¿Paz, piedad y perdón? Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Arturo del Villar/ UCR   
Sábado, 22 de Octubre de 2011 00:00

   Es aleccionador observar la reacción de los medios de comunicación escritos y audiovisuales, ante el comunicado de la organización ETA anunciando el cese de su actividad armada. Se han apresurado a entrevistar a miembros de las varias asociaciones de víctimas del terrorismo (de una clase de terrorismo solamente), que reclaman venganza, exigen que nadie olvide lo sucedido (según ellos deciden), que la organización pida perdón e indemnice económicamente a sus víctimas (no a las víctimas del terrorismo español durante la dictadura y su sucesora la monarquía del 18 de julio), y que no se dialogue con los integrantes de ETA que ofrecen la paz.

 

   La primera víctima de ETA fue Melitón Manzanas, jefe de la Brigada Político-Social de Gipuzkoa, colaborador de la Gestapo, sádico torturador de los presos políticos, y dueño absoluto de vidas y haciendas en su territorio. El día en que fue ejecutado por ETA, 2 de agosto de 1968, se agotó el cava en Euskal Herria, y también en muchos hogares españoles en los que se tenía noticia de su crueldad inhumana. Fue condecorado póstumamente en 2001 por el entonces jefe del Gobierno de su majestad, José María Aznar.

   El Gobierno vasco, presidido por un miembro del partido denominado Socialista, con el apoyo del partido llamado Popular, está colocando placas y monolitos en los lugares en que se han producido atentados de ETA. Incluso va a inaugurar un Instituto de la Memoria, dedicado a Melitón Manzanas y demás víctimas de ETA. 

Las víctimas del poder

   Quedan fuera de ese recuerdo los ciudadanos asesinados por Melitón Manzanas y sus compañeros en toda España. En realidad víctimas del terrorismo somos todos los que sufrimos la represión de la dictadura fascista, el millón de muertos que causó la rebelión de los militares monárquicos en 1936, los condenados a muerte por oponerse a la dictadura, los torturados en sus siniestras cárceles, los que debieron exiliarse de su patria para escapar del terror desatado en ella, los que padecieron robos legalizados por la justicia de los vencedores, los que soportamos la represión impuesta por la negación de las libertades públicas,  y los que perdimos a familiares  sacrificados por la crueldad de quienes se dicen salvadores de la patria.

   Durante el reinado del sucesor designado por el dictadorísimo se han cometido crímenes de Estado. Cuando presidía el Gobierno el presunto socialista Felipe González el Ministerio del Interior creó los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), para secuestrar, torturar, asesinar y poner bombas. Actuaron impunemente entre 1983 y 1987, aunque después han sido encarcelados un ministro, un secretario de Estado, gobernadores civiles, comisarios de Policía y distinguidos socialistas.

   Actualmente hay unos ochocientos presos políticos, y Amnistía Internacional ha censurado al reino de España por el mal trato que les inflige. El Tribunal Europeo de los Derechos del Hombre, con sede en Estrasburgo, ha condenado al reino de España por prevaricación en la condena al nacionalista vasco Arnaldo Otegi.

   Ninguno de los sublevados en 1936 contra la legalidad constitucional ha sido procesado, ninguno de los jueces, fiscales, policías y carceleros cómplices de la represión, ninguno de los que juraron lealtad al dictadorísimo genocida y fidelidad a sus leyes ilegales, a ninguno se le propuso nunca que pidiera perdón, ni que compensara económicamente a sus víctimas. La Iglesia catolicorromana, cómplice activa de la sublevación militar y de la posterior represión, se ha negado a pedir perdón a las víctimas.

 

Homenajes para los verdugos

   Existe un grandioso monumento al criminal más homicida de la historia de España, el Valle de los Caídos, y hay muchos otros monumentos, monolitos y placas en homenaje a los criminales, pero no se recuerda a sus víctimas, fuera de pequeños homenajes que les organizamos quienes pretendemos conservar la memoria histórica, más allá de una ridícula ley que hace el paripé inútil de intentarlo.

   El boletín oficial del partido Pseudo Socialista Obrero Español, por otro nombre Público, dedica hoy su última página del diario a facilitar un listado de las víctimas de ETA. Por cierto: los políticos no se ponen de acuerdo sobre su número, muy desigual según quien lo cuente. Si Público tuviera a bien imprimir una relación con los nombres de las víctimas de la dictadura y su secuela monárquica, tendría que hacer una edición especial con miles de páginas.

   También hoy se van a entregar en Oviedo los premios Príncipe de Asturias, un derroche inicuo en un reino con cinco millones de desempleados y con advertencias internacionales sobre una inminente bancarrota. Nadie recuerda que Oviedo es una ciudad mártir, sometida a las represiones genocidas del general López Ochoa en 1934 y del exgeneral Aranda en 1936, ambos bajo el mando del exgeneral Franco. Se va a premiar a unas personas que ni siquiera conocen la historia de Asturias, pero no se rinde un homenaje a los ciudadanos que deseaban ser libres y padecieron la represión de los militares fascistas.

   Todo hace sospechar que los políticos van a despreciar y desperdiciar la oportunidad de solucionar un conflicto al que ETA ofrece poner fin con el abandono de la actividad armada, y la solicitud de conversaciones. Esos políticos que reclaman venganza muy probablemente desaprovecharán la ocasión de alcanzar la paz ofertada. Quizá resulte imposible en la monarquía del 18 de julio instaurada por el dictadorísimo. Habrá que esperar hasta que una República haga posible la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los ciudadanos de las variadas nacionalidades españolas. Entonces se realizará el deseo expresado por el presidente Azaña el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona:

 
[...] que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla, luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón.

   Solamente quien posee legitimidad política para representar al pueblo puede hablar con esa dignidad y hacer ese ofrecimiento. El momento actual de la historia de España deriva de la sublevación monárquica de 1936. Cuanto sucede es su herencia. Tenemos la obligación histórica y moral de librarnos de ella.