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Malversación de fondos: Iglesia y Estado

Antonio García Ninet *

 

El señor Ratzinger, jefe supremo de la Secta Vaticana, con la excusa de que Amnistía Internacional defiende el derecho al aborto en determinadas condiciones, ha pedido a los católicos que no concedan ayudas a esta institución

¿Qué habría que hacer con los fondos públicos que el Estado español dedica a subvencionar a la Secta Católica, una institución que no sólo no respeta los derechos humanos sino que ni siquiera acepta la democracia?

Es vergonzoso que el Estado español siga concediendo esta ayuda, a pesar de saber que la Secta Vaticana comete un gravísimo delito de malversación de fondos desde el momento en que dedica un alto porcentaje de la “limosna” que recibe a engrandecer su patrimonio como un fin en sí mismo, en lugar de destinarlo a salvar las vidas de quienes cada día mueren de hambre.

Pues, desde luego, con su bienaventuranza dedicada a los pobres no creo que Jesús quisiera decir que hubiese que contribuir al incremento del número de pobres para que así hubiese más “bienaventurados” –aunque su mensaje no deja de ser paradójico, pues, si se ensalza a los pobres, parece que haya que dejarlos en su situación en cuanto sea ella la que les hace bienaventurados y por ello la Secta Católica, deseando contribuir a que la famosa "bienaventuranza" dedicada a los pobres se cumpla algún día, se sacrifica cargando humildemente con la repugnante riqueza de los demás -al igual que Jesús cargó con los pecados del mundo (según dicen)-, y así los mantienen puros en medio de una pobreza impoluta, a fin de que tengan garantizada la "bienaventuranza" eterna por  ser pobres y por morir en medio de la miseria y del hambre más absolutos.

No obstante y a pesar de estas trascendentes intenciones de la Secta Católica, hay que exigir a nuestros gobernantes que no sigan cediendo cobardemente a ese chantaje.

Ceder a él significa consentir y ser cómplice de un robo efectuado contra los ciudadanos españoles, de quienes procede ese dinero, y contra los pobres, a quienes debería ir destinado. La Secta Católica acepta e incluso exige esa “limosna” con hipocresía y plenamente consciente de que el dinero que recibe es el producto de una malversación de fondos, pues sabe que esos miles de millones de euros proceden del pueblo español y sabe que aceptar ese dinero es tan indigno como aceptar dinero robado, pues el dinero que recibe la Secta Vaticana procede de todos los españoles, de cuyos impuestos se ha detraído para una finalidad que a nadie se ha consultado, siendo cedido a la Secta sin nuestro consentimiento.

A la malversación de fondos de los sucesivos gobiernos de España y a la complicidad de la Secta Católica en ese robo, se une a continuación la malversación de fondos de la propia Secta Católica en cuanto ni siquiera utiliza esos recursos económicos para distribuirlos entre los pobres sino para el engrandecimiento de su propia economía, para la construcción o ampliación de sus palacios, para sus lujos personales, para la compra de mobiliario de lujo, anillos, cálices y custodias de oro, obras de arte de gran valor económico, gastos diversos para adornar sus iglesias a fin de que sirvan para hacer creíbles sus doctrinas por ese medio irracional, en cuanto desde la racionalidad son, desde luego, increíbles.    

¿No es absurdo que el Estado español regale a la Secta Vaticana ese dinero, a pesar de que en nuestro país sigue existiendo una bolsa de pobreza nada desdeñable? ¿No es una desvergüenza que, mientras hay personas que están cobrando una jubilación que no llega a los 400 euros mensuales se destine toda esa barbaridad de millones a “ayudar” a la jerarquía de una Secta Religiosa, cuya renta per capita es infinitamente superior a la de cualquier país del mundo? ¿No es el colmo de la desvergüenza que a continuación de todo esto la Secta se dedique ahora a cobrar por visitar las catedrales que se han construido con el esfuerzo y el dinero de los españoles?

Y, si esto está pasando con el PSOE en el gobierno, ¿qué pasará cuando entren a gobernar los secuaces de la Secta Vaticana.

Quien quiera preguntarse por qué se siguen concediendo a la Secta católica esas “ayudas” millonarias se le puede explicar que los gobiernos se sienten chantajeados por esa Secta hasta el punto de que por evitar su intervención, erosionando al gobierno de turno, éste se doblega a sus exigencias después de una negociación en la que las jerarquías sectarias amenazan con “manifestaciones”, con “objeciones de conciencia” o con “excomuniones” a quienes no actúen de acuerdo con sus consignas.

A la Secta católica no le importa la defensa de unos u otros principios morales. Lo que le importa es poder utilizarlos como armas mediante las cuales adoctrinar a sus “fieles” y así poder comunicarles sus consignas cuando le parezca oportuno a fin de conseguir sus auténticos intereses.

Una pequeña prueba de ello es la escandalosa diferencia existente por lo que se refiere a la tibieza de sus denuncias contra el capitalismo voraz  frente a la dureza con que ataca un tema tan intrascendente como la ley del divorcio y otras similares -que a nadie obligan a nada sino sólo le permiten-. En definitiva, hablar de la miseria y del hambre no le resulta rentable y, por ello, apenas hace mención de ellas en alguna ocasión a fin de evitar las críticas por su despreocupación, mientras que servirse de su oposición doctrinal al divorcio sí le sirve para presionar a los gobiernos no porque le importe el divorcio en sí mismo sino porque esa doctrina le sirve de arma para poder atacar a los gobiernos que no ceden al chantaje económico exigido por la Secta Católica  a cambio de su silencio sobre asuntos que pertenecen exclusivamente a la conciencia de cada uno. ¿Qué pasa con la guerra de Irak? La Secta y su jefe, el señor Ratzinger, sabían que por “principios” tenía que oponerse a ella, y, efectivamente así lo hicieron en un primer momento y en alguna reciente ocasión, pero de un modo tan delicado y suave que muy pocos se han enterado de qué postura defienden. ¿No deberían estar denunciando todos los días esa guerra tan absurda? Lo que sucede es que la actitud de denuncia no les resulta nada rentable desde el punto de vista económico cuando se trata de un asunto relacionado con el gobierno de los Estados Unidos, al que considera más prudente respetar que denunciar. Hipocresía y ambición de poder, eso es la explicación.     

 

 

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* Antonio García Ninet es Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación

 

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