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¿La Iglesia católica vs ciudadanía?

José Manuel Barreal San Martín *

La Nueva España 14 de Septiembre de 2007

 

                              «
Sólo rechazan la Educación para la Ciudadanía los enemigos de la democracia».
                       Gregorio Peces-Barba (La Nueva España, 11-9-2007).


No sé si lo dicho por el ex rector de la Universidad Carlos III es exagerado, pero lo que sí me parece obvio es que la jerarquía de la Iglesia católica no está por la labor de separar lo que es ser feligrés y lo que significa ciudadano. Y «la derecha premoderna, preilustrada y precivilizada» (Fdez. Liria Carlos, 2007) corea y apoya la «rebelión» de sus eminencias.

Vienen lo anterior y la pregunta que encabeza el artículo a raíz de la no acabada polémica sobre la asignatura Educación para la Ciudadanía suscitada por la Iglesia católica -de España- y por diferentes sectores de la derecha española. Así, un obispo ha denunciado la aceptación de la asignatura Educación para la Ciudadanía como forma de directa colaboración con «el mal» y ha sostenido que su establecimiento es más constrictivo de lo que lo fueron las clases de religión del franquismo.

La Iglesia católica, por boca de los obispos, parece pensar que, controlando la educación de los niños y de las niñas, les serán más fieles en su vida adulta. Esta Iglesia católica española está obsesionada con el sistema educativo. De ahí la penúltima ofensiva de la conferencia episcopal, que pretende seguir controlando la educación religiosa oponiéndose falaz e hipócritamente a que desde los centros educativos se prepare al alumnado para ser «buenos ciudadanos en una vida buena».

Por mucho que intento leer, con cierta objetividad, lo que dicen los que se oponen a la asignatura, más me parece que están queriendo no perder aquello de lo que de un modo mendaz acusan a otros, es decir, la adoctrinación de las mentes más infantiles y jóvenes; más me parece que sienten cómo su poder, que en otro tiempo histórico tuvieron, se les va apagando.

No es la primera vez que la Iglesia católica pretende influir e incluso marcar la política educativa en España: seguidismo y apoyo a los cuarenta años de dictadura franquista, con todo lo que ello conlleva, hasta la actual guerra particular que tiene programada con la mencionada asignatura. Lo único cierto de esta postura eclesiástica es no perder el control ideológico, a través de la religión, de la formación moral de los estudiantes, tanto en los centros privados (que ya tienen) como en los públicos. Y lo hacen pregonando una nueva Cruzada en la que «un nuevo Satán atenta contra la vida eterna de los españoles mediante la modesta materia escolarÉ, que sólo ocupará un día a la semana durante tres añosÉ». ( Hidalgo Alberto, 2007).

Son los últimos coletazos de una Iglesia católica, al menos de los sectores más reaccionarios de la misma, que sólo se opone y se moviliza en contra de los derechos de los homosexuales, de los derechos de las mujeres y de todo lo que les huela a Derecho. Esta ofensiva eclesiástica, en mi opinión, obedece a su ansia de supervivencia en una sociedad en la que ven disminuir las prácticas religiosas y la falta de «vocaciones» eclesiales.

Cada vez que la sociedad tiene un problema (drogas, violencia, racismo, etcétera), vuelve la vista hacia la escuela para que desde ella se aporten posibles soluciones. Se piensa en la escuela como el marco necesario -que no el único- para, junto con las familias, seguir en la formación de los y las jóvenes en aspectos como la educación en valores éticos, en valores cívicos, en normas de convivencia, en definitiva, en derechos humanos y en actitudes sobre derechos y deberes de la ciudadanía. Pues, hete aquí, que -con mejor o peor fortuna- algunos de estos temas se plantean en la nueva asignatura. Y, sin embargo, los obispos de la Iglesia católica y española, por el contrario, se dicen y postulan como los únicos valedores de una ética universal desde la posición de su particular moral católica.

Olvidan sus eminencias que en España ya llevamos treinta años en que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial -al menos en teoría- son independientes. Claro que ese olvido viene reforzado por el consentimiento y la falta de firmeza de los gobiernos socialistas con la Iglesia católica, además de por la oposición de «boca pequeña» de la otra izquierda política.

No me gusta el currículo de mínimos de la asignatura, y menos ahora, menguado por la falta de valentía del Gobierno actual y su claudicación con respecto a una beligerante y aburrida Iglesia católica. Es muy preocupante la reducción a 35 horas, y me parece patético que se haya concedido, por mor de una supuesta «libertad de cátedra», que los colegios religiosos, pagados con el dinero de creyentes y no creyentes, puedan adaptar el currículo a su ideario de centro. Aún así, no hallo en los contenidos algo que me pueda hacer ver que efectivamente es una asignatura que «adoctrina en el socialismo», que «destruye la familia» o que está confabulada demoniacamente con homosexuales, feministas y un laicismo excluyente. Y no me parece nada mal que los y las estudiantes estudien y debatan sobre lo que es la democracia, sus libertades y responsabilidades, aunque posteriormente puedan decepcionarse al apreciar que una cosa son los libros y otra la realidad que se marca desde ciertos poderes. Para ello no hace falta que empollen la Constitución de memoria, como algunos tuvimos que aprender un anodino catecismo o unos principios fundamentales del movimiento.

Estoy seguro de que el profesorado actual de la escuela pública no adoctrinará a sus alumnas y alumnos en la Educación para la Ciudadanía. De lo que ya no estoy tan seguro es de que eso ocurra con la «adaptación» de la asignatura al ideario de centro.

Habrá que seguir actuando y contraponiendo mayores resistencias, denunciando las razones de los que defendemos una enseñanza crítica, laica, científica, no segregadora y que prepare para la vida. Es decir, una real educación ciudadana.

Permítaseme finalizar con una cita de Enmanuel Kant (filósofo alemán), que en el siglo XIX dejó dicho que «É es que no se debe educar a los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana».


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* José Manuel Barreal San Martín es miembro del Foro por la Escuela Pública del Valle del Nalón.

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