Correo  

Alameda, 5. 2º Izda. Madrid   28014 Teléfono:  91 420 13 88 Fax: 91 420 20 04     

 

El derecho a la educación

José Bada *

El Periódico de Aragón 28 de Agosto de 2007

 Unos padres que hacen dejación del deber de educar a sus hijos o que aspiran sólo a educarlos por delegación en la escuela, se desautorizan moralmente para reivindicar un derecho constitucional

El derecho de los hijos a la educación lo tienen primero ante los padres, que tienen el deber de criarlos y de mantenerlos hasta que puedan valerse por sí mismos como personas autónomas, libres y responsables. En la polémica desatada en torno a la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía se habla demasiado del derecho de los padres y poco de su responsabilidad. Pero la paternidad humana no es humana ni responsable si, una vez echados al mundo sin haberlo pedido, los padres abandonan la educación de sus hijos y se limitan a alimentarlos y vestirlos a pedir de boca.

Muchos pasan del tema en absoluto, no nos engañemos, y de igual manera que sientan a sus bebés delante de la tele para entretenerlos los meterán después en la escuela y se acabó. Otros, en cambio, objetan en conciencia contra el Estado en defensa del derecho que les asiste. Pero unos padres que hacen dejación del deber de educar a sus hijos o que aspiran sólo a educarlos por delegación en la escuela, se desautorizan moralmente para reivindicar un derecho que les reconoce la Constitución.

 

VIENDO CÓMO se desarrolla esta polémica en España, cualquiera diría que no son los padres la otra parte en litigio frente al Estado sino la Iglesia; es decir, los obispos, y que son éstos los que movilizan a sus fieles en una cruzada por la educación de los hijos. Como si los obispos supieran mejor que los padres lo que concierne a la educación de los hijos y los padres así lo creyeran, como si esta creencia fuera parte esencial de la conciencia cristiana. La falta de responsabilidad de los padres --y de carisma, como si no lo tuvieran para educar a sus propios hijos-- transforma su obligación en el derecho que les asiste para que sus hijos reciban la educación de acuerdo con sus convicciones, las paternas, y, siendo éstas las que tiene la Iglesia a pies juntillas, en una reivindicación de la Iglesia frente al Estado laico. Aquí está la madre del cordero, y aún el rebaño entero con sus consecuencias. No en el laicismo del Estado, sino en el clericalismo de la Iglesia y en la falta de madurez de los fieles. Menos mal que hay excepciones y los demás, como la FERE, también son iglesia.

Otro aspecto llamativo de la polémica es la preocupación por los textos y contenidos de la enseñanza. Como si no pudiera entrar en clase lo que está en la calle y salir en los libros lo que sale en televisión. Como si fuera posible educar para convivir en un mundo libre en régimen de internado y criar a los hijos en un invernadero.

 

COMO SI fuera posible y deseable alejarles del mundo en el que viven, censurar la información que reciben y prevenirles desde la distancia. "Dicen que el mundo es un jardín ameno y que áspides oculta ese jardín", como en los versos del P. Coloma.

Pero la ignorancia de la realidad tal como es y no sólo como creemos que debería ser --y en especial de los hombres tal como son, piensan, sienten y se comportan-- no es un presupuesto para educar a los que han de vivir en nuestro mundo. Al contrario. Además orientarse en la vida con los pies en tierra no significa arrugarse ante los hechos, la moda o la costumbre. E incluso para cambiar lo que haya que cambiar --o para comenzar, que para eso nacemos y no para seguir-- hay que conocerlo.

Los conocimientos son los mismos para todos y se transmiten en la enseñanza. El que aprende matemáticas es un buen matemático y cualquiera puede aprenderlas sin objeción de conciencia. Todos los conocimientos pueden enseñarse y aprenderse, pero ningún hombre es mejor que otro porque los aprenda. Contenidos de conocimiento son también las técnicas y los oficios, saber hacer algo y no sólo saber cómo se hace se puede aprender y el que lo aprende es un experto en la materia. Pero un buen profesional no es aún un hombre bueno.

Tampoco lo es un profesor de ética aunque la sepa y la enseñe, ni el primero de clase en esa asignatura. En sentido moral sólo es bueno el que sabe vivir como debe, no el que sabe cómo se debe vivir. Y por tanto sólo es bueno, como hombre y como ciudadano, el que vive como es debido. Esa sabiduría de la vida y en la vida misma, esa praxis que nos hace buenos, se puede aprender en la escuela: no de los libros, sino de los maestros. Lo mismo que en casa de los padres buenos. Pero he aquí que nos preocupan más los buenos libros que los maestros buenos, y la mera transmisión de conocimientos bastante más que la educación para la vida y la convivencia.

-----------------------

* José Bada es Filósofo


 

   Página de inicio 

Webstats4U - Web site estadísticas gratuito El contador para sitios web particulares