Políticos del Antiguo Testamento PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Iñaki Bernaola,   
Martes, 06 de Agosto de 2019 00:00

Oyendo en el reciente pleno de investidura los discursos de Santiago Abascal y de otros, de golpe me vino a la memoria el Antiguo Testamento, en el cual se nos presenta a un pueblo escogido por Dios en perpetuo conflicto con otros, pueblo que en aras de defender su estatus no duda en perpetrar actos violentos y crueles siempre que sea necesario, ya que por otra parte su mismo Dios hace lo propio. ¿Qué es lo que tiene de especial el pueblo bíblico de Israel con respecto a otros? Que adora al verdadero Dios –Yahvé– y que practica la verdadera religión, frente a idólatras e infieles de toda laya que no merecen sino la más furibunda reprobación y los más severos castigos.

Y aún hay mas: los hijos de Israel tendrán buen cuidado de no mezclarse con otros pueblos no escogidos. Los textos del Antiguo Testamento están llenos de ejemplos de ello. Valga como muestra lo narrado en el Libro de los Números capítulo 25–6/8, donde se nos cuenta que el nieto de Aarón, sumo sacerdote hermano de Moisés, habiendo sabido que un israelita había tomado como esposa a una mujer no perteneciente al pueblo de Dios, cogió una lanza y traspasó a ambos en su alcoba.

Supongo que a estas alturas ya os habréis dado cuenta de que la mayoría de la clase política española adora al dios de la sacrosanta unidad de España, y que practica la religión verdadera del nacional-españolismo. Y lo expreso de esta forma porque son ellos quienes tanto una cosa como la otra no las plantean en términos estrictamente políticos, que sería lo lógico, sino como conceptos religiosos perennes e inmutables.

Os habréis dado cuenta también de que los argumentos que se exhiben contra los que no practican la misma religión, o sea, contra comunistas y separatistas, no son tanto de tipo político sino religioso: «Arrepentimiento», «Reconocimiento de daño», «Petición de perdón», «Exigencia de condena»... y no solamente eso, sino que mezclarse con ellos, bien sea hablando, negociando o lo que sea, merece la más furibunda reprobación. Ya lo ha advertido Javier Esparza: «Investir a María Chivite con la aquiescencia de Eh Bildu es inmoral», de la misma manera que la propia Chivite afirmó no hace mucho que para negociar, o simplemente dialogar con EH Bildu, éstos deberían cumplir las condiciones religiosas arriba mencionadas.

El propio Pedro Sánchez se permitió despachar al representante catalán de Unidas Podemos en el pleno de investidura con el simple argumento de que él no pensaba lo mismo sobre la cuestión catalana, y punto. Lo cual viene a ser lo mismo que decirle que profesa una religión diferente. Y entre religiones diferentes, y por tanto incompatibles, no hay acuerdo que valga.

Sin embargo, los autores de los textos bíblicos cambiaron el chip cuando pasaron al Nuevo Testamento, y empezaron a decir cosa diferentes: No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. (Lucas 6–37), o valga este otro ejemplo: Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (Juan 8–7).

¿Están realmente libres de pecado los que organizaron una banda de policías matones y gangsters igual de matones para asesinar a militantes de ETA y a otros que no eran militantes de nada? ¿O los que ordenaron, ejecutaron y encubrieron más de cuatro mil casos de tortura sólo en la CAV? ¿O los responsables de causar un daño humano enorme con una política penitenciaria que rezuma venganza? ¿O los que mandaron cerrar dos periódicos de una patada, cuando incuso desde la propia legalidad española se dictaminó que eran cierres injustificados? ¿O los que fanfarronearon retratándose al lado del primo yanqui de Zumosol, y llevaron a cabo la invasión de Irak basándose en argumentos falaces y causando decenas de miles de víctimas y daños materiales incalculables?

Naturalmente que no. Por eso se aferran como un clavo ardiendo al “relato” del Antiguo Testamento, porque así pueden mantener su estatus de pueblo escogido que practica la religión verdadera, y actuar con impunidad frente a infieles de toda índole. Porque ese “relato” les permite no tener que arrepentirse de nada ni pedir perdón a nadie, y sin embargo poder arrojar todas las piedras que se les antoje. Porque con el Nuevo Testamento en la mano al menos tendrían que reconocer que todos somos iguales, y que por tanto los desacuerdos o diferencias entre seres humanos hay que resolverlas en el plano humano, es decir, político; y los conceptos políticos, incluidas las fronteras estatales, son discutibles, negociables y modificables.

Por eso también han convertido a la Constitución en una especie de catecismo cuyo único elemento inmutable es ser martillo de herejes y azote de disidentes; porque para todo lo demás, como por ejemplo el rescate bancario y el pago de la deuda financiera, se puede modificar a gusto del consumidor. Por eso también intentan criminalizar que un grupo de familiares y amigos exterioricen su alegría porque uno de ellos haya salido recientemente de la cárcel, mientras permiten que homenajes fascistas a Franco en el Valle de los Caídos, o al falangista Onésimo Redondo en el cementerio de Valladolid, se celebren con total impunidad.

Supongo que no soy el único al que la política española no le gusta. No me gusta, para decirlo en forma resumida, porque me parece que en el plano formal tiene demasiado de religión, mientras que en el plano real tiene mucho de corrupción.

 

Iñaki Bernaola, teólogo de a pie
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Fuente: Naïz