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Manuel García-Morán Escobedo y José Manuel Barreal San Martín*
Mientrastanto 14 de Abril de 2007
A propósito del libro de Antonio García Santesmases, Laicismo, agnosticismo y fundamentalismo. Biblioteca Nueva, Madrid, 2007 |
Comienza
a ser habitual el desayunar a diario con noticias referentes a problemas que
giran en torno a las relaciones existentes entre la Iglesia y el Estado:
financiación de aquélla, despidos de profesores de Religión por situaciones
que tienen que ver más con su vida privada que con la laboral, financiación
con fondos públicos de los colegios concertados católicos (con su capilla e
ideario incluido), peticiones por parte de los obispos de objeción de
conciencia a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, manifestaciones
contra la LOE, los matrimonios homosexuales y todo un sinfín de condenas de índole
inquisitorial e impropias de una sociedad democrática, en las que para los señores
de la Conferencia Episcopal hay un claro responsable: el laicismo y los sectores
laicistas de nuestro país, máximos responsables del totalitarismo y
relativismo existentes en nuestra sociedad.
Cuando uno intenta acercarse al debate actual en
torno a estos temas surgen de inmediato ciertas preguntas: ¿en qué consiste
realmente el laicismo? ¿Cuál es el verdadero significado de este término que
parece tan peligroso cuando lo oímos referir por boca de estos señores? ¿A qué
obedece su mala prensa? ¿Qué es lo que postula realmente?
Lo primero que habría que dejar constancia a la
hora de responder a estas preguntas es que hablar de laicismo es hablar de un término
bastante desconocido y mal interpretado en nuestro país, algo que bien pudiera
explicar nuestra propia historia, pues exceptuando el breve período histórico
que supuso nuestra II República, ha venido marcada en gran medida por un claro
dominio oficial de la religión y moral católica en el ámbito político,
cultural y educativo.
En su último libro de reciente aparición y que lleva por título «Laicismo, agnosticismo y fundamentalismo», el profesor de Filosofía Política de la UNED y conocido ex portavoz de la corriente Izquierda Socialista Antonio García-Santesmases, que asistirá el próximo 29 de marzo a La Felguera invitado por el Foro de la Escuela Pública para presentar dicho libro, trata de aclarar conceptos y de profundizar en el debate en torno a la preservación y defensa del laicismo frente a los problemas más relevantes del mundo actual.
Una
de las cosas que Santesmases deja claro a lo largo de su libro es que el
laicismo no se circunscribe únicamente a las relaciones entre Iglesia y Estado
o al tema de la enseñanza de la religión en las escuelas públicas, sino que
es algo que va más allá: la reivindicación de unos valores y de un proyecto
de sociedad basado en la convivencia que puedan poner freno —y hasta
presentarse como alternativa— a los dos fundamentalismos que hoy presiden la
escena internacional: el fundamentalismo norteamericano y el fundamentalismo islámico.
Se trata de reivindicar lo que considera lo mejor del legado ilustrado, el ideal
republicano, laico y humanista frente a las reivindicaciones del neoliberalismo
económico, del neoconservadurismo y del neoimperialismo hoy hegemónicos, y que
al igual que el dogma religioso suponen un obstáculo para la autonomía y
libertad de pensamiento, así como para que los individuos se sientan partícipes
de los destinos de la comunidad.
Premisas estas imprescindibles para el ejercicio
de la ciudadanía en lo que debería ser una sociedad democrática. Junto al
llamado «retorno de la religión» también están los grandes poderes económicos
que merman las posibilidades de la acción política, el margen de maniobra de
los estados y la calidad de la propia democracia. Se trata, en cierto modo, de
una nueva forma de alienación que también impide el desarrollo autónomo de
los individuos al alejarles cada vez más de la posibilidad de ser dueños de su
destino.
Pero para poder entender y hablar de esta
alternativa, de este proyecto ilustrado laicista capaz de dar una respuesta al
discurso dominante, nada mejor que echar la vista atrás y hacer una lectura de
todo lo ocurrido en el siglo XX. De esta manera podremos rescatar al laicismo de
esa tergiversación sistemática realizada sobre sus fundamentos, identificándolo
con el totalitarismo y el relativismo posmoderno, algo difícilmente asumible
desde su propia tradición. Una tradición que, por el contrario, se caracteriza
ante todo por la libertad de conciencia y la igualdad de todos ante la ley; por
garantizar la neutralidad del poder político, la autonomía de la persona y la
libertad de pensamiento.
Se trata, en definitiva, de evitar la tutela de la Iglesia sobre la sociedad; requisito indispensable para poder hablar de una sociedad democrática. Y el instrumento básico del que debe valerse dicha sociedad para lograr esa autonomía individual que nos permita ejercer nuestra ciudadanía es la escuela pública; escuela que tendrá como ideal ético la formación de futuros ciudadanos autónomos, capaces de elegir y gobernarse a sí mismos. Para ello, dicha escuela debe educar a partir de dos principios básicos: de una parte, enseñar conocimientos que sean verificables y aceptados científicamente; y de otra, sobre aquellos valores consensuados, sobre las pautas éticas aceptadas y no sobre aquellos valores que tienden a segregar y diferenciar, evitando así encontrarnos con el problema de tener que dividir al alumnado en razón de las convicciones y creencias de sus familias.
De
especial relevancia e interés es la manera en que Santesmases analiza y enfoca
el problema del laicismo, educación y democracia en referencia a nuestro país:
tras un pertinente y breve recorrido histórico a partir de la II República, va
dando un repaso a los diferentes momentos históricos hasta llegar a la
actualidad, con las consabidas problemáticas planteadas en torno a la cuestión
escolar, la cuestión religiosa en la Constitución, los Acuerdos con la Santa
Sede que van a crear y están creando ya problemas con otras confesiones
religiosas en una sociedad cada vez más multicultural y multirreligiosa.
Problemas que, como bien señala nuestro autor, nos llevan a alejarnos cada vez
más de esa unidad respetuosa con la diversidad. Tras reivindicar el laicismo
como respuesta a estos problemas, señala los nuevos retos a los que éste se
enfrenta, como es el dar respuestas a dos grandes cuestiones: ¿cómo organizar
internamente la convivencia?, ¿cómo responder ante los desafíos del actual
orden internacional? Preguntas cuya respuesta, una vez más, nos conducen
necesariamente a hablar de escuela pública laica y de una Europa laica.
Quisiéramos concluir este artículo haciendo
nuestras las siguientes palabras con las que Antonio Santesmases concluye el
primer capítulo de su libro:
«El laicismo no resuelve todos los problemas que
plantea una sociedad crecientemente desigual, pero sí ayuda a preservar
principios vinculados a lo mejor de la tradición ilustrada. (É). Porque el
laicismo por sí mismo no conduce a una “buena sociedad”, pero sin él no
podemos hablar de esa «”buena sociedad”».
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*Manuel García-Morán Escobedo y José Manuel Barreal San Martín son miembros del Foro por la Escuela Pública.