Socialistas al borde de un ataque de nervios Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Patxi Igandekoa / ÏzaroNews   
Viernes, 19 de Noviembre de 2010 06:04

Los nervios del PSOEResulta irónico que la situación actual de España, en términos de gobernabilidad política, sea una imagen especular de la existente en vísperas de los atentados terroristas del 11-M. En marzo de 2004 el Partido Popular de José María Aznar lo tenía todo perfectamente domesticado: los poderes del Estado, la administración, los medios, la sociedad e incluso la opinión pública. Pero de pronto se quedó sin el poder. A fines de 2010 el Partido Socialista de José Luis Rodríguez Zapatero conserva el poder, pero ha perdido el control de casi todo. Aunque este poder es firme, garantizado por los quince o dieciocho meses que quedan hasta las próximas elecciones generales del 2012, el país entero se le va de las manos al gobierno.

La crisis económica ha dejado sin trabajo a millones de personas. La conflictividad laboral y las protestas en la calle menudean de un modo que no conocíamos desde los años 80. Las últimas convulsiones financieras en Irlanda y Portugal, con el anuncio inmediato de nuevas medidas de ajuste por parte del gobierno, demuestran hasta qué punto la propia soberanía nacional se encuentra hipotecada. Los trágicos acontecimientos de El Aaiun revelan una política exterior fracasada y a la defensiva, sin principios, ni metas, ni programa, ni personal capacitado, con una recién estrenada ministra que ni siquiera sabe inglés para leer los únicos informes de la prensa extranjera, los únicos que describen fielmente la situación real.

No cabe duda de que España atraviesa momentos difíciles, y de que estos momentos coinciden con una crisis general del PSOE, columna vertebral, junto a la monarquía y las clases dirigentes, del sistema político surgido de la Transición. A diferencia de otros países del entorno a los que tradicionalmente ha ido mejor, como Alemania, Gran Bretaña o la misma Italia, donde lo normal es que gobiernen los conservadores y la izquierda asuma el poder en aquellos períodos en que la Democracia Cristiana se vuelve lo bastante incompetente para hacerse cargo de los asuntos públicos, en España sucede lo contrario: las derechas solo triunfan cuando el socialismo se encuentra coyunturalmente incapacitado para gobernar.

Este papel del PSOE como partido-guía explica en parte los problemas estructurales del país. Como se sabe, la socialdemocracia no es muy eficaz en generación de riqueza -y tampoco en el reparto de la misma, contrariamente a lo que un viejo dogma felipista sostenía-. Añádase la tendencia a gastar sin control y entrometerse en la vida del ciudadano, el fomento de una cultura hostil al empresariado y complaciente en exceso con sindicatos corruptos que hace décadas dejaron de servir a los intereses del obrero para convertirse en chiringuitos burocráticos y herramientas al servicio del poder, el establecimiento de dictaduras mediáticas basadas en la corrección política y el interés de grupos económicos privilegiados y sobre todo ello un lobbysmo desvergonzado y sin freno. Entonces comprenderemos por qué cuando viene una nueva recesión en España el número de parados todavía no ha bajado de los dos millones.

Dejémoslo ahí porque estamos dando ideas sustentadoras de su hecho diferencial a nacionalistas catalanes y, sobre todo, vascos, quienes tienden a decantarse por soluciones políticas conservadoras, y a los que no por casualidad les va mejor que al resto del Estado, más en línea con el entorno europeo.

Que el Partido Socialista Español posea esta función vertebral se debe a las circunstancias históricas de finales de los 60 y comienzos de los 70. Ni Alemania ni Estados Unidos -y tampoco los sectores aperturistas del franquismo- querían en la Península partidos comunistas fuertes. A falta de una derecha homologada democráticamente optaron por la única alternativa disponible: el PSOE. Durante los años posteriores y hasta las Elecciones Generales de 1982 se volcaron en un apoyo masivo a Felipe González, con respaldo diplomático, dinero e incluso la discreta pero decisiva colaboración de los servicios secretos españoles y norteamericanos, que sistemáticamente se dedicaron a desprestigiar, arrinconar y hacer la vida imposible a la competencia del felipismo en gestación: la Junta Democrática, el Partido Comunista de Santiago Carrillo, el Partido Socialista Popular de Tierno Galván e incluso el Partido Socialista Andaluz, sacando oportunamente a la luz los viajes de sus líderes a Libia y sus negocios turbios con Gadafi.

Los hechos ulteriores -permanencia en la OTAN, ingreso de España en el Mercado Comun y consolidación de la democracia parlamentaria de 1978, demostrarían que esta apuesta hecha con criterios de realpolitik resultó acertada, al menos para la conveniencia de quienes la hicieron.

Han pasado tres décadas. Willy Brandt y el SECED son historia. Pero España sigue teniendo poderes fácticos -grandes empresas, personajes influyentes de la Administración, la monarquía- y asociados internacionales -el BCE, el FMI, la Unión Europea, Obama, los franceses-. Y no hay razones para pensar que hoy las exigencias sean menores, sobre todo en cuanto a solvencia. Lo que ve un observador desde fuera de España es que las estructuras de poder social se mantienen incólumes, que la economía se defiende como puede, y que S.M. el Rey también cumple, mal que bien, el papel heredado del antiguo Jefe del Estado. Y que seguramente su heredero y la Reina Letizia harán lo mismo en su día. Y Leonorín también, si para entonces sigue existiendo la Corona.

Lo único que falla es el partido-guía. Ya antes de Zapatero el PSOE estaba en plena decadencia y era una película de Almodovar. Bajo su gobierno se ha convertido en una caótica oficina de relaciones con los lobbys y distribución de cargos en función de lealtades políticas, y ahora está a la defensiva, improvisando, siguiendo una política de café para todos y verlas venir. En cierta ocasión Hitler dijo a un periodista británico que cuando un partido empieza a atraer grandes cantidades de gente servil, poco preparada y movida únicamente por el interés personal, su misión histórica ha terminado. No es que el personaje sea el más adecuado para dar lecciones de sociología política, pero casos como el de la alcaldesa de Córdoba le darían la razón.

El último cambio de gobierno, con su desproporcionada concentración de poderes en manos de un personaje como José Alfredo Pérez Rubalcaba, superviviente de uno de los períodos más corruptos del Felipismo, es en realidad un cierre de filas. Los ajustes económicos de última hora a requerimiento de Obama un ya va de película de Gracita Morales, y su disimulo ante la invasión del Sahara por Marruecos una capitulación infame y vergonzosa.

Todo esto importa en el extranjero por el posible efecto dominó en la estabilidad de otros países. Vivimos en un mundo globalizado. Tanto dentro como fuera ha llegado, o no tardará en llegar, el momento de preguntarse si no conviene quitar la pata rota al taburete y clavarle otra. Hoy, a diferencia de la década de 1970, existen alternativas. Si los socialistas se muestran asi de mercuriales no se debe únicamente a las encuestas, sino también a la intuición del derrumbe. Quizá el resto de las fuerzas vivas que componen el Estado Español han comenzado ya a pensar en cambiarlos por otro proveedor de servicios de gobernabilidad más fiable.

Para los que piensen que en democracia es el pueblo quien decide conviene que sepan también que hay muchas formas de persuadir al pueblo de cuáles son los gobernantes que más le convienen. Se nota cuando Obama y Merkel y unos cuantos financieros internacionales influyentes comienzan a hablar bien de alguien, cuando los medios publican artículos sobre el liderazgo de Rajoy o la honestidad de Cospedal -pese a sus crecidísimos emolumentos salariales-, cuando determinadas cadenas de televisión alcanzan records de audiencia parodiando a Leire Pajín o repitiendo hasta la nausea imágenes de un Ministro de Trabajo que desgrana un informe poco creíble sobre generación de empleo mientras se arranca las uñas de la mano con un tic nervioso.

Incluso los servicios secretos pondrían su granito de arena, movilizando su pequeño ejército de soplones para hurgar en las miserias de aquellos personajes influyentes que no interesa mantener en lo alto de la columna de Peridis, igual que se hizo en otros tiempos. Que se lo pregunten si no a Antonio García Trevijano, el español más puteado de la Transición, o a Santiago Carrillo, que tenía el partido más potente de la clandestinidad y ahora anda por ahí como un personaje de “Cien años de soledad”, haciendo propaganda contra el PP en las tertulias de la SER.

El nerviosismo y el cierre de filas de los socialistas se percibe a todos los niveles. Frecuenten los blogs y hallarán síntomas por doquier: irritación, propaganda política, calumnias, amenazas, comentarios moderados y censura, donde hasta hace poco hubo tolerancia, cordialidad y una gestión más bien amable de los conflictos. Las próximas elecciones prometen ser todo un thriller.

Última actualización el Viernes, 19 de Noviembre de 2010 07:02