La batalla del Jarama Imprimir
Nuestra Memoria - La Guerra Civil
Escrito por Vicente Rojo   
Sábado, 05 de Febrero de 2011 06:47

La Batalla del JaramaEntre el 6 y el 27 de Febrero de 1937, en plena Guerra Civil Española y en el marco de la defensa de Madrid,  se desarrollaba la Batalla del Jarama. Ahora, cuando se cumplen 74 años de aquella batalla es oportuno traer a nuestras páginas un estracto del Libro del general republicano Vicente Rojo, «Así fue la defensa de Madrid», donde se relatan los aconteceres de esta batalla. 

 (...) El frente de combate de la defensa de Madrid apoyaba sus extremos en el río Guadarrama (derecha) y en Vacíamadrid (izquierda). El que abarcaría la maniobra adversaria por el Jarama se extendería desde Vacíamadrid a Ciempozuelos, y se desarrollaría en profundidad hacia el este, en el espacio comprendido entre los valles del Tajuña y del Henares.

 

(...) La zona de referencia está formada por un valle, orientado de norte a sur, por el que corre el río Jarama; se halla cubierto medianamente de vegetación; sus márgenes son onduladas, ofreciendo algunos escarpados en pequeños tramos, al oeste del río, en la región de La Marañosa, particularmente en el recodo que se proyecta hacia Vaciamadrid y, al este del río, frente a San Martín de la Vega (...) El río es vadeable en diversos lugares y existen tres puentes enclavados en la que sería la zona de maniobras: el de Arganda, sobre la carretera de Madrid a Valencia; el de Pindoque, por el que pasa el ferrocarril; y el de San Martín; más al sur, el de carretera de Cimpozuelos a Titulcia no sería utilizado por el atacante.

(...) El enemigo iba a poner en juego en su maniobra una masa de medios similar a la empleada en ocasión de la maniobra por Boadilla y Pozuelo, pero reforzada ahora con la Legión Cóndor alemana, nuevo armamento (piezas 8.8 de Artillería) y nuevos modelos de aviones. Igualmente, iba a ejercer el mando del Conjunto el general Orgaz y dirigir la masa de maniobra el general Varela.

Esas y otras circunstancias íbamos a conocerlas tarde y mal, a través de los prisioneros; en verdad, durante los ocho primeros días de acción sólo se podía apreciar, desde el Comando de Madrid, que se trataba de una importante masa de ataque (...).

 

Primer periodo

El enemigo inició su maniobra el día 6, y en la primera fase de su desarrollo (6-7-8) se limitó a conquistar la ribera occidental del Jarama y a apoyar fuertemente sus flancos en Ciempozuelos y Cuesta de la Reina y zona al norte de La Marañosa.

Eso lo logró sin gran esfuerzo, porque sorprendió a nuestras fuerzas (batallones nuevos desplegados en primer escalón) y los arrolló, obligándolos a pasar el río, aunque algunas pequeñas unidades trataron de resistir y quedaron envueltas. La superioridad que se revelaba en el ataque era abrumadora, y la reacción que desde la zona de Perales llevó a cabo una brigada de la defensa de Madrid, si bien frenó el ataque hacia el espolón de Vaciamadrid, no pudo impedir que la maniobra siguiera su curso.

(...) No se sospechaba cuál era la idea de maniobra del atacante, pues el frente amenazado definía posibilidades diferentes: por nuestra derecha, la amenaza más directa y peligrosa para nuestro aislamiento; por nuestra izquierda, la mejor red de caminos para dar a la penetración y al desbordamiento la mayor amplitud. Todo era necesario cubrirlo; y así se hizo, precipitadamente, con el apremio que la situación imponía, pero gravitando en nuestra ala derecha (Arganda) la masa principal de los medios y las previsiones de reacción por el contraataque.

Por fortuna, la parsimonia con que prosiguió la maniobra (no se reanudó hasta el día 11), tal vez por el mal tiempo, permitió al Ejército del Centro remediar el desorden inicial (...).

Así, deslavazadamente, con algún desorden, con resistencias improvisadas y en la ignorancia de la magnitud del golpe que se iba a descargar sobre nuestro frente, comenzaba lo que en el plazo de muy pocos días iba a convertirse en una de las batallas más reñidas y sangrientas de toda la guerra... y también de repercusiones más decisivas, pues, aunque nosotros ignorásemos la magnitud del peligro, a ella había vinculado el adversario la suerte de la capital y de todo el Ejército del Centro, y la suerte de la guerra.

 

Segundo periodo

Cuando las fuerzas adversarias fueron reorganizadas en la nueva base de partida, iniciaron la segunda etapa de la maniobra, al amanecer del 11 de febrero (...) El Comando Supremo empezaba a percibir la magnitud del peligro.

La jornada siguiente, la columna adversaria de la derecha forzaba por sorpresa la defensa demasiado descuidada que había quedado en el puente de San Martín y escalaba la zona abrupta, venciendo nuestra resistencia compuesta de tropas que recibían su bautismo de fuego y cuya moral evidentemente no era muy sólida (...) No obstante, nuestra Agrupación de tropas de Arganda, improvisada como gran unidad y auxiliada por las reservas que la defensa de Madrid había dislocado previosamiente en el eje puente de Vallecas-Vaciamadrid, no se conformó con frenar la embestida, sino que, empleando sus carros y reservas, contraatacó enérgicamente hacia el puente de Pindoque, reacción que desarticuló la maniobra en profundidad de la columna que llevaba la iniciativa del esfuerzo enemigo hacia Arganda. En tal reacción tuvieron una brillante actuación los carros y la Brigada Internacional dislocada en ese sector.

(...) Sin duda, la maniobra que el adversario había iniciado en el Jarama con tan franco éxito era grave. Se hacía probable que en pocas jornadas, si no se detenía el avance de manera terminante, Madrid quedase cortado de Valencia (...).

(...) Ahora bien, si el enemigo podía acumular en su esfuerzo mayor potencia, el Mando Supremo de la República no carecía en esa ocasión de medios. Los había adquirido y en ellos confiaba. (...) Aunque nuestras fuerzas fueron batidas al comienzo (sólo las unidades sorprendidas por el ataque inicial), en verdad no estábamos derrotados.

El Mando Supremo decidió afrontar resueltamente la batalla, empeñando la totalidad de los medios y renunciando a toda idea de repliegue o de retirada. Era una decisión digna de aplauso, en la que no se excluía la idea de batir al adversario antes de que hubiera alcanzado el objetivo de su maniobra (...).

El día 12 entraron ya en acción, con sorpresa para el enemigo, nuestras unidades de carros de combate y nuestra aviación reforzada. Nuestra sorpresa del día 6 la tuvo el adversario el día 12. Tales medios frenaron por completo su ataque y dieron tiempo a la llegada al campo de batalla de tropas más avezadas en la lucha, sacadas del frente de Madrid y reforzadas con artillería y con modernas baterías antiaéreas. La balanza de poderío se equilibraba.

(...) Desde aquella jornada, el avance enemigo se hizo lento, difícil y costosísimo, y la lucha, en conjunto, sangrienta y extraordinariamente confusa, porque si era vigorosa la voluntad de atacar no lo era menos la de resistir y contraatacar. En muchos lugares del frente, el adversario tuvo que ceder terreno.

Los refuerzos llegaban incesantemente a la batalla por ambas partes y, al parecer, los dos contendientes los utilizábamos del mismo modo, simplísimamente, como lo exigían las eventuales crisis de la lucha; por nuestra parte, con la idea de contrarrestar automáticamente todo intento de penetración, de contener a toda costa y de rechazar cualquier filtración. No había tiempo para reunir unidades y montar con rigor contraataques, porque el factor tiempo tenía un valor angustioso (...) Lo esencial era detener el ataque antes de aplicar la respuesta.

El día 13 se acentuó la confusión táctica, y por el desorden con que se realizaba la lucha y los vaivenes de la línea de combate, verdaderamente imprecisa e inconsistente, creíamos hallarnos en el momento crítico de la batalla.El Comando Superior (...) resolvió que quedasen en Madrid las reservas estrictas y se reuniese en el Jarama lo necesario para asegurar -cuando menos- el aplastamiento de la maniobra, impidiendo una penetración más profunda.(...) Volvíamos a hallarnos ante un problema de organización angustioso, por la urgencia con que había que resolverlo en plena batalla. Más que la cantidad de tropas precisas para la lucha -pues había bastantes- importaban su orden y su calidad; más que el acierto rigorista de las disposiciones tácticas que se adoptasen, importaba la reacción moral de la gente y la firme resolución de detener al enemigo. No interesaba mucho el detalle de las posiciones en que esto se hubiese de lograr, pero sí que se lograse urgentemente, en el llano o en la zona montañosa, cerrando el acceso del enemigo a la red de carreteras del este de Madrid.Pero también era de gran importancia discernir algo que aún no estaba claro: si el ataque del enemigo era su acción principal, o si en él había empleado solamente las tropas estrictas para una fuerte demostración de fuerza, mientras se reservaba las más numerosas y mejores para el ataque a Madrid, en el caso de que nosotros llevásemos al Jarama todas las reservas. Y no podía juzgarse que el ataque por el Jarama fuese el principal, porque el frente de Madrid no estaba inactivo y porque la maniobra de las reservas y artillería adversarias, desde el centro de gravedad de la Marañosa al centro de gravedad de la Casa de Campo o de Campamento, era un simple problema de media jornada (...)Los refuerzos de aviación y carros que por entonces recibimos actuaron con una resolución y una eficacia extraordinarias. Nuestras primeras baterías antiaéreas automáticas debutaron también en el Jarama; tres de las Brigadas Internacionales, las españolas de nueva organización y las tropas seleccionadas de la defensa de Madrid, rivalizaban, emulándose y batiéndose de manera ejemplar; la lucha no cesaba día y noche y las tropas no se conformaban con detener al adversario; contraatacaban sobre cada nueva porción de terreno conquistado y, de este modo, las posiciones se perdían y se volvían a ganar, agotándose en tales esfuerzos el ímpetu del ataque.La mitad de la artillería de la defensa de Madrid fue a participar en la detención yu en la batalla; y para no sacar más tropas de la capital, se respondió desde su frente con otros contraataques, especialmente de la 4ª División (Vallecas), lo que contribuiría a desarticular el despliegue enemigo y a restar potencia a su ataque por el Jarama.


Aviación, carros y artilleríaPocas eran las porciones de terreno que se cedían al adversario, pero ¡a costa de cuántas bajas! De la arista montañosa que había ocupado paralela al río, el punto esencial era la posición denominada El Pingarrón. Sobre ella se orientaron los esfuerzos de nuestros contraataques que culminaron hacia el día 17. Posiblemente, entre todos los cerros que han jalonado nuestro frente general de guerra, el de El Pingarrón, en el Jarama, es el que puede escribir su propia historia con mayor cantidad de sangre. Durante tres días fue objeto de incesantes acometidas con el propósito de dominarlo para luego descender hacia el río y cortar por San Martín de la Vega el paso a las fuerzas atacantes, que ya se hallaban en nuestra orilla. Con ese objeto se dio la máxima amplitud a nuestro contraataque del día 21. Todos los esfuerzos fueron inútiles.La batalla quedó localizada en ese posición, a donde el enemigo acudió con sus mejores tropas y contra la que nosotros empeñamos también nuestras mejores unidades. Pasó varias veces de unas manos a otras; en el se estrellaron ambos contendientes y cayeron las granadas y las bombas con mayor profusión. Se batieron en lucha cuerpo a cuerpo innumerables batallones, desde la tercera jornada de la segunda fase de la batalla hasta la última (...). Tres elementos desempeñaron en esta batalla sobresaliente papel: la aviación, los carros de combate y la artillería. La primera, extraordinariamente reforzada con nuevos modelos alemanes, en el campo adversario; y en el propio, con una importante masa de caza, que se mostró superior a la del enemigo. Ello daría ocasión a que se librase en el Jarama lo que -si mi información no es errónea- sería la mayor batalla aérea de la historia de la guerra llevada a cabo hasta entonces, pues intervinieron más de cien aviones de caza y bombardeo. El triunfo correspondió a la aviación del Gobierno, que quedó dueña del aire.Dicha Arma colaboró eficazmente con las tropas de tierra y, en algún momento, de manera decisiva para el combate empeñado. En algunas situaciones no dudó en afrontar el combate aéreo en condiciones de inferioridad, con una acometividad notable (...). El número de servicios prestados algunos días por determinados pilotos desbordaba cuanto de ellos era humana y técnicamente correcto exigir (...).Los carros también se mostraron superiores en número y en eficacia a los del adversario, y combatieron igualmente con verdadero espíritu de sacrificio contra los enemigos, contra las tropas y en misiones de reconocimiento, en los momento sde confusión en que no se podía saber dónde se hallaba la línea de combate, qué terreno se había tenido que ceder y qué porciones resistían desesperadamente y esperaban apoyo. Lucharon también en sus dos formas típicas de empleo: con autonomía y adscritos a algunas de las unidades de choque, especialmente en los principales contraataques.En cuanto a la artillería, la adversaria fue manifiestamente superior en número y en calidad. Allí apareció el famoso 8.8 alemán y se ensayaron nuevos métodos de tiro sorprendentemente precisos; en esa batalla se acreditaría también la eficacia de las baterías de defensa contra aeronaves de dirección de tiro automático, las cuales, en algunas de las situaciones críticas de la batalla, tuvieron que hacer sus primeros ensayos de fuego contra objetivos terrestres.


ConclusionesLa batalla del Jarama se puede considerar como un hecho táctico simplísimo, rudo, elemental, sangriento y de estilo falangista (*), con dos frentes chocando, en una brutal fricción, sin ningún resultado. Sólo grietas, pequeños objetivos que se alcanzan y se pierden en un espacio limitado y, en fin, relevo incesante de unidades desgastadas, sin otro fruto que ganar unos metros de terreno (...).No se puede afirmar que en el Jarama hubiera sido derrotado nuestro adversario. Tampoco lo habíamos sido nosotros. Pero, pese a la indeterminación en que quedó la lucha, nosotros podíamos afirmar -porque así era público- que la maniobra adversaria había fracasado, lo mismo que había sucedido cuando el mes anterior operó contra nuestra ala derecha por Las Rozas.En ambos casos, el enemigo había ganado una porción de terreno; pero no había derrotado a nuestras fuerzas, no había logrado ningún objetivo de valor táctico o estratégico, no había destruido nuestro sistema de fuerzas ni cortado nuestras comunicaciones. En cambio, se había impuesto un agotamiento que lo incapacitaba para lograr culminar sus maniobras.Por ello, el triunfo era categóricamente nuestro; y ahora que se conocen con toda amplitud los propósitos que perseguía en su empresa en el Jarama, también se puede afirmar que la victoria fue nuestra, porque nuestro combatiente logró que fracasara una maniobra táctica que pretendió ser decisiva y no sólo no alcanzó esta finalidad, sino tampoco los objetivos tácticos que por su valor compensaran el daño sufrido.(...) El Jarama era una réplica contundente a la conquista de Málaga que los rebeldes habían llevado a cabo por las mismas fechas.


(*) Me refiero, naturalmente, a la falange griega.

 

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La batalla del Jarama recogido de «Así fue la defensa de Madrid» del General Vicente Rojo.