O la quiebra o la miseria capitalista: dos alternativas posibles Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Javier Fisac Seco / UCR   
Sábado, 31 de Enero de 2015 00:00

Alfred Rethel Totentanz Blatt 61Los ciudadanos empezamos a tener la sensación de que Europa es un solar asolado por las furias de las oligarquías financieras: los bancos y sus especuladores. Nos amenazan con todo tipo de recursos sicológicos. Psicosis la nueva enfermedad transmitida por los bancos. Y todo porque muchos sabemos que la quiebra es la mejor solución para salir de la crisis. No existe otra. Porque la otra, la de los especuladores, nos exige perpetuar indefinidamente la crisis para que los banqueros no quiebren.

 

Y sin embargo la crisis es una solución legal y legítima, porque según las propias leyes del mercado, las de los especuladores, cuando alguien no puede pagar o cuando alguien invierte mal, los especuladores y los bancos, son ellos quienes deben asumir las consecuencias de sus riesgos. Por lo que la quiebra es la consecuencia de las políticas especulativas de los banqueros. Que la paguen ellos.

Ya ocurrió, aplicando sus propias leyes del mercado, en todas las crisis que precedieron a la IIª Guerra Mundial. Lo que ocurrido después de terminada esta guerra fue que los banqueros, junto con los gobiernos vencedores, se reunieron en Brenton Woods, luego, los mismos banqueros, crearon el Fondo Monetario Internacional y, posteriormente, con la misma doctrina económica, construyeron, no el Mercado Común, sino la actual Unión Europea.

¿Qué doctrina económica era esa? Con la mirada puesta en la crisis del 29, decidieron que los banqueros debían blindarse contra las consecuencias de sus propias economías especulativas, de sus errores como inversores y de los países cuyas deudas ellos mismos habían potenciado para convertirlos en sus deudores a perpetuidad.

En definitiva, acordaron que los errores de sus ambiciones especulativas debían pagarlos los demás. Una decisión que está en contra de las declaraciones de derechos de cualquier constitución democrática, que está en contra de los derechos sociales de cualquier ciudadano y en contra de la soberanía popular y nacional, ya que los ciudadanos no pueden decidir nada sobre su propio destino. Por ellos lo deciden los especuladores. Los mismos que los han empujado a la ruina.

Los ciudadanos hemos perdido esta condición de derecho frente a la especulación al transformarnos en clientes y deudores de una casta de especuladores, impulsados por la codicia insaciable en un proceso de acumulación del capital inagotable. Proceso que hace algo más de cien años que predijo matemáticamente, Carlos Marx en el capítulo XXIV de su primer tomo sobre “El Capital”. Y que los economistas ignoran. Excepto algunos que se están poniendo de moda, diciendo lo mismo que Marx, pero peor, y sin citarlo.

Esta casta de banqueros y especuladores, que han descubierto que el negocio no es invertir con riesgos sino convertirse en acreedores de los Estados, se han blindado en sus propias conferencias internacionales contra la voluntad popular y no quieren pagar sus consecuencias cuando les llevan a ellos y no a los ciudadanos a la quiebra. Su propia quiebra. El problema es que, como anunció Marx y si no lo digo yo, con la quiebra se pone en quiebra el sistema capitalista sin necesidad de hacer ninguna revolución armada. Porque el sistema capitalista es el mal. No es la medicina. La quiebra es el bien porque le sienta mal a sus progenitores: la casta banquera y especulativa.

Existen otras medicinas alternativas a la ruina, que nos propone el sistema capitalista en su actualizada y agresiva versión neoliberal. Según la cual piensan que pueden hacer lo que les dé la gana, pretendiendo meter al pueblo, a los ciudadanos, en cintura, a cualquier precio. Además de quebrar por causa de las propias leyes proclamadas por los neoliberales, que se las apliquen así mismo, existen otras políticas económicas. Las mismas que ya se aplicaron con éxito al finalizar la IIª Guerra Mundial, con tanto éxito que, partiendo de la arruinada Europa se construyó, con el esfuerzo de todos, el bienestar del que habíamos disfrutado, todos y casi todos, hasta la presente crisis especulativa de origen financiero y bancario. Su crisis. No es nuestra crisis. Que la paguen ellos.

Los gobiernos, la Unión Europea, cuyas instituciones están vergonzosamente sometidas y dominadas por la casta especulativa y financiera, gobernando contra los intereses de los ciudadanos y de los pueblos que integran la Unión, deberían recurrir a la intervención del Estado, fracasada la iniciativa privada, y aplicar políticas indicativas de planificación. Corrigiendo los males e impulsando economías constructivas, creativas de riqueza real, no especulativa. Nacionalizando la banca y potenciando el poder adquisitivo de los ciudadanos. Porque el ciudadano proletario como sujeto consumidor es el único motor del crecimiento económico. Las crisis económicas no se deben a que se produzca un exceso de producción sino a la escasa demanda o consumo privado. Eso que se llamaba “insuficiente demanda efectiva”. No hay que reducir los sueldos, hay que subirlos. Y que quiebre la banca. Nunca ha pasado nada.

O el capital se somete a sus propias leyes del mercado, la quiebra, o de aquí todos salimos pobres. Menos los especuladores y banqueros. Entonces, cuando la miseria sea el panorama social que se extienda, como zombis, por el espacio europeo, de dónde va a sacar el capital los recursos con los que seguir acumulando riquezas. Tal vez esté tratando de construir el Capitalismo de Estado siguiendo el modelo chino. Paradojas.

Alfred Rethel Totentanz Blatt 61

Javier Fisac Seco