara “solamente quien reconoce a Dios conoce la realidad y
responde a ella de modo adecuado y realmente humano”. Un trabalenguas tan
peregrino como el conjugar al capitalismo y al marxismo como dos concepciones
herejes y materialistas capaces de “falsificar el concepto de la realidad”.
Un renglón bastante ‘sartriano’ y si no lo es, igual inentendible para una
persona común, digamos como yo y mis amigos, parecidos a mí. Aunque tal cual
sucede en estos eventos nutridos de personalidades, el propósito sea palabrear
diciendo lo menos posible y a esa intríngulis le apuntaron los estadísticos
que midieron las presencias reales en cada lugar que visitara el SantoPadre, y
el resultado del conteo no fue el esperado por los organizadores: luego de
cuanto expresara el Papa en sus discursos, a su aparición final sólo fue un
tercio del gentío esperado.
Sin abundar más, de verdad certeras fueron las opiniones de Joao Stédile, un líder
del Movimiento Sin Tierra en Brasil, quien no dudó en decir que el papa
Ratzinger llegó a la Conferencia del Episcopado a extender un certificado de
defunción a la ‘iglesia de los pobres’, tan publicitada desde el Concilio
Vaticano II, y a liquidar de una vez aquella posición de preferir a los más
necesitados y ayudarlos en una sociedad injusta y mal repartida. Hoy la
dirigencia del catolicismo despliega las teorías y actitudes del
fundamentalismo más cerril, y entre esas iniciativas mal fundamentadas el
retorno a dar las misas en latín es hacer de ellas de nuevo algo selecto, para
iniciados, y de paso anunciarle al pobrerío, ‘señores, hasta aquí
llegamos’… Según Stédile, entre varias razones objetivas obedecen a que
“Ratzinger es blanco, alemán y un intelectual europeo que no tiene la mínima
cultura que lo relacione con América Latina. Y la diferencia consiste en que
nosotros comprendemos las dificultades que él tiene para entender a los
problemas del pueblo latinoamericano”.
Una benevolencia más que no sólo este dirigente campesino sino la prensa en
general le demostró al Papa que no pocas veces se salió del cauce – o le
saltó la cadena- al jugarse sin red con delicadas afirmaciones doctrinales,
referidas casi siempre a las uniones entre homosexuales, el concepto de familia
según él y una teatral fijación contra el aborto. Un tópico donde argumenta
sin contemplar ningún perfil social o humano, o que mereciera un debate
integral sobre esa consecuencia natural que los católicos cínicamente
califican como perversa, quizá porque más la sufren las mujeres del pobrerío.
En este sensible tema el Vaticano, livianamente, despacha al por mayor sus
arengas y denostaciones de púlpito sin aceptar un tratamiento serio del
problema, con un debate estadístico, civilizado y científico que subsane las
causas y hable menos de las consecuencias. Porque claro, atacar el efecto sin
mencionar la causa es un antiguo recurso dialéctico del Poder, y durante siglos
los intereses de la iglesia católica y sus representes del Vaticano vienen
navegando con soltura y viento a favor dentro de esa corriente, sin que jamás
sus jerarquías analicen críticamente a la realidad económica y política que
hundiera en las hambrunas a gigantescos sectores de la humanidad.
La última experiencia del imperialismo neoliberal donde también participan
seriamente los organismos económicos de la institución Iglesia Católica, leáse
petróleo, siguen dejando consecuencias siniestras. Pero repitiendo los libretos
tradicionales, la solución de esos males para la doctrina religiosa consiste en
arengar, pontificar y recitar catecismos a favor de los necesitados. Apenas eso,
algo tan evidente y notorio que no sólo descubren los “intelectuales alejados
de Dios”, - leímos por ahí- sino cualquier observador atento de la realidad
cotidiana. Entonces sin temores y ante una realidad hoy inmanejable con
discursos, amenazas de Los Heraldos de la Fé, excomuniones y castigos
seculares, el Vaticano estableció con claridad en Brasil que ante ‘‘la
ausencia de Dios” ellos han optado por desandar el escaso camino que
recorriera el Concilio II, asumiendo sin complejos ser formal y metódicamente
‘la iglesia de los poderosos’. Y retornar así a la Edad Media, aquello que
tácitamente propusiera monseñor Lefebvre, el arzobispo francés que
despreciara las reformas conciliares. Un sinceramiento que tal vez les lleve
algo más de tiempo, ese imbatible enigma que no transcurre para los jerarcas
religiosos de estos días.