La muerte de un entrenador, Aragonés, y la de un filósofo, Carlos París: España en crisis intelectual. Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Javier Fisac Seco   
Martes, 04 de Febrero de 2014 06:48

El eco atronador que ha tenido la muerte del entrenador de fútbol, Luis Aragonés, contrasta fuertemente con el escaso eco, apenas un discreto runrún, con la de un catedrático de filosofía, militante comunista durante la Dictadura, pensador crítico y crítico de pensadores, semilla de reflexión y profesor de intelectuales. Y lo digo sin pasión porque yo no soy del PCE, en estos tiempos. Hay casi que escudriñar en el fondo de las páginas de la prensa para encontrar la noticia de la muerte de Carlos París.

 

Y con la única excepción del periódico virtual “Público”, apenas si encontramos poco más que una tímida y forzada esquela en la prensa y medios televisivos y radiados de los medios que, en los tiempos de la “transición”, el cuento de la lechera, hubieran sido de izquierdas. No encontramos ni una sola reflexión crítica sobre la falta de pensamiento crítico en la actualidad. Todo parece embotado. En la superficie y buena conciencia institucional, porque debajo de ella permanecen los herejes, librepensadores y hedonistas.

Qué futuro puede tener un país, cuando ese país no tiene intelectuales. Y si los tiene están en la periferia de los medios de comunicaciones como exiliados de su propia conciencia; la conciencia de clase del pueblo. Un pueblo sin conciencia de sus propios intereses ¿hacia dónde camina? Un pueblo sin intelectuales ¿por quién será guiado y hacia dónde? En todo tiempo, las condiciones objetivas para la revolución están dadas, porque en todo tiempo ha existido, como un ejercicio de brutalidad sanguinaria, la explotación y dominación económica, política y moral-religiosa. Pero toda revolución es inconcebible, es imposible, sin las condiciones subjetivas: las fuerzas intelectuales.

El Renacimiento hubiera sido impensable sin Petrarca, sin Boccacio, sin el Aretino, sin Rafael, sin Leonardo, sin Botticelli, sin Pico de la Mirandola, sin Marsilio Ficinio, sin Copérnico, sin Kepler, sin Galileo…sin herejes; la Ilustración hubiera sido impensable sin Winstanley, Gay, Godwin, Locke, Montesquieu, Voltaire, Helvecio, Holbach, Turgot, Condorcet, Rousseau, Diderot, Dalambert…sin la Enciclopedia y los enciclopedistas. Las revoluciones hubieran sido inconcebibles sin Bakunin, Marx, Lenin, Mao, el Che…Las condiciones subjetivas, el pensamiento revolucionario, hereje, librepensador y hedonista, son condición necesaria para transformar las objetivas, los movimientos sociales, en revolucionarias. ¿Dónde están hoy día?

Hoy, aún bajo la influencia del nacionalcatolicismo, los partidos de izquierda, que no el pueblo que en su práctica diaria usa anticonceptivos, aborta, es feminista, se divorcia, es homosexual, no va a misa, ni se confiesa… por lo que ha dejado de ser católico, los militantes de izquierda, empezando por sus cabezas dirigentes, tanto socialistas como nacionalistas, cuando les preguntas por su ideología, reaccionan, en primer lugar, desconcertados y, al poco de reflexionar te responden como si no tuvieran otro referente ideológico en su cabeza que la doctrina cristiana.

Las cabezas pensantes de las izquierdas, resulta que presiden las procesiones con más rigor, incluso, que las damas apostólicas de la derecha tridentina. Invocan, sus intelectuales, catedráticos de cualquier filosofía, sociología o historia, a las bondades del catolicismo y el compromiso social del actual papa. Que por lo visto es un revolucionario en potencia. Catedráticos que ya no son tan niños, puesto que deberían estar jubilados, hablan de la religión como si fuera su referente ideológico. Y eso que nacieron bajo el yugo del nacionalcatolicismo.

La tradición revolucionaria y su pensamiento crítico, republicano, laico, anticlerical y progresista, progresista de la Ilustración, de la aportación que nos hizo el anarquismo y también el marxismo ha sido borrada de nuestras memorias como por efectos de un autolavado de cerebro. Ya no se habla de Bakunin, ni de Fourier, ni de Darwin, ni de Marx, ni de Nietzsche, ni de Freud, ni de Fromm, ni de Reich, ni de Marcuse… ¿Qué fue de la escuela de Frankfurt?

¿Alguien en las izquierdas ha oído hablar, alguna vez, de Anna Arendt, de Paul Hazard, de Sabine, de Foucault, de Castilla del Pino, de Fernández Buey, de Azaña, de Mandel, de Rossana Rossanda, de Betty Friedan, de Simón de Beauvoir, de Mary Wollstronecraft, de Flora Tristán, de Emmeline Pankhurst, de Clara Campoamor… y tantas y tantas raíces del árbol de la ciencia y de la felicidad, del bien y del mal, prohibido por los dioses, fundamentos del pensamiento progresista. Nuestra única esperanza. Nuestro único guía.

Nos hemos quedado sin freudomarxistas, muchos de los que lean este artículo pensarán que vengo de la estratosfera. Este lenguaje, estos nombres, ni les sonarán. No son fuente de conocimientos, ni de sabiduría, ni de pensamiento crítico en sus memorias. El Renacimiento, la Ilustración y el materialismo revolucionario y progresista del siglo XIX y XX, la República y su fiebre intelectual, sus intelectuales, han sido borrados de nuestro pensamiento y de los libros de filosofía, de historia, de pensamiento político. El vacío ocupa su ausencia.

…las bibliotecas están vacías. Ya no tenemos revistas, como antaño. Ni siquiera tenemos revistas de pensamiento crítico. La Nada. Aquéllas como “Triunfo”, “El Viejo Topo”, “Argumentos”, “Tiempo de Historia”, “Leviatán”, “Hermano lobo”, “Debats”… con su ausencia hemos perdido la memoria.    Y no lo digo con nostalgia sino con sed. Sed de conocimientos. Sed de referentes intelectuales. Sed de debates en la izquierda progresista. Zombis de la nueva inteligencia religiosa que parece dispuesta a secar todo pensamiento crítico y materialista. El triunfo de los dioses frente al pensamiento revolucionario. La contrarrevolución frente a la ilustración. La esperanza frente a la resignación. La revolución frente a la Nada, Dios. Que nos perseguirá hasta destruirnos.

Cuando las izquierdas hablan, arrebatadas por el desencanto social, de democracia social y política, siempre se les olvida la tercera revolución: la moral. Y siempre hablan como si aún no hubieran alcanzado a conocer el pensamiento progresista y crítico de cuantas corrientes y pensadores he citado. Piensan como si estas imprescindibles aportaciones, necesarias para elaborar nuestra conciencia crítica, no hubieran existido jamás.

Los socialistas, atrapados en la doctrina cristiana como único referente ideológico y protegidos por su ignorancia contra todo pensamiento crítico, se autodestruyen. Y los comunistas, que no tienen nada que ganar analizando desde la ignorancia de su pensamiento la realidad social- y  no serán capaces de entender que mi reflexión no la hago contra ellos, sino para que resuciten, se levanten y anden- carecen de las herramientas necesarias para progresar. Estamos desamparados.

Carlos París, espero que tu contribución permanezca como una mecha activa, en todo tiempo, para, algún día, recuperada la esperanza, estallar en un volcán de ideas revolucionarias. O eso o el caos: el triunfo de los castrantes dioses. Nos queda la esperanza, a los desesperados, de que los profesores, esos enseñantes de la educación pública, vuelvan a esas esencias y, algún día, hagan de profetas de la revolución política, económica y moral desde sus trincheras, las aulas. Y más allá, en los movimientos sociales.

 


Javier Fisac Seco es historiador, caricaturista político, creador artístico

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