Balzac, la visión de quien oposita a aristócrata Imprimir
Cultura - Libros / Literatura
Escrito por Ramón Pedregal Casanova / UCR   
Sábado, 27 de Octubre de 2012 00:00

22_la_muchachaSé lo dura que es mi franqueza pero el único consuelo que puede quedarle a los buenos ciudadanos, en medio del peligro en que esos hombres han puesto la cosa pública, es juzgarlos de forma severa. Robespierre. Discurso en la Asamblea Nacional (1791)

Ese mundo quedaba a las espaldas de la historia que se nos cuenta en La muchacha de los ojos de oro (*). Honoré Balzac intercaló la sílaba “de” entre nombre y apellido por su deseo de asimilarse a la aristocracia, que la empleaba como elemento de distinción, y es que Honoré “de” Balzac quería, como muchos artistas de hoy y artistas de antes, durante y después de su tiempo, pertenecer o seguir sirviendo a los poderosos. Con ese fin buscó relaciones de matrimonio con mujeres del círculo aristocrático: ninguna quiso.

 

 

 Lo que le dio una posición destacada fue la literatura, aunque no desde el principio. Debió escribir varias novelas mediocres mientras se cargaba de deudas, hasta que acertó en el hacer literario. Le llegó su muerte a los 51 años (1789-1850). Autor de La Comedia Humana, compendio de 85 novelas, título en contraposición a La Divina Comedia, de Dante, hizo en ella un dibujo realista, con rasgos románticos en algunos casos, de los círculos del infierno de la sociedad que iba de 1815 a 1830.

Declara Balzac que escribe para levantar acta de las costumbres, formas de vida y espíritu de su tiempo. El momento histórico en el que apoya la ficción novelesca proviene de la Revolución de 1789 con la derrota de la monarquía absolutista, la instauración de la Primera República, la Declaración de los Derechos del Hombre y dos años más tarde la Declaración de los Derechos de la Mujer, que se sumó a la primera. La República de 1789 hizo ciudadanos a los súbditos, dio derechos al pueblo y aceleró los cambios en la producción, en el comercio y en las formas de vida, hasta el punto que el restablecimiento de la monarquía borbona, 1815, tuvo que ser constitucionalista: no les era posible volver más atrás, ya no cabía el absolutismo. La borbonada duró hasta 1830. La relación de fuerzas iba a cambiar sin que pasase mucho tiempo.

Marx dijo de Balzac que había levantado más conciencias que muchos revolucionarios

En La muchacha de los ojos de oro, perteneciente a La comedia Humana, Balzac nos muestra el París fundamentado por el principio raíz de la burguesía, la pasión por conseguir dinero, su acumulación, todo debe convertirse en dinero, puesto que para ésta clase su principio, por encima de lo demás, es la obtención de dinero, y toda la sociedad funciona con ese principio rector según el cuál cualquier deseo es conseguible; de ahí que se repita una frase en la novela como definición del nuevo paradigma en el que está sumergido el ciudadano, sea de la clase que sea: oro y placer; y cuando algún término se repite con insistencia en una novela es porque su significado trasciende a toda ella: la muchacha de los ojos de oro, protagonista de la novela, reúne los dos elementos en sí misma.

La muchacha de los ojos de oro se divide en tres partes: Fisonomías parisinas; Una buena fortuna singular y La fuerza de la sangre. Como vemos en los títulos, en ella se mezclan dos corrientes de su tiempo: el romanticismo y el realismo. La primera nos muestra los círculos del infierno de esa sociedad, la clase proletaria, que trabaja como una bestia para conseguir dinero semanalmente e ir a gastárselo en la taberna, buscando el placer para volver al trabajo sin fuerzas para rebelarse. Después está la pequeña burguesía, que trata de juntar dinero en los comercios para impulsar una vida dentro del orden y con aspiraciones ruines. A continuación, la burguesía, avariciosa, falsa, que reúne los capitales sacados de las necesidades del pueblo para con ello proyectar a sus hijos y a ellos mismos a las posiciones más altas del Estado y hacerse con un sitio junto a la aristocracia. Le sigue el grupo de artistas, de ego inmenso, busca vidas y en un continuo intento de complacencia de los de arriba- Y, finalmente, la aristocracia, la clase frente a las demás, parece decirnos que cuenta con las virtudes pero no es el modelo de sociedad adecuada. Carlos Marx parece que dijo de Balzac que había levantado más conciencias revolucionarias que muchos revolucionarios.

Han robado tanto como les ha sido posible

La acción de La muchacha de los ojos de oro trascurre en una relación en triángulo, muy propia de la novela francesa del siglo XIX. El sistema matrimonial estaba basado en acuerdos de negocio. En lo particular de la pareja encontramos que la muchacha hace que su amante se vista de mujer, apenas son dos líneas. Sabemos que el protagonista es un joven venido de provincias que vive del legado de un padre aristócrata que le abandona, por eso va de unas manos a otras hasta que un cura, que aprovecha el caso para vivir de él, lo tutela: lo nutrió con su experiencia, le hizo ir muy poco a las iglesias, cerradas a la sazón. La revolución había quitado el poder a la iglesia, que era la que disponía todo. Balzac describe al sacerdote de la siguiente manera: … este sacerdote vicioso pero político, incrédulo pero sabio, pérfido pero afable, débil en apariencia pero con tanto vigor en las ideas como en el cuerpo, le fue de tanta utilidad cierta a su alumno, se mostró tan complaciente con sus vicios, calculó tan bien todas las fuerzas, fue tan penetrante cuando hubo que hacer algún descuento de efectos humanos, tan joven en la mesa, y en la mesa de juego de Frascati … El protagonista es un hijo perdido de la aristocracia, educado en la pasión del oro y el placer, y cuyo principal objeto es la apropiación y el desprecio posterior de mujeres. El conjunto desemboca en la idea de que el orden en el que vive induce al consumo inmediato. En un momento determinado el autor dice que esa clase de jóvenes nunca aparecen por la buena sociedad, … son seres mediocres que tienen agobiada a Francia. Todo en ese orden es efímero. El pasado familiar, que hermana a los dos protagonistas, pesa tanto que los destruirá.

Para los cinéfilos, hay que decir que hay película de la novela con el mismo título, La muchacha de los ojos de oro (1961). También en la novela contemporánea Juan Marsé hizo referencia a ella con su título La muchacha de las bragas de oro. Balzac hizo su homenaje a la literatura que le precedió. Es el caso de Melmoth el herrabundo, que él retomó con el título de Melmoth reconciliado, sabiendo captar y tocar la médula espinal del capitalismo: Melmoth vende su poder terrible a otro que lo lleva a la Bolsa de París, y el poder aquel se compra y se vende en el juego de los especuladores financieros, hasta que deja de tener valor; han robado con aquel poder tanto como les ha sido posible, hasta que la burbuja estalla, se descubre que no hay tal poder, es una estafa.

Un último apunte sobre La muchacha de los ojos de oro. Balzac, al final de la primera parte, deja a la muchacha de los ojos de oro subiéndose al coche de caballos: puso la mano en la ventanilla y agitó el pañuelo a hurtadillas de la dueña sin importarle el qué dirán de los curiosos e indicándole a Henri, a fuerza de pañuelo, sígueme”. Oro y placer. “Sígueme” era la palabra que las hetairas griegas llevaban grabadas en sus sandalias para dejarla marcada en la arena. Con esta jugada nos coloca ante la perspectiva de las partes segunda y tercera de la novela, que se van a referir a la procedencia de la fortuna del protagonista y a la relación que mantienen la muchacha y él, que, en los momentos álgidos de sus encuentros, le llama Adolphe. Quizá Balzac tenía la intención de llevar a quien lee el recuerdo de una novela bien conocida del romanticismo. Debemos tener en cuenta que Balzac hace mención continua de obras clásicas del teatro, la literatura, la pintura, y también la mitología y la historia lejana y cercana a él. Sólo queda añadir que por sus páginas circulan clasismo y machismo a raudales. Él, al fin y al cabo, tenía puestos sus intereses en la aristocracia. Quien lea, tiene la oportunidad de encontrarse con una obra literaria que se ofrece para aguzar su sentido crítico.

 


Honoré de Balzac. La muchacha de los ojos de oro. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Editorial Alba

 

Ramón Pedregal Casanova es escritor y periodista