El cáncer y la evasión de Amancio Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Patxi Ibarrondo   
Viernes, 31 de Mayo de 2019 05:20

“Usted dice que los ingleses ricos, que han creado establecimientos de beneficencia como no se ven en ningún otro país, no piensan en los pobres? Sí por cierto, ¡establecimientos de beneficencia! ¡Como si fuese ayudar al proletario el comenzar por explotarlo hasta sangrar para luego poder desagraviarlo con complacencia y farisaísmo con vuestro prurito de caridad y presentaros ante el mundo como grandes benefactores de la humanidad, mientras devolvéis a ese desdichado que habéis exprimido hasta la médula, la centésima parte de lo que le corresponde!” (1)

Amancio Ortega, el gran lama gallego de la moda Zara ha hecho jugada feroz, como todas las suyas. Ha simultaneado el ajedrez financiero y, como siempre, hasta le ha salido redonda. Por un lado ha logrado esquivar el pago de 600 millones de euros de impuestos a Hacienda. Al mismo tiempo ha enhebrado una operación de imagen y se ha revestido con túnica filantrópica de diseño camuflaje. De esta manera, se ha quitado de encima los negativos demonios de la opinión pública. Lo ha hecho donando un sofisticado equipo de tratamiento del cáncer a la sanidad pública. Espectacular, signore Ortega. Usted sí que sabe que de tendero en la ría de Arousa a magnate de los trapos, a estar en el top de la lista Forbes hay un trecho sideral.

Está claro que si Amancio Ortega puede ofrecer unos sofisticados aparatos para luchar contra la lacra del cáncer es porque ostenta un imperio económico de su propiedad. Inditex funciona como un reloj de platino, eludiendo impuestos a mansalva y empleando simultáneamente mano de obra esclavizada.

La operación donación se ha hecho pública unos días después de que el gobierno brasileño denunciara la presencia de varios “talleres clandestinos” de Inditex en su territorio. Después de operar Asia y África, Amancio Ortega ha descubierto la nueva América. La América más conveniente para su negocio de explotación. Sin duelo y de sol a sol. Con las máquinas de coser a todo gas.

Las maquilas (se llaman) son eso: se basan en la explotación inmisericorde de la miseria, en países del Tercer Mundo. En algunos casos, como en Bangla Desh, no solo la gente padece hambre sino que también y de vez en cuando, accidentes causados en lamentables instalaciones en ruinas, con muerte de niños incluida, por derrumbe del «taller» donde trabajan hacinados de sol a sol. Son los esclavos del siglo XXI. La pregunta capital sería ¿qué es antes, gentes de color chocolate de la que solo sabemos su existencia cuando les cae alguna desgracia encima o nuestra población blanca y eventualmente enferma? Cuestión harto difícil de responder. Son dos planos distintos que convergen en Amancio y su imperio de la moda de usar y tirar.

Es decir, la lógica: Quien padece un cáncer lo que quiere es que le pongan un tratamiento adecuado que rehúya el dolor y la muerte. Con su padecimiento tiene bastante. El Tercer Mundo y sus habitantes le caen demasiado lejanos y demasiado ajenos.

Sin embargo, con esta operación del dueño de Inditex evade 600 millones de euros de impuestos. Su fortuna la ha conseguido en plan succión, como un vampiro sacándole la sangre a los esclavos que dan su tiempo y su trabajo a cambio de poder comer.

Ahora bien, tampoco era cuestión de ponerse interesantes y hacerle un feo al mecenas. Tampoco es cuestión de rechazar su interesada donación. Si quiere lavar lo negro de su imagen pública allá él.

En esa línea de eclecticismo, y dejando a un lado cuestiones de moral, se ha aceptado el regalo. Pero para situar las cosas de limosnero en su sitio cabal, bastaría poner en un costado de la máquina algo así como: «Este aparato ha sido donado por el ilustre benefactor Don Amancio Ortega-Inditex, explotador de mano de obra esclava en remotas geografías del mundo pobre»,

Claro que ignoro si el mecenas admitiría esa posibilidad.

 

Nota:
1.- “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, F. Engels, Futuro (1845)
-.- Ilustración de «Furillo». publicada por la revista «El jueves»

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Fuente: Loquesomos