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El Periódico 29 de Junio de 2007
Sabíamos que teníamos que convivir con el Mal, así, escrito en mayúsculas. El Mal no existe por sí mismo. El Mal necesita de la voluntad de manifestarse. Y para manifestarse nada mejor que el ser humano. Los animales no son los portadores del Mal. Ni siquiera la Providencia. Los males que nos llegan de la naturaleza son, en el peor de los casos, simples distracciones de Dios. El Mal se encarna en los hombres y se extiende por la Tierra.
Un obispo, monseñor Cañizares, ha vuelto a expresar el origen del Mal.
El Mal está en el Gobierno. Y, como le corresponde a cualquier pastor de la
Iglesia, hay que combatirlo. No voy a pecar de vanidad creyendo que soy el
portador del Bien. Tanto monseñor como yo, como usted, lector, debemos haber
sido en algún momento portadores del Mal. Y este Gobierno, y el anterior y el
anterior del anterior. A veces el acto de mandar lleva a extralimitarse en el
combate del Mal. Quemar a los herejes, declarar que una guerra civil es una
Santa Cruzada, fusilar a los curas por el mero hecho de serlo, sostener el palio
sobre los dictadores. Todo eso son manifestaciones litúrgicas del Mal en nombre
del combate contra el Mal. Pura paradoja que monseñor Cañizares y sus
huestes no quieren entender. Porque están convencidos que suya es la verdad y
el error está en la Humanidad.
El Mal ahora es una asignatura llamada Educación para la Ciudadanía. En el
fondo estamos ante una lucha por el mercado. Todavía consideran que la palabra educación
es patrimonio de la Iglesia y cualquier advenedizo como puede ser un gobierno
laico es competencia desleal. Ningún gobierno sabe a ciencia cierta lo que es
el Bien. Simplemente proporciona a su gente los elementos para que sean libres
de escoger. Pero el Mal, ¡ah, el Mal!, ese sí que tiene sus detectores. El Mal
es todo aquello que algunos monseñores deciden que es malo. En ese debate no
hay mucho pensamiento. La sociedad laica deja hacer. La jerarquía de ciertos
monseñores necesita inventar cada día un nuevo diablo. Antes se quemaban
libros. Hoy, a los demócratas, se nos considera simplemente agentes del Mal. ¿Cómo
voy a vivir de ahora en adelante con esta responsabilidad? Creía hacer el bien
y soy hermano de Satanás.