El timo de la reforma constitucional (el cuento de la buena pipa) Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Jesús López-Medel   
Lunes, 11 de Diciembre de 2017 00:00

Antaño era muy frecuente que padres y abuelos narrasen cuentos a los niños, muchos transmitidos oralmente por generaciones. Ahora también, pero quienes más se dedican a los cuentos son los políticos. Uno de sus favoritos es “El cuento de la buena pipa”. Los más jóvenes quizás no conozcan esta narración absurda, repetitiva y falsa. A ella se parece eso de la denominada “reforma constitucional”: es igualmente engañosa, imposible y emerge de vez en cuando como un divertimento (para mejor ocultamiento de otras noticias más reales).

Periódicamente se habla de esa reforma. Les gusta a los políticos y a los medios de comunicación del Régimen (siempre bien avenidos), como a algunos doctos con palabras engoladas y vanidades vivas que compadrean con otros defensores del “sistema” del Gatopardo. Se trata de hacer un ejercicio de bla, ba, bla tan fuera de lugar como la pregunta reiterada del cuento: “No te he dicho que me digas ni que sí ni que no, sino si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa”. Y así sucesiva e interminablemente.

Déjense de bromas: la “reforma constitucional” no se va a realizar y lo único que sirve, además de lo expuesto, es para tener entretenido al personal y para llenar espacios de papel o en las ondas; con el fin de que no se hable mucho del mayor escándalo, de magnitud nueve, de corrupción política de Europa, ese que afecta de raíz al partido gobernante que ha venido actuando como una “organización criminal”.

Aún conteniendo valores muy positivos y representando lo que fue hace 39 años, algunos ya nos preguntábamos hace tiempo “¿Qué queda de la Constitución”? . Pero lo peor no es tanto lo que se ha quedado acartonado o superado por el paso del tiempo, sino las reescrituras que se han hecho para, mediante mutaciones constitucionales y legislativas, reelaborar y reinterpretar por detrás la Constitución sin tocar una coma del original. Especialmente en materia de derechos y libertades, tanto políticas como sociales. 

Antes de proceder a ello, el bipartidismo y los nacionalismos actuaron como los ladrones para hacerse dueños del poder: anularon las alarmas y desactivaron los mecanismos de control. El Tribunal Constitucional, el Consejo del Poder Judicial, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de Estado (plagado de exministros de Aznar), la prensa pública y la mayoría de la privada eran instituciones democráticas básicas para el control del poder; ahora no son ya contrapesos sino mecanismos al servicio del poder. Esto no ha sido sólo cosa del PP, sino que también el PSOE ha participado de la destrucción y la rapiña, conformándose, a veces, con los despojos.

La actuación concertada de los dos grandes partidos durante muchos años sobre estas instituciones ha creado el denominado “sistema” como un magma donde el núcleo neurálgico ha operado siempre en una dirección: mantener el statu quo. Así, ellos, que actúan como si fuesen propietarios de la Constitución, califican como “antisistema” toda voz que cuestione ese funcionamento tan opaco. El sistema supone la exclusión de los que rechazan esas reglas opacas que garantizan el funcionamiento singular de los poderes en beneficio propio: es lo esencial para ellos. Más que la propia democracia.

Si a esto le sumamos la adhesión en el engranaje falsario de unos medios de comunicación cuya credibilidad es tan baja como alta su insistencia de manipulación, y cuyo servilismo al verdadero poder (el financiero) es total, nos encontramos con una democracia decadente, cada vez más regresiva y con titcs autoritarios.

Tratar de la reforma constitucional es un timo. ¡Claro que necesita una revisión el texto! Pero yo me conformaría con que no la retorciesen más en su aplicación en aras de una visión excluyente de quienes no son de derechas, no son centralistas, etc.

Hay que recordar que José María Aznar y Mariano Rajoy provienen de la Alianza Popular más derechista y casposa. Eran jóvenes entonces, pero ya estaban situados en el lado más recalcitrante frente a la Constitución de 1978. Aznar (el líder que más cedió ante los nacionalistas catalanes) llegaría a expresar sus notables divergencias con la Constitución en proclamas “joseantonianas” en el Diario de Rioja por aquellas fechas. Están en la hemeroteca.

Rajoy también era de la más derechista y caciquil (y no solo por gallego) facción de Alianza Popular. Y debe recordarse que tanto uno como otro no fueron nunca santos de la devoción del  “patrón”, como se llamaba a Manuel Fraga, que con sus mil defectos y sus orígenes franquistas al menos tenía criterio propio, y cuya última etapa le hizo un convencido autonomista y demócrata.  Fraga sí que votó a favor de la Constitución, pero no la mayoría de los diputados de AP. De esta segunda corriente bebían los dos que llegaron a ser presidentes.

No contribuyeron estos a hacer la Constitución ni sentirían ningún entusiasmo por ella. Pero se empezarían a apropiar de ella (“patriotismo constitucional”) y luego a retorcerla en beneficio propio excluyente. Algo parecido sucedería con el Estatuto de Cataluña de 1979. Alianza Popular (partido al que estaban afiliados Aznar y Rajoy) cuyo voto en contra en el Parlament (López Rodó) y el Congreso fue inequívoca. Nunca les gustó eso de las autonomías. La actuación muy torpe de los independentistas (incrementados gracias al PP) les ha dado finalmente la oportunidad de hacer una ocupación de las instituciones de autogobierno vía 155: verdaderamente nunca han querido que Cataluña sea autónoma.

De un partido así, ¿alguien puede esperar algo de una supuesta reforma constitucional? Para la aplicación de ese precepto a Cataluña, el PSOE apoyó la iniciativa y quiso justificarse en la idea falsa de que, a cambio, el PP pondría en marcha la Comisión creada hace unos meses sobre ello. Pero esto no era creíble, como pronto se ha demostrado. ¿El PSOE se dejó engañar? No, pues la credibilidad de Rajoy es nula y Sánchez lo sabe, (además de tener el mismo problema). Lo que es cumplir, solo es cierto en Mariano los cumpleaños.

Mientras que un PP inmovilista no cambiaría, también por pereza, nada de la Constitución, el PSOE tiene una idea clara, aunque no la concreta ni resuelve el encaje de Cataluña,: su apuesta por un Estado Federal, cosa que asusta mucho al partido de la derecha por sus fantasmas históricos, aunque en la práctica lo sea ya así, pero mal definido y articulado.

Podemos es un partido abierto y quiere ir más allá en la organización territorial, aunque cada vez está menos clarificado su mensaje (como en otros temas) y su comportamiento le produce grietas internas pues introduce desigualdades, algo que la izquierda debería evitar.

Ciudadanos dice lo que el PP piensa pero que no expresa porque gobierna en varias comunidades autónomas y hay mucho amiguete colocado. Sus ideas son claramente recentralizadoras. Haría Albert Rivera lo que fuese para, si se abre el melón de la reforma –lo cual el PP no permitirá--, restringir notablemente las competencias autonómicas.

Con este panorama, de ideas absolutamente contrapuestas, no se llevará a cabo ninguna reforma de la Constitución. Es inviable, desgraciadamente. Los partidos y los dirigentes de hoy son incapaces de buscar puntos de encuentro. La generosidad que tuvieron los dirigentes en 1978 es cada vez más lejana e imposible. Antes se decía que era “la Constitución de todos”. Hoy se ha apropiado de ella el PP y el PSOE no tiene coraje para marcar la reforma como prioridad absoluta. Cualquier pretensión de modificación sería para hacer la “Constitución de algunos”. Y no tengan ninguna duda, sería aún más retrógrada que la actual.

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Fuente: CTXT