Y Barcelona no ardió Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Marc Almodóvar   
Domingo, 23 de Diciembre de 2018 07:17

Llegó el enésimo apocalipsis anunciado desde las brunetes pero Barcelona no ardió.

Se levantó en ira. Plantó cara. Se indignó. Pero no ardió.

La parada en Barcelona de la gira “rumba a lo desconocido” del rockstar Pedro Sanchez se salda con un extraño balance. Parece que a quien más caro le va a salir será al propio presidente del Gobierno, quien sigue embriagado en su repetido simbolismo vacío y sus fotos para la galería, mientras le llueve fuego hasta de entre sus propias filas.

Ayer hubo 13 detenidos y 77 heridos leves en Catalunya. En 2010, en la huelga general del 29S, hubo más de 50 detenciones.

No sabemos qué va a hacer ahora Ciudadanos con esa querella que presentó preventivamente el jueves contra Torra y que Arrimadas anunció en el Parlament un día antes. Lo acusaron, atención, de “proposición para la sedición” por los futuros disturbios golpistas que iban a pasar el viernes. El enésimo capitulo del minority report de Ciudadanos. Ya no solo tenemos rebelión sin violencia, ya tenemos violencia hasta preventivamente anunciada y protocolariamente querellada.

Tampoco sabemos donde está esa cédula al estilo de Estado Islámico que algunos anunciaron y que Vidal Cuadras profetizó en Intereconomía. Todavía esperamos esos tres mil hombres de esa Bandera Negra “muy peligrosa” que iban a tomar el Palau de la Generalitat, el Parlament y la Llotja de Mar. No sabemos si también tomarían el Palacio de invierno porqué les pillaba un poco lejos, pero la idea estaba clara. Pues eso. Que parece que lo único que se tomaron fue un gintonic a la salud del fundador de Vox.

Catalunya lleva cerca de diez años pidiendo la cesión de la gestión y llega el gobierno Sánchez a decir os vamos a cambiar el nombre de vuestro aeropuerto sin siquiera preguntarlo

Catalunya se despertó con cortes en más de un veintena de carreteras, con las rondas de Barcelona cortadas y con esa sensación de que iba a ser un día especial. Plantéatelo así. Alguna carga cerca de Drassanes, rifi-rafe con las vallas en Via Laietana, calma tensa por lo general. Pero poco más. Chavales mareando contenedores en la ronda litoral. Ahora los cruzo en la calle, ahora los vuelvo a poner en su sitio. Manifestantes discutiendo los limites del pacifismo. Mientras, los satánicos de Òmnium, con escenario y conciertos, contra programaban a escasos metros de la Llotja de Mar un “Consejo popular de ministros”. Allí violentas abuelas procesistas levantaban cartelitos denunciando un “juicio a la democracia”.

 

Y reforzando esa imagen, los de la ANC invitaron inteligentemente a una de las figuras públicas de las armillas amarillas francesas, Priscilla Ludosky, que mostró su apoyo al movimiento catalán. “Estamos juntos pidiendo más democracia en Europa” afirmó. Su sola presencia ya representa un revés al relato golpista de Madrid. Y es que mientras en Perpignan se queman peajes, aquí se acusa de rebelión por levantar simplemente la barrera. Una sola tarde en los Campos Elíseos han provocado más disturbios que siete años de procés, pero, amigos, aquí hubo un golpe de estado. Y por el estado te la hinco.
Y Celaá pidiendo calma. Esto que hacemos es un acto de afecto, dijo. Qué bonito. Tras todo lo sucedido y todavía hablando de afecto.

“Oiga, que tenemos presos!”.

“No se preocupe, que lo hacemos con afecto”.

Y como de afecto iba la cosa, la primera decisión del Consejo de Ministros es llegar a Barcelona y decir que el aeropuerto del Prat pase a llamarse Aeropuerto Josep Tarradellas.

“Es una broma, no?”, suelta una manifestante en escuchar la noticia. Lo parece pero no. Catalunya lleva cerca de diez años pidiendo la cesión de la gestión y llega el gobierno Sánchez a decir, mira qué atentos somos, os vamos a cambiar el nombre de vuestro aeropuerto sin siquiera preguntarlo. Y si Barajas es Suárez, el Prat será Tarradellas. Nuestra bella Transición is on the air No sabemos si patrocinado por el de las pizzas, como alguno comentaba, pero desde luego el relato está claro.

Y como la cosa va de brindis al sol y a sonreír por lo guapos que somos, el siguiente gesto de afecto volvió a ser sacar a relucir el juicio sumarísimo a Companys. Algo que se arrastra desde Zapatero. De hecho desde que de la Vega lo anunciara en Montjuic en, atención, 2004.

Hubo tanto lío sobre qué había aprobado en Consejo que casi todo el mundo dio por echo lo que no era. En realidad solo hizo un gesto simbólico, el enésimo, de cara a la galería. Hablaron de “restitución de la dignidad” hacía el único presidente democrático de Europa fusilado. Lo que no es anulación del consejo de guerra, como hace años que se pide, ya que esto esta aparentemente en trámite en el Congreso. Esto es más simbólico que la república del 27 de octubre, decía un tuit en redes. Pero se tenía que decir algo, generar el titular, y para ello estaba el Gobierno ahí. Para todo el resto, la Policía Nacional.

Y ahí se quedaron los gestos para con Catalunya. Pero, pese a ello, en Madrid, la caverna bramando ante la rendición, sumisión, capitulación y tantos adjetivos bélicos como uno pueda imaginarse de Sanchez a los independentistas. En parte, sobretodo, por esa foto del día antes entre Torra y el presidente del Gobierno en el Palacio de Pedralbes.

Y decimos foto porqué se hace difícil saber qué otro nombre de consenso hay para lo que allí hubo. Moncloa y Generalitat estuvieron enzarzándose en una pública guerra de relatos sobre si aquello era una reunión, una cumbre o una clase de taichí para no iniciados. Los gabinetes de prensa mandaron dos notas de prensa previas convocando a lo mismo en que parecían vivir en universos paralelos. Que si se reunían juntos, que si lo hacían por separado, que si lo hacían de tres en tres. Y entre el caos de la sala de prensa, los responsables de cada uno de los gabinetes haciendo sus corrillos para vender su pescado. Moncloa llegó a decir que ni era una reunión, que era un encuentro.

Y suponemos que para reforzar eso, cada diez minutos llamando a los gráficos para tomar fotos. Ahora de los presidentes. Ahora de los ministros reunidos. Ahora de todos juntos. Ahora de todos separados. Eso parecía una boda. Y todo con el baile de la poinsettia, la operación tiesto, de por medio. Y es que Moncloa se dio cuenta que tras el presidente Sanchez asomaba una florecilla amarilla ¡horror! que tuvieron que maquillar poniendo otra roja.

La incredulidad entre los periodistas era mayúscula. “Tanto numerito para esto?”, decía uno. Otro, hablando desde un iPhone con carcasa de Micky Mouse lanzaba que “no ha dado ni tiempo que las líneas se volvieran rojas”. Las líneas no. Solo las flores.

En fin. Una auténtica pantomima culminada con una rueda de prensa exprés que, significativamente, la portavoz catalana Artadi cortó de golpe diciendo que se tenía que ir porque venía Batet. Lo hizo diciendo “yo no mando nada aquí”. Pues eso. Quizás lo más sensato que se oyó esa tarde.

El Consejo de Ministros en Barcelona, la parada del Spanish Tour de Sánchez, era un marrón para todo el mundo. Una extraña obsesión del presidente para demostrar que no somos un estado centralista. Aunque llegue luego el gobierno central a dictar unilateralmente decisiones que nadie ha pedido como la del nombre del aeropuerto del Prat, claro. Aunque se convoquen justo un año después de las elecciones impuestas por el 155. Y si alguien ha salido más escocido es justamente Sanchez quien sigue alargando la prórroga de su mandato mientras espera un momento justo para convocar elecciones que, probablemente, nunca llegará. Mientras, sigue demostrando que no tiene propuesta alguna para el tema catalán, que vive en una realidad paralela a la de la sociedad catalana y el solito se va poniendo entre las dos aguas de los que aúllan al 155 y los que le piden valentía con el tema. Y ahí está. A la deriva.

Incluso Torra, un presidente sin convicción ni entre su parroquia, parece salirse de rositas, con pocas magulladuras nuevas. El independentismo volvió a dejar claro que el relato de la rebelión es exagerado y que la visita del Gobierno central genera importante resquemor en parte importante de la sociedad. Pero, igual que Sanchez, sigue sin tener claro como salir de este embrolladero. Aquél que convirtió el oasis catalán en un pantanal de, todavía, orillas impenetrables.

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Fuente: El Salto