Sin Solstalgia PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Isaac Rosa   
Domingo, 13 de Mayo de 2012 05:06

Sol 12 de Mayo de 2012Una de las fortalezas más admirables del 15-M es su resistencia a la nostalgia. Tras el impacto de las jornadas de mayo de 2011, con la rica iconografía y la abundante literatura que produjeron, y con los momentos de emoción colectiva que vivimos (estimulados además por la adulación mediática de que gozó el 15-M en sus primeros momentos), lo fácil era caer en la complacencia de evocar una y otra vez aquellos días, volver a ver las fotos emblemáticas, tararear los mismos lemas y contar batallitas junto a la hoguera, que empezasen invariablemente por el orgulloso "Yo estuve allí", "Yo tomé parte en la spanish revolution", "Yo acampé en Sol".

 

Nada de eso: un año después, el 15-M ha sobrevivido a los peores peligros que acechaban su futuro, la nostalgia complaciente entre ellos. Sí, es cierto que hay algunos que sí parecen infectados de una nostalgia de los días de Sol que podríamos llamar Solstalgia, y todavía hoy lamentan el desmantelamiento del campamento y la marcha a la oscura y fría intemperie de los barrios, mientras esperan el mítico día en que regresemos al punto de partida de donde nunca debimos alejarnos. Pero quienes así lo piensan y lo sienten, los solstálgicos, son quienes antes se desvincularon del 15-M, demostrando que nunca entendieron nada.

Sol 12 de mayo de 2012

No son los únicos: también los detractores del 15-M, los que llevan un año celebrando su funeral y estos días repiten la consigna de que ha sido un fracaso, sufren de Solstalgia, echan de menos el tiempo en que la indignación era un espectáculo (mediático, y por eso también los grandes medios sufren Solstalgia, pues también para ellos fueron días grandes, de portadas históricas y conexiones en directo), echan de menos el tiempo en que el malestar social era pura potencia, un estallido informe tan grande como inofensivo, pues mientras estábamos en Sol, controlados, visibles y satisfechos, no nos dedicábamos a ocupar edificios, paralizar desahucios, tomar plazas, nutrir manifestaciones y huelgas, difundir información y pensamiento crítico, y abrir espacios de democracia en cada rincón del país.

En lugar de conformarse con lo conseguido y celebrarse a sí mismo, en vez de quedarse en el "Yo estuve allí", el 15-M dejó Sol y desde entonces no ha parado de crecer. Porque así es: frente a la percepción de los solstálgicos (tanto partidarios como detractores) de que el 15-M ha ido a menos, que ha menguado en apoyo y capacidad de acción, lo cierto es que ha ido a más. Todo depende de cuál sea el punto de referencia para medir su desarrollo.

Si la comparación se hace con aquellas jornadas de mayo, cualquiera pensaría que se ha desinflado, que su capacidad de convocatoria, y sobre todo su visibilidad mediática (que es lo que algunos toman por existencia), han ido a menos. Pero el elemento de comparación no debe ser el 15 de mayo de 2011, ni los días inmediatamente posteriores, pues son excepcionales, únicos, irrepetibles. La comparación no hay que hacerla con el 15, sino con el 14 de mayo de 2011: ver dónde estábamos aquel día, y dónde estamos hoy.

 

Somos más y más fuertes

 

Si lo hacemos así, la conclusión es innegable: somos más, somos más fuertes. Basta hacer recuento de todo lo que hoy tenemos y no teníamos entonces, las nuevas redes de resistencia que se han construido, las nuevas formas de hacer política que han surgido de la imaginación colectiva que despertó el 15-M, los nuevos espacios de solidaridad que han surgido por todo el país, el nuevo lenguaje político acuñado en las plazas, las nuevas intersecciones que se han producido entre formas de lucha organizada ya existentes y las surgidas en el 15-M, y sobre todo, la politización de millones de despolitizados, la toma de conciencia de quienes a través de la asamblea han encontrado esa red, esa forma de hacer política, ese espacio de solidaridad y ese lenguaje con que transformar su malestar en acción. El 15-M ha servido también, en sólo doce meses, para crear nuevos puntos de encuentro de la resistencia ciudadana, y no en un sentido metafórico, no sólo: puntos de encuentro reales, físicos, plazas, parques, calles que han sido recuperadas como espacio público y como espacio político, y a las que todos sabemos que podremos dirigirnos cuando lo necesitemos y allí estarán los demás, los nuestros.

Junto a todo lo anterior, el 15-M ha obligado a otros a moverse (partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación); ha marcado la agenda política con nuevos debates sociales (no sólo el de la dación en pago, aunque sea el más reconocido); ha hecho que en tiempos de depresión y miedo muchos ciudadanos recuperen la autoestima y el valor, y construyan sus resistencias pero también sus formas de vida en los márgenes (con todo tipo de iniciativas basadas en principios de autonomía, solidaridad, cooperación, desde un anticapitalismo primario, espontáneo, pero anticapitalismo al fin); ha creado nuevos entramados en las ciudades (entre barrios, y en el seno de los propios barrios, algunos sin tradición de acción colectiva); y ha desenmascarado la violencia del sistema (que aumenta la represión policial y endurece las leyes para hacer frente a la protesta venidera).

Aunque lo conseguido es mucho, el aniversario de la toma de Sol y otras plazas no es momento de balance. No lo es porque el 15-M no tiene un año de vida: el 15-M empieza ahora, hoy. La crisis no ha hecho más que empezar.

-----------------

Fuente: Más Público