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¡El jefe del la Secta Católica viaja a Brasil!

Antonio García Ninet  10 de Mayo de 2007 

En diversos medios de comunicación aparece como una noticia importante la de la visita a Brasil del jefe de una secta religiosa. No sé en qué estriba la importancia de este viaje, a no ser que haya acudido a comunicar la inminente llegada celestial de un envío del maná suficiente para eliminar la pobreza del país, en cuyo caso la noticia sería realmente digna de ser reflejada.

A pesar de que no sea éste el motivo, según las informaciones recibidas al parecer la visita del jefe de la Secta Católica a Brasil debe de ser tan importante y trascendental que, para realizarla, el jefe de la Secta Católica ha pedido “la intercesión de la Virgen”. Pero la verdad es que no entiendo cuál es el motivo de esta petición. Yo creía que, según la Secta Católica, quien mandaba  sobre estos asuntos era “su Dios”. ¿A qué viene entonces pedir la intercesión de otra persona y precisamente de una virgen? ¿No es bastante con el permiso “divino”? Además, como todos saben, si lo que uno pide a ese Dios es bueno, entonces lo hará, pero no porque alguien se lo pida sino precisamente por el hecho de ser bueno. Mientras que si lo que se pide no es bueno, entonces lo mejor es no tentar a ese “Dios”, ni siquiera mediante la intercesión de una virgen –que, por otra parte, no sé que tendrá de especial que no tengan las otras mujeres, al margen de lo mucho o de lo poco que haya disfrutado de los placeres inocentes de la carne y del deber de poner los medios para cumplir con el precepto divino de la multiplicación de la especie-.

Por otra parte, de pequeño me adoctrinaron en las creencias de la Secta Católica y, como consecuencia, llegué a la convicción de que, al margen de que Dios quisiera hacerme la gracia de la eterna salvación, yo debía colaborar con mi esfuerzo personal para hacerme acreedor tanto a una como a la otra. Sin embargo, un hecho en apariencia tan irrelevante como lo es el viaje del jefe de la Secta a Brasil me ha llevado a descubrir que los mismos jerarcas de la Secta Católica no ven el negocio de la salvación eterna como entonces yo creí entender. Pues, si de lo que se trata es de llegar a una mayor perfección moral que dignifique a la persona, no entiendo que ésta vaya a aumentar por el simple hecho anecdótico de la visita del jefe. Si alguien pretendiera lo contrario, estaría defendiendo un determinismo “clerológico” en el sentido de considerar que el aumento o la disminución de la perfección moral de un pueblo vendría determinada o estaría más o menos condicionada por la serie de visitas que recibiera de sus dirigentes. Pero si este determinismo no es aceptable, en tal caso quizás el motivo de esta visita no sea el de contribuir a la perfección moral de los brasileños. ¿Cuál será el motivo?

Según las informaciones, parece que el jefe de la Secta Católica acude a Brasil para denunciar la pobreza y la desigualdad en que vive la población. Pero tampoco esta respuesta parece muy convincente, pues sería el colmo del cinismo que un millonario acudiese a un país lleno de miseria y que en lugar de dedicarse a repartir ayuda entre los pobres se dedicase a comentar lo triste que es la pobreza, la desigualdad y la miseria que él mismo está provocando con el ejemplo de sus propias riquezas y con su trato tan excepcionalmente afectuoso y distinguido hacia los poderosos y hacia los capitalistas de la Tierra. Así que tampoco parece creíble que ése sea el motivo de la visita del jefe de la Secta Católica a Brasil. ¿Cuál será el motivo?

Se dice también que el jefe de la Secta Católica ha ido a Brasil para criticar a las otras sectas. Pero eso sería competencia desleal. Por una parte, existiría en el lenguaje empleado una discriminación injusta al considerar que sólo los otros son sectas mientras que lo propio no es una secta sino la “auténtica religión”, como si hubiera alguna auténtica y como si no fueran todas iguales en cuanto a su valor y diferenciadas sólo por su antigüedad y por el número de socios. Aclarado este punto, ¿por qué pensar que unas sectas sean buenas o no? En una sociedad globalizada, en un mercado libre, todos tienen derecho a intentar vender sus productos, siempre que al menos reúnan un mínimo de calidad y no resulten perjudiciales para la salud. ¿Acaso hay sectas mejores o peores que otras? Las hay más antiguas, como la Católica, pero hay otras quizá más dinámicas en estos momentos y que ofrecen sus productos a precios más competitivos, igual que sucede con las diversas compañías telefónicas.

La verdad es que la Secta Católica resulta bastante cara, teniendo en cuenta que no posee suficiente cobertura como para establecer línea directa con “su Dios”, sino que casi siempre hay que establecerla mediante locutorios intermediarios, como los de las iglesias de cada pueblo. Y, si se quiere una línea de mayor garantía, hay que acudir a Lourdes, a Fátima, a Guadalupe o finalmente a la misma basílica de “San Pedro” en el Vaticano, donde se encuentra la central de la Secta Católica. Sin embargo, muchas de las otras sectas ofrecen línea directa con Dios hasta el punto de que para comunicarle tus pecados y arrepentimiento no necesitas de ninguna centralita como las de hace cincuenta años, que en la Secta Católica siguen existiendo en sus confesionarios anticuados con intermediario personal incluido, en lugar de tenerlo todo más informatizado –tales pecados, tantas veces, tal cantidad de arrepentimiento, tal penitencia, y asunto arreglado-, aunque además tienen el inconveniente de un horario muy reducido, pues la mayor parte del tiempo permanecen cerrados, tanto los confesionarios como las mismas iglesias que, en cuanto supuestas “casas de Dios”, es incomprensible que no permanezcan abiertas las 24 horas del día. ¡Qué paradoja más extraña: las casas de Dios cerradas o vacías la mayor parte del tiempo mientras y la gente de estas sectas acudiendo a recibir exaltados por el fervor místico a un señor vestidito de blanco, con mayor admiración incluso que la que mostrarían ante la visita de Marilin Monroe! ¡Qué animal más complicado es el ser humano!

En cualquier caso, si la Secta Católica desea realizar una nueva campaña de promoción de sus productos, me parece que debería hablar de sus ventajas de un modo claro y sin engaños. Y, si desea criticar a las otras, debería hacerlo de forma respetuosa, y sin recurrir a publicidad engañosa. Incluso podría invitar a algún agente comercial de la Secta Evangélica o de cualquier otra para hacer un concurso y comprobar cuál de ellas era capaz de realizar más milagros por hora, o cuál de ella era capaz de terminar con el problema de la pobreza en lugar de conformarse con hablar, hablar y hablar con “resignación cristiana”, mientras continuaban vaciando los bolsillos de la gente para seguir llenando los suyos. ¿Será ese el motivo del viaje del Jefe de la Secta Católica”?

También se dice que el jefe de la Secta Católica va a predicar en contra de la “secularización hedonista”. Pero la verdad es que me parece sarcástico y difícil de creer que el cinismo de ese señor haya llegado a ese punto de depravación que, dedicándose a expoliar las riquezas de los lugares por donde pasa y pisa, y siendo la especialista en sus comidas sibaríticas -“bocata di cardinale”- y con tantos escándalos relacionados con la pederastia de muchos de sus clérigos, ahora en lugar de predicar con el ejemplo, se atreva a decir a los demás cómo tienen que vivir.

Me parece bien que se critique todo tipo de lujos innecesarios que representan un desprecio hacia quienes no tienen ni un mendrugo para comer, pero el colmo del cinismo y de la hipocresía es que precisamente una persona que tiene varios palacios y vive mejor que un “canónigo”, vaya a predicar contra el hedonismo. ¿De qué clase de hedonismo disfrutan todos esos millones de personas que no consiguen salir de la pobreza? ¿Por qué el jefe de esa secta no comienza predicando con el ejemplo, vendiendo sus tesoros y repartiéndolos entre los pobres, como aconsejó aquél a quien dicen seguir? Además, no sé a qué viene esa manía -teórica, que no práctica- contra el hedonismo. ¿Acaso es malo es placer? Si lo fuera, en tal caso no sería placentero. Si a los pobres de la Tierra va uno a predicarles en contra del placer, habría que enviarle al psiquiatra o, en el mejor de los casos, enviarle a paseo para que reflexione un poco acerca de las tonterías que dice. Si el jefe de la Secta Católica, en lugar de ir a dar de comer a los pobres, va a decirles que procuren alejarse del hedonismo, que es malo disfrutar de los placeres de la vida, se merece que cuanto antes lo suban de nuevo a su avión y lo envíen de regreso a “su palacio” para que haga un examen de conciencia acerca de las estupideces que dice.

Vivimos en un mundo de palomas candorosas rodeadas por un grupo de cuervos insaciables. Más nos valdría que se quedasen en el Vaticano todos los jefes y jefecillos de esa secta y que nos dejasen tranquilos de una vez. Si nuestra sociedad lucha contra los traficantes de droga, que se enriquecen a costa de la salud ajena, igualmente deberían tomar medidas contra estos traficantes del opio espiritual, tan venenoso o más que el otro, pues, como cómplice del capitalismo, conduce a un sopor permanente que deja sin fuerzas para levantarse y para luchar contra la opresión que mata física y psíquicamente.

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* Antonio García Ninet es Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación

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