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Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Julio Anguita   
Domingo, 19 de Agosto de 2012 00:00

Julio AnguitaLos juegos olímpicos, la ola de calor y la plaga de incendios forestales están siendo unos lenitivos para la preocupación e inquietud que sacude a la mayoría de la población española a consecuencia de situaciones personales sin presente, sin futuro y sin perspectivas razonables de que se solucionen o al menos se mitiguen.

Son éstos unos días en los que nos sumergimos, y nos sumergen, en un dulce nirvana hecho de imágenes de emulación deportiva y competitiva. Unos días que se beben con fruición porque se es consciente de que el horror no ha hecho sino empezar.

 

Mientras tanto, en un segundo plano informativo, se van preparando los andamiajes y la parafernalia verbal de un asalto que puede ser el definitivo. Mario Monti ha echado un capote a Mariano Rajoy para que venza la resistencia, real o supuesta, a acatar el rescate que ya está decidido por los dioses: “Hagamos la petición al alimón”.

Un rescate que llevará aparejado las medidas y contrapartidas que el prestamista impone en estos casos. Entre récord y récord batido, el BCE ya ha emitido su veredicto: los salarios deben bajar en España y las relaciones contractuales entre trabajador y empresario deben ser más fluidas. Lo que viene llamándose recesión es ya una depresión con carácter endémico y estructural. En consecuencia, la rueda infernal de depresión, pérdida de ingresos fiscales inherente a esta situación y el mayor déficit causado por una mayor necesidad de gasto para prestaciones sociales, so pena de entrar en un conflicto social fuera de los canales representativos, se plantea como el marco en el que la llamada rentrée tendrá lugar.

Queda muy poco tiempo para abordar una cuestión clave: las soluciones no pueden venir por un cambio en la titularidad del Gobierno o por un sucedáneo de Gobierno de concentración. Es una cuestión de cambio de modelo que comienza por una dolorosa, pero necesaria, recuperación de la soberanía monetaria. Éste es el debate; lo demás, a mi juicio, puro escapismo

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Fuente: El Economista