Reflexiones de un parado de más de cincuenta años PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Paco Arenas / UCR   
Domingo, 10 de Marzo de 2013 06:36
Hoy es uno de esos días en los cuales, desde hace poco más dos meses, siento la desesperación, las ganas de ir contra todo y contra todos, en estos días que me da por pensar y que veo el horizonte azul oscuro casi negro, es algo que no me suele ocurrir soy de naturaleza optimista, lo he sido siempre, porque siempre me ha salido todo más o menos bien. Ahora con ya 53 años me veo en una situación nueva, me sigue faltando tiempo para hacer todo aquello que me gusta, leer, escribir, ver cine, estar con mi hijo, andar y eso que como cuando trabajaba me levanto a las seis o seis y media de la mañana, una hora después de cuando era una persona productiva y útil para mantener a mí familia, pagar mis impuestos para el mantenimiento del Estado…

Confieso que a pesar de mi optimismo, siempre he sido una persona muy crítica con el funcionamiento de las instituciones y de la sociedad en general, siempre he llevado ese “pepito grillo”, machacándome, golpeando inmisericorde mi cerebro diciendo que me había acomodado más de lo deseable, que mi rebeldía se había aburguesado, que ya no era aquel joven activo pacifista pero rebelde, activista de la asamblea de parados de los años 80, a pesar de que tenía trabajo, aquel joven que salía por las noches a pegar carteles…que estaba en todos los fregaos, disfrutando de esa lucha y ese frenesí del riesgo, de la clandestinidad y de la presunta transición. ..

Todo ímpetu, toda pasión el tiempo y la edad la van atemperando todo, lo reconozco, a mí me ocurrió lo mismo, trabajaba y pagaba mis impuestos, veía como el mundo a pesar de sus injusticias iba mejorando, se acortaban las distancias con moderna autovías, que sí que los políticos se llenaban los bolsillos con las comisiones, se construían museos, ciudades de las artes y las ciencias, que se presupuestaban en diez y terminaban costando treinta, tenía muy claro que me estaban robando, pero al mismo tiempo se ponían en marcha la ley de la dependencia, se luchaba contra la violencia de género, se hacían colegios e institutos, cada día eran mayor el número de estudiantes universitarios altamente preparados, se construían hospitales y esas grandes corruptelas las veía como un mal menor, algo propio de una decadente y corrupta clase política e institucional propia de idiosincrasia de este bendito país que con el tiempo, la savia nueva iría eliminando o al menos diluyendo del mismo modo que se iba diluyendo viejo vicios y enfermedades propias de esta bendita tierra, como comenzaba a ocurrir primero con las concepciones fuertemente machistas de la sociedad, que pesar de la gran vergüenza y lacra que representa la violencia machista, se ha avanzado mucho en el psiquis colectivo, los hechos de violencia de genero no los justifica nadie y son condenados tanto por hombres como por mujeres con independencia de ideología, clase social o sexo, siempre habrá un foco vírico difícil de combatir, la homofobia es otro de esas enfermedades en vías de extinción por mucho que el ministro del interior enfermo grave de fascismo diga que el matrimonio homosexual es un peligro para "pervivencia de la especie", posiblemente no vea ese peligro en los conventos de clausura o el celibato, no siempre casto, de los sacerdotes, pero son casos aislados, síntomas de una grave enfermedad que va desapareciendo a medida que las mentes adquieren conocimientos y conciencia.

Es pues, por diversos motivos que esa rebeldía adolescente, ese ímpetu joven de luchar contra todo, fue difuminándose en la medida que las enfermedades sociales iban siendo menos graves y yo iba cumpliendo años.

Con el comienzo de esta crisis, que no es una crisis sino una estafa a los ciudadanos, desde que comenzaron a intentar engañarnos diciéndonos que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, cuando en realidad era que nos habían robado y nos continuaban robando por encima de nuestras posibilidades, aquella rebeldía sedada y aburguesada comenzó a despertar de tan larga siesta, comencé a mirar de nuevo el mundo y la sociedad como un desafío personal y colectivo, comenzó a faltarme tiempo, estaba ávido de información de recibirla y expresarla, volví a escribir , a participar en manifestaciones, a vibrar. Eso, sí desde la comodidad de mi situación laboral.

Jamás pensé que yo sería uno más de esa creciente legión de parados, nadie es imprescindible, yo tampoco lo fui y con muy buenas palabras se me comunico que prescindían de mis servicios, la impotencia, la rabia dio lugar a la desesperación circunstancial en determinado momentos. Al principio comencé a buscar, tanto por internet como físicamente, imprimir currículos, enviar currículos, recorrer polígonos de punta a punta, hablar con contactos, ir a oficinas de empresas… en todos lugares me encontraba el mismo panorama, las mismas contestaciones o parecidas, en otras directamente leía el cartel ”NO SE ACEPTAN CURRICULOS”, incluso en una me indicaron que lo metiese en una caja de cartón con una abertura superior a modo de urna que había sobre un mostrador, detrás del mostrador había otra caja similar para cuando esa estuviese llena reemplazarla.

Cada día que pasa me doy más cuenta de lo infructuoso que resulta buscar trabajo, más viendo que cada día que pasa es mayor el número de parados, cada día voy menos por los polígonos, cada día miro menos las escasas ofertas de trabajo en la red, si hay algo es para menores de treinta y cinco años como condición sine qua non o unos títulos académicos que estoy muy lejos de poseer. Nunca busco trabajo por la noche, porque de lo contrario no duermo. Mi situación no es crítica, pero sí desesperante, veo que esto va a más, que además el terrorismo institucional aleja la esperanza de una jubilación digna para aquellos que pasamos de los cincuenta, no hay trabajo para los jóvenes, para quienes tenemos experiencia pero no juventud ni tan siquiera esperanza.

Las instituciones, los estados democráticos, tienen la obligación de garantizar el bienestar de sus ciudadanos, el trabajo de sus ciudadanos sin que les digan, nos digan

que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, porque es mentira cochina, no somos nosotros quienes realizamos costosos safaris, ni adecuamos palacios a capricho, ni quienes repartimos sobres llenos de dinero, manchado con la sangre de los desahuciados, de los parados. Son ustedes, delincuentes de traje y corbata, quienes nos gobiernan, ustedes los parásitos que nos han robado por encima de nuestras posibilidades, los culpables de la situación.

Somos nosotros quienes debemos darles la patada, mandarlos a donde se merecen, tal vez mañana no me encuentre como me encuentro hoy, tal vez mañana no necesita gritar, seguir el ejemplo del gran Labordeta y gritarles con todas mis ganas:
¡VAYANSE A LA MIERDA!