No era Putin, era Facebook Imprimir
Imperio - Desinformación y Propaganda
Escrito por Pascual Serrano   
Viernes, 06 de Abril de 2018 00:00

Desde que Donald Trump ganó las elecciones estadounidenses llevamos más de un año escuchando que tras ese resultado se encuentra una intervención electrónica de Rusia:  “Cómo fue el ‘hackeo’ de piratas informáticos de Rusia durante las elecciones de Estados Unidos” (BBC, 17-12-2016), “Hillary Clinton dice que perdió las elecciones por Rusia, WikiLeaks y FBI” (AFP-El País, 3-5-2017), “Rusia creó perfiles falsos de estadounidenses para influenciar en las elecciones” (The New York Times, 19-9-2017).

Pues bien, ahora hemos sabido que la consultora Cambridge Analytica, que trabajaba para la campaña de Trump, recopiló datos personales de más de 50 millones de usuarios de Facebook para apoyar la candidatura presidencial de Trump y el ‘sí’ en el referéndum del Brexit. Cambridge Analytica  construyó un programa informático destinado a predecir las decisiones de los votantes e influir en ellos. Entre los inversores en Cambridge Analytica están el estratega jefe de Trump y exjefe de su campaña electoral en 2016, Steve Bannon, y un destacado donante republicano, Robert Mercer. La campaña electoral de Trump contrató a Cambridge Analytica en junio de 2016 y pagó más de 6 millones de dólares.

La cadena británica Channel 4 News hizo público un vídeo grabado con cámara oculta a varios directivos de Cambridge Analytica en el que  se ve a los directivos de la empresa reconocer haber manipulado actividades de índole política y social en China, Brasil, México, Malasia y Australia, o haber participado en las últimas elecciones en Kenia. En las grabaciones también se aprecia cómo reconocen que la empresa difunde noticias falsas en redes sociales para presionar a los candidatos. Asimismo, también le explica al periodista que han llegado a contratar prostitutas ucranianas y concertar encuentros con personajes públicos para tenderles trampas. “Se que suena terrible dicho así, pero hay cosas que no necesitan ser verdad siempre, basta con que la gente crea que lo es”, dice el directivo. En realidad es un modus operandi que ya tiene varios años: neonatos arrancados por las tropas de Sadam Hussein de sus incubadoras en Kuwait,  un cormorán manchado de petróleo, una masacre en Timisoara. Todo se descubrió después que era mentira, pero lograron su objetivo, el de promover el estado de opinión que deseaban, incluido el apoyo a intervenciones militares.

Los elementos novedosos ahora son la implicación -incluso complicidad aunque lo nieguen- de Facebook y el hecho de que precisamente los que siguen ejecutando los engaños tienen el cinismo de decir que hay que promover una legislación para protegernos de las mentiras e intoxicaciones informativas e informáticas de los otros países: Rusia, Corea del Norte, Venezuela…

De la primera cuestión vale la pena hacer algunas reflexiones. Una de ellas es que la gente facilitó voluntariamente los datos a través de Facebook, lo que muestra la poca percepción que tenemos del valor de nuestra intimidad y el tremendo poder que se puede lograr accediendo a ella. Otro detalle curioso es el argumento de Facebook para eximirse de responsabilidades. Según señalan, la empresa Cambridge Analytica engañó a los gestores de la red social porque usó para venta y publicidad unos datos recogidos, en teoría, para mejorar la experiencia de usuario en una aplicación. Pero esta cuestión es irrelevante, lo grave es que los datos se solicitan constantemente, la gente los ofrece y luego pueden servir para influir electoralmente y quien sabe en cuántas otras cosas más. Brad Parscale, el experto en redes que trabajó para Trump en la campaña electoral, afirma que lanzó cada día un promedio entre 50.000 y 60.000 variaciones de anuncios de Facebook durante la campaña de Trump, todos dirigidos a distintos segmentos del electorado y que ese trabajo fue clave en el triunfo de Trump, algo que pocos dudan.

Dos recientes libros nos están recordando el poder de las empresas que han creado las redes sociales a las que estamos entregando toda la información de nuestra vida. En El Dorado. Una historia crítica de internet (Clave Intelecual), Enric Puig nos cuenta cómo en un determinado momento, en lo que parecía ser una relación entre amigos mediante una herramienta que es Facebook aparecía una extraña triangulación por la que, con la subida de nuestras fotos “y con el círculo vicioso de deseos insatisfechos que generaba, de alguna forma se nos hizo patente que existía una tercera persona que no solo deseaba todavía más que nosotros, sino que además satisfacía efectivamente ese deseo”. “El que en un principio apareció como el primer amigo que se materializaba en nuestra recién estrenada comunidad virtual, de nombre Mark [se refiere a Mark Zuckerberg, creador y presidente de Facebook], quien tenía en un inicio el deseo oculto de ser compañero de todos, reveló poseer otro anhelo más perverso: que esa comunicación nunca cesara; que ese bucle de preguntas jamás satisfechas [“¿os gusta esto?”, “¿os gusto yo?”], basadas en el deseo, se prolongara para crear más contenidos, más adeptos, más datos”.

El otro de los libros es Dietética digital. Para adelgazar al Gran Hermano (Icaria), de Víctor Sampedro. Este catedrático de Comunicación Política y Opinión Pública nos recuerda que, con cuentas en uno de cada cuatro habitantes del planeta hasta sumar dos mil millones de usuarios, Facebook puede simultanear el Gran Hermano de George Orwell y Un Mundo feliz de Adous Huxley, si bien preferirá presentarse siempre como lo segundo. Será el Gran Hermano porque, como bien mostró Edward Snowden, las redes están sirviendo como perfecta herramienta de vigilancia para los poderoros colaborando con la poderosa NSA estadounidense. Pero también han logrado crear el Mundo Feliz de Huxley a través de la ilusión de hacernos creer que estamos teniendo una intensa vida social, que nuestra vida personal es interesante para unos amigos que solo son virtuales. El resultado es que terminamos enganchados a la tecnología y al consumo mientras ofrecemos toda la información sobre nosotros a la red y a Facebook. Nos sorprendería saber todo lo que Facebook puede recoger y procesar de nosotros gracias a la información que le proporcionamos. En su libro Networks of Control (Redes de Control), Wolfie Christl explica que Facebook ha patentado un mecanismo que le permite calcular el tiempo diario de desplazamiento de los usuarios de casa al trabajo. Mediante esos y otros datos logra clasificar a los usuarios en clases sociales y poder adquisitivo. Asimismo, varios usuarios de Facebook al descargar una copia de la información que la compañía guarda sobre ellos han descubrierto que, entre los archivos, junto a las fotos y mensajes publicados en el muro, figuran listados de llamadas y mensajes enviados desde su teléfono durante los últimos años. Las listas detallan la duración de las llamadas, si eran entrantes o salientes, la hora en la que se realizaron y el destinatario.

Por último Sampedro también nos llama la atención sobre el hecho de que Facebook es el ecosistema ideal para las noticias inventadas. Las noticias falsas triunfan porque sus diseñadores saben que la estrategia es viralizarlas a través las redes y las plataformas, lugares donde no existen principios editoriales ni prácticas profesionales. Además, como bien señalaba la periodista Ellie Mae O’Hagan en The Guardian, un cambio de algoritmo de Facebook puede hacer bajar las entradas a un medio a la mitad o duplicarlas, incluso llevarlo a la bancarrota. Redes como Facebook son hoy el formato publicitario ideal para los bulos. Si lo sabrá Donald Trump.

Y, para colmo, no paran de decirnos que eso es la “revolución” digital que nos democratiza y con la que nos movilizamos, y que los espías tecnológicos y los que nos intoxican con falsedades son los rusos.

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Fuente: Público