Tras el 21D en Cataluña: Hay que recuperar la agenda social para cambiar Cataluña y España Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Diosdado Toledano y Ramón Franquesa   
Miércoles, 03 de Enero de 2018 05:58

El resultado de las elecciones autonómicas de Cataluña del 21 D, con una participación del 81,94%, 7 puntos más que en 2015, y el mayor porcentaje alcanzado en elecciones autonómicas catalanas desde 1980, muestran una sociedad dividida prácticamente por la mitad en torno al dilema independencia o mantenimiento del vínculo con España.

Mientras el bloque independentista formado por JuntsxCat, ERC y CUP suman 2.063.371 votos y el 47,5%, el espacio no independentista con representación parlamentaria formado por el bloque “artº 155” de C’s, PSC y PP, y la coalición Cataluña En Comú Podem que se opone al artº 155, alcanza una cifra de 2.212.871 votos y el 50,94%.

A pesar de no obtener la mayoría en votos y descender ligeramente en porcentaje respecto 2015, el bloque independentista renueva la mayoría absoluta en el Parlament con 70 escaños, dos menos que en las anteriores elecciones autonómicas y cuatro menos que en 2012.

El conjunto de fuerzas políticas no independentistas obtuvo 65 escaños, 2 escaños más que en 2015. También obtuvieron 236.418 votos más, el 2,9%, respecto de 2015.

La Ley electoral con una distribución territorial no proporcional (que las derechas de España y Cataluña nunca han querido cambiar), es la causante que el bloque independentista consiga la mayoría absoluta de escaños cuando ha obtenido 246.363 votos menos que el espacio no independentista.

Caben diversas lecturas del resultado electoral en función del contexto político provocado por la sucesión de acontecimientos que tienen su inicio en las decisiones de la mayoría independentista en el Parlament el 6 y 7 de septiembre, y prosiguen con la convocatoria del referéndum del 1 de octubre y su represión policial, las movilizaciones masivas independentistas y la réplica de manifestaciones masivas no independentistas, el primer anuncio de DUI del Parlament de Cataluña el 10 de octubre, el encarcelamiento de los Jordi’s el 17 de octubre, la desestimación de Puigdemont a convocar elecciones anticipadas el 26 de octubre, la aprobación del artº 155 por el Senado con el apoyo de PP, PSOE y C’s el 27 de octubre, la DUI del Parlament el mismo día por la tarde, la consiguiente intervención del gobierno de la Generalitat por el gobierno del estado en aplicación del artº 155, el encarcelamiento de miembros del gobierno autonómico, el autoexilio en Bélgica de otra parte de dicho gobierno con el Presidente Puigdemont a la cabeza, y las consecuencias económicas del desplazamiento fuera de Cataluña de la sede social y fiscal de más de 3.000 empresas y bancos, etc.

Para unos el resultado alcanzado ha sido perjudicado por dicho contexto, para otros les ha beneficiado al provocar una respuesta de intensa movilización y una aparición mediática excepcional desde el autoexilio.

Junto a la cronificación de la división social en Cataluña se ha dibujado la división territorial entre las zonas urbanas industriales y marítimas mayoritariamente no independentistas, y las zonas rurales proindependentistas.

Pero, más allá de las grandes cifras de los bloques electorales en conflicto sobre el eje nacional, estas elecciones han supuesto un terremoto en el mapa político parlamentario, con previsibles consecuencias sociales y políticas en Cataluña y España.

En efecto, el salto de C’s, formación política ultra-neoliberal, a primera fuerza parlamentaria con 1.102.099, el 25,37%, y 36 escaños, incrementando su presencia electoral en las zonas urbanas a costa del PP que pierde 165.000 votos, 4,24% y 7 escaños, ganando una gran parte de anteriores abstencionistas, y en menor medida de otras formaciones políticas, tendrá consecuencias negativas sobre las aspiraciones de la clase trabajadora y la mayoría social de recuperar los derechos sociales y laborales perdidos, la desigualdad. El notable avance electoral de C’s tendrá consecuencias nefastas para la búsqueda de una solución negociada y democrática a las legítimas aspiraciones de mayor autogobierno de Cataluña, al reforzar una nueva mentalidad “lerrouxista” en una parte de Cataluña, y empujar al PP a una posición de más dureza para no perder posiciones en su particular disputa con C’s por el espacio de la derecha a nivel estatal.

En el bloque independentista, la sorpresa ha sido el “sorpasso” de las expectativas de ERC por la candidatura de la derecha independentista JuntsxCataluña promovida por el presidente Puigdemont, así como el colapso de la candidatura de la CUP que obtiene 4 escaños, perdiendo 144.442 votos y 6 escaños respecto 2015, votos que han fluido en beneficio principalmente de JuntsxCataluña, ERC y la abstención. Con sus 34 escaños JuntsxCataluña, 2 más que ERC, pretende hegemonizar desde la derecha nacionalista el bloque independentista con el argumento de recuperar la legitimidad del presidente Puigdemont y del anterior gobierno.

Para la candidatura del PSC, con un ligero incremento en votos que le permite pasar de 16 a 17 escaños, el resultado es frustrante respecto de sus propias expectativas y encuestas. Los errores cometidos al apoyar el artº 155, aliarse con la derecha nacionalista de la antigua Unió Democrática de Cataluña representada por Ramón Espadaler, le han pasado factura.

En cuanto a la candidatura de Cataluña En Comú Podem, los 323.695 votos y 8 escaños obtenidos, es un mal resultado respecto de los que consiguió Cataluña Si que es Pot en 2015. Perder casi 44.000 votos y 3 escaños, debe ser motivo de profunda reflexión y autocrítica. Entre los errores cometidos constatamos que la falta de claridad en la defensa de la alternativa federal y solidaria, así como las debilidades simbólicas de la candidatura, han provocado una importante fuga de anteriores votantes hacia otras candidaturas, principalmente PSC y C’s, y han impedido conectar con una gran parte del electorado de las clases populares y trabajadoras, en gran parte de origen inmigrante y de cultura castellano parlante.

La única alegría a saborear es el hundimiento electoral del PP que pierde 165.085 votos y 7 escaños. Pero es una alegría agridulce al ser C’s la fuerza beneficiada. Si en lugar de considerar el color de las banderas, se efectúa un análisis electoral en términos de izquierda y derecha, constatamos que en Cataluña las fuerzas abiertamente neoliberales (JxCat, PP, C’s) siguen teniendo la hegemonía a pesar de sus recortes (74 de 155 parlamentarios), si bien no dejan de decrecer (87 en 2010 o 78 en 2012). A pesar de todo, hay un proceso lento de cambio de hegemonía que sigue operando, lo que debe convocarnos a seguir luchando por una profunda transformación de la agenda política.

Por una alianza de los pueblos y de las clases populares para cambiar España y Cataluña

El bloqueo de una solución política a las legítimas aspiraciones al autogobierno de una parte de la población de Cataluña no puede resolverse a través de persistir en declaraciones unilaterales de independencia. Esa vía ha fracasado como era previsible, al no gozar de una mayoría suficiente de votos en 2015 y 2017, no contar con el apoyo o neutralidad de una mayoría social en España, y tampoco entre los estados de la Unión europea y del mundo. Es más, la senda de la DUI lo único que ha conseguido es despertar a la mitad de la ciudadanía de Cataluña que se siente amenazada por las consecuencias de la independencia y empujar a una gran parte en brazos de C’s, y en el resto de España, ha provocado el alineamiento de la mayoría de la sociedad contra su ruptura, en beneficio de los partidos defensores del artº 155, C’s, PP y PSOE.

Es la hora de la reflexión colectiva sobre que hacer para superar este círculo vicioso y encontrar la vía que nos permita avanzar en el cambio social, la transformación democrática de la sociedad, y construir un estado federal y solidario de libre adhesión.

Reincidir en la vía de la DUI solo servirá para provocar nuevas derrotas épicas y que el gobierno del estado aplique nuevas versiones más duras del artº 155, y/o que refuerce la intervención de Cataluña a través de la ley orgánica de estabilidad presupuestaria. Además, facilitará la recomposición de la dominación de la derecha recentralizante y neoliberal en España, y dificultará las posibilidades de cambio al situar en un terreno adverso el papel de las organizaciones políticas que lo promueven, como Unidos Podemos.

Es fundamental situar como principales objetivos la defensa de los derechos sociales y laborales, el pleno empleo estable y digno, la reducción del tiempo de trabajo sin reducir el salario, el salario mínimo de 1200 euros, la derogación de la reforma laboral, la defensa de la salud y educación revirtiendo recortes y privatizaciones, recuperar la jubilación a los 65 años y el poder adquisitivo de las pensiones, nacionalizar la banca y los sectores estratégicos de la energía y el agua bajo control de la ciudadanía, etc. Para hacer realidad estos objetivos debe recuperarse la soberanía económica y romper con los Tratados neoliberales de la UE que impiden realizar otras políticas económicas al servicio de los intereses de la clase trabajadora y la mayoría social.

En torno a la defensa del programa de cambio social es posible construir una amplia alianza de las clases populares y de los pueblos de España que posibilite echar a la derecha antisocial, neoliberal y centralista, del gobierno del estado.

Tras el retroceso de las fuerzas de la izquierda y el reforzamiento de las fuerzas de la derecha en ambos bandos C’s y JuntsxCataluña, hay que favorecer la reorientación política de los sectores de la izquierda ilusionados con una supuesta dinámica de transformación social a partir del desarrollo del conflicto nacional, haciendo abstracción del análisis de la realidad concreta y de la correlación de fuerzas existente. Los hechos son elocuentes, en una sociedad como la catalana pluricultural y por tanto no homogénea, el independentismo provoca la división social en las clases populares, dificulta enormemente su movilización por los objetivos sociales, y debilita la influencia política de la izquierda transformadora en beneficio de la hegemonía de las derechas de ambos bandos.

Debemos superar el espejismo de que la única forma de movilizar a la ciudadanía ante el horror neoliberal sea en clave nacionalista. La épica de la politización de grandes masas no puede substituir la reflexión sobre su contenido, de si apunta o no a la causa real del malestar social que en Cataluña, España y Europa. Nadie que analice objetivamente la situación puede dejar de ver que la causa de la crisis social que vivimos es la contrarreforma que el ordoliberalismo está imponiendo a nuestros pueblos.

Tratar de superar la impotencia para levantar a los pueblos en la forma que desearíamos, por una movilización de carácter patriótico no lleva al cambio social sino a una espiral conservadora, que niega el hilo rojo del movimiento emancipador de la clase trabajadora de los últimos siglos. El camino sigue siendo dirigirse a las mayorías para movilizarlas por sus necesidades inmediatas y de clase, ayudarlas a organizarse para levantar pacientemente desde la movilización social una nueva hegemonía. No hay atajos que nos permitan substituir esa labor a contracorriente, si queremos construir una sociedad de personas libres e iguales, fraternal y pacífica.

Ahora en Cataluña, en los plazos fijados para que constituir el nuevo Parlament y elegir la nueva presidencia y gobierno de la Generalitat, se deberán resolver los conflictos de intereses y proyectos en el seno del bloque independentista.

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Diosdado Toledano y Ramón Franquesa son miembros del Front Civic de Catalunya