Hollande no nos salvará PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Pedro Montes.   
Miércoles, 09 de Mayo de 2012 03:07

HollandeLa propaganda forma parte de la guerra, al punto de que con razón se dice que la verdad es la primera víctima de ella. La victoria de Hollande ha desatado cierta euforia sobre  el porvenir de Europa al pensarse que el nuevo presidente francés tienen programadas iniciativas que le darán un nuevo impulso al maltrecho proyecto de la unidad europea y aportarán una mejora radical en la desoladora situación económica que viven algunos países, con Grecia condenada ya a la catástrofe y otros haciendo cola para arrojarse por el precipicio.  La guerra en este caso se libra sobre si podrá y debe sobrevivir la Europa de Maastricht, la Europa de la moneda única sin unidad fiscal y sin cohesión social.

 

Tiempo habrá para examinar con detalle la política del nuevo Presidente, que habrá de realizarse teniendo en cuenta su programa, los márgenes para su cumplimiento y la firmeza que ponga en su ejecución,  en la complejidad que tiene la realidad francesa el contexto europeo. Por otra parte, habrá que  distinguir las propuestas económicas y sociales internas para Francia y las iniciativas para modificar las reglas de funcionamiento de Europa. Son estas últimas las que exigen salir al paso inmediatamente para amortiguar el entusiasmo que la victoria de Hollande ha suscitado.

Tres son las medidas  que merecen destacarse. La primera es que el dirigente socialista francés pretende hacer menos dura y más prolongada en  el tiempo la política de austeridad exigida por el Pacto de estabilidad fiscal firmado hace unos meses. La señora Merkel ya ha dicho que una reforma de dicho pacto es innegociable, pero todo permite suponer que exigiéndolo Francia todo se hará con mayor flexibilidad, y así,  el objetivo del déficit cero se postergará al año 2017. Ahora bien,  la suavización del pacto no cambia el carácter depresivo de la política fiscal durante los próximos años, que además tendrá una dureza específica para cada país teniendo en cuenta los niveles de déficit de que se parte y lo contraproducente que es para el mismo objetivo de reducir el déficit el hundimiento de la economía, eso sin considerar otros problemas como el paro agobiante. Por lo que respecta a nuestro país,  de poco o nada va a servir que el déficit público francés, ahora situado en algo más del 5% del PIB, se diluya un año o dos mas tarde.

Hollande  va a proponer que el Banco Central Europeo inyecte liquidez directamente a los Estados, como lo podían hacer antes los bancos centrales de los países integrados en el euro, o ahora  el banco de Inglaterra o la Reserva Federal de Estados Unidos. Tal propuesta debe superar muchos obstáculos formales y de fondo levantados por las actuales normas de funcionamiento de la unión monetaria y propiciará muchas divisiones y controversias en el seno de los países del euro porque, dejando a Alemania que no está por la labor por su afán de garantizada estabilidad de precios, el problema esencial de una reforma de ese calado es fijar los criterios para proporcionar liquidez. Eso significa determinar qué cantidades puede recibir cada país, casi todos sedientos, y por tanto disputar sobre la  parte que cada uno tratará de llevarse de la nueva liquidez.  Como puede comprenderse, cambiar las normas del Banco Central Europeo no será fácil y sobre todo no será rápido. A las esperanzas del triunfo de Hollande cabe de nuevo ponerles  sordina.

En tercer lugar, el nuevo presidente es partidario de la emisión de los eurobonos. Así dicho, parecería que comparte la opinión de otros muchos dirigentes de derecha y de izquierda de los países más degradados para resolver los problemas de financiación de los Estados miembros del euro. Teniendo en cuenta las onerosas primas de riesgo que algunos países tienen que pagar para colocar su deuda pública, la emisión de eurobonos (deuda pública garantizada por todos los países miembros del euro) sobre el papel sería una contribución  a diluir las tensiones que sufren esos países en los mercados, pero de nuevo se plantea la cuestión de cómo distribuir los recursos obtenidos por los eurobonos, aparte de que los países más fuertes como Alemania sospechan que al final serían ellos los que soportarían el peso de garantizar la las emisiones. Además, bien interpretada la propuesta de Hollande, este propone emitir eurobonos, con los problemas mencionados,  para financiar inversiones públicas en Europa, lo cual puede tener efectos expansivos sobre las economías, si bien de nuevo se abre la caja de los truenos para determinar donde se ejecutarán esas inversiones públicas en los 17 países que comparten la moneda común. Problemas muchos pues, sin perjuicio de que al final la posición de Francia modifique ligeramente la ortodoxia financiera que predomina actualmente en Europa.

Si a pesar de todo ello hay razones para el entusiasmo, dejemos discurrir algunos meses antes  de empezar a celebrar entre nosotros los beneficios económicos y sociales que nos aportará el triunfo de Hollande.

 

Pedro Montes es economista.

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Fuente: Socialismo 21.