A la intemperie. A propósito del último disco de Luis Eduardo Aute Imprimir
Cultura - Música
Escrito por Luis Arias Argüelles-Meres en La Nueva España   
Miércoles, 24 de Noviembre de 2010 05:23

Luis Eduardo Aute publica su último disco: IntemperieLas grandes ideas llegan al mundo tan suavemente como las palomas. Quizás, entonces, si escuchamos con atención, oiremos, en medio de la conmoción producida por imperios y naciones, un tenue aleteo, al tímido despertar de la vida y la esperanza. (Albert Camus).

La Historia es el registro de lo que un período encuentra digno de mención en otro. (Burckhardt).

Una lluvia incesante. Un paisaje otoñal que propende a ocultar su esplendor tras la niebla. Unas nubes grises que amenazan con reventar en cualquier momento. Una Luna llena obnubilada. Un panorama para el recogimiento y la melancolía. Es entonces cuando uno se pregunta si hay algo en la actualidad que nos pueda conducir a la lectura sosegada, a la música envolvente. A propósito de lo primero, ahí está el centenario de la muerte de Tolstoi, uno de los grandes patriarcas de la novela. A propósito de lo segundo, se diría que no es casualidad que Aute nos acabe de obsequiar con un nuevo disco que, miren ustedes por dónde, tiene como título «Intemperie».

 

¿De qué casualidades estoy hablando? Pues de aquel último septiembre de mandato del dictador en el que tuvieron lugar los fusilamientos que llevaron a Aute a componer aquella hermosísima y combativa canción de amor que tiene por título «Al alba». ¿De qué casualidades estoy hablando? De aquel disco de Aute, titulado «Alas y balas», que salió a la palestra pública en plena guerra de Irak, del que recuerdo lo mucho que llovía cuando lo escuché por vez primera. ¿De qué casualidades estoy hablando? De esta intemperie en la que nos encontramos en lo tocante a referencias mínimamente válidas. De esta ausencia clamorosa de ambiciones estéticas. De momentos en los que la melancolía nos apodera y no podemos evitar abismarnos en nosotros mismos en espera de que suspiros nos alivien, así como de sosiegos que nos saquen a flote.

A la intemperie, siendo conscientes de que vivimos en un país con una política exterior cautiva ante los atropellos que está cometiendo el reino de Marruecos con el Sahara. ¿Cómo es posible que aquellos faranduleros de la ceja que pidieron el voto para Zapatero sigan por ahí sin sonrojarse? ¿Cómo es posible que apenas se oigan voces que nos recuerden nuestro compromiso moral con el pueblo saharaui? ¿Cómo es posible que no se ponga de relieve que la política exterior española esté siendo solidaria de lo que decidió el franquismo agonizante con respecto a ese pueblo al que no le permiten pronunciarse sobre su futuro? ¿Cómo es posible que nadie quiera caer en la cuenta de que fue precisamente la política exterior de Aznar la causante de que el país se pusiese en su contra?

A la intemperie. Cuando escuchamos «Al alba» por vez primera, nos movía el horror ante lo que estaba sucediendo. Ahora, lo que nos mueve es el asco y la orfandad. Asco ante el clientelismo y los discursos cautivos, ante la estupidez revestida de «buen rollito». Y, en todo momento, Aute siempre estuvo ahí, con criterio propio, con coraje suficiente para distanciarse del poder, mientras que otros no dejaron de enviar guiños, o, en todo caso, guardaron silencios difícilmente explicables ante renuncios y renuncias intragables.

A la intemperie. En tiempos como éstos, nos estremece la certeza de que, frente a tanta nadería, frente a tanta estupidez, no haya un contrapeso de pensamiento que nos sirva de desquite. Cuando todo hace aguas, cuando tenemos un Gobierno marcado por sus continuos vaivenes en su política nacional, se pone de manifiesto también su ausencia de política exterior.

Se diría que para Aznar su momento de gloria fue pensar que las Azores eran Yalta. Y que, para Zapatero su sueño dorado es «la conjunción planetaria» de la que habló doña Leire. ¡Qué grandeza, Dios mío, qué grandeza!

De otro lado, ¿para qué hablar de lo que ocurre en la vida pública de este país puertas adentro? Como diría el propio Aute, «queda la música» para acompañarnos en nuestro ensimismamiento. Queda también, claro está, la lectura, la buena lectura.

Y es que, por muy pesimistas que nos pongamos, la misma actualidad que nos abochorna, nos indigna y nos mueve a recluirnos, nos remite a la buena literatura y a la buena música. Nos remite a una obra literaria gigantesca como es la de Tolstoi, personaje que, a poco que se le conozca, suscita en nosotros un interés extraordinario. Nos devuelve a un cantautor independiente e intimista que sigue utilizando las canciones de amor como armas de combate.

En esta actualidad se cuelan la buena literatura y la buena música que nos sirven de cobijo ante todas las intemperies que en el mundo están siendo.

¡Qué alivio!