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Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Carlos Sánchez Mato   
Viernes, 19 de Julio de 2019 05:08

Pedro Sánchez ha dado por rotas unas negociaciones con Unidas Podemos que ni siquiera habían comenzado. Era imprescindible esa sobreactuación para intentar justificar su relato delante de cualquier observador. A partir de ahora puede dedicarse de manera todavía más abierta a conseguir que PP y Ciudadanos se abstengan para que él sea elegido como presidente del Gobierno y comience la XIII Legislatura. 

Y es que parece muy evidente que al PSOE le presionan mucho los “cantos de sirena” de quienes, como el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, consideran que el programa económico de Unidas Podemos haría que «la economía fuera hacia atrás» ¿Hacia atrás para quién?

Creo que tenemos posiciones diferentes acerca de lo que es “que las cosas vayan bien”. Y es que esas élites preocupadas por un posible acuerdo para que en España haya un gobierno de coalición mirando a la izquierda y la inmensa mayoría de la gente, tenemos intereses que están a años luz. Porque solo hace falta asomarse al Informe FOESSA para ver que hoy hay 8,5 millones de personas en exclusión social en España, ni más ni menos que el 18,4% de la población, lo que supone 1,2 de millones más que en 2007. Toda esa gente, invisible para quienes quieren impedir a toda costa un gobierno que las tenga en cuenta, son algo más que números. Son el rostro de una sociedad estancada, para quienes “el ascensor de la movilidad social no funciona y no es capaz de subir siquiera a la primera planta”.

La vulnerabilidad acecha de manera más clara a quienes sufren de manera más acusada la desigualdad y la precariedad en sus diferentes formas: desempleo, precariedad laboral o vivienda insegura e inadecuada. Hay 4,1 millones de personas (casi la mitad de las que están en exclusión social) que tienen tantos problemas cada día que amanece, que son incapaces de tener un proyecto vital mínimamente estructurado. Dos millones de personas viven con la incertidumbre de quedarse sin vivienda mientras en los últimos dos años el alquiler ha subido un 30%. Los jóvenes españoles ganan menos ahora que hace una década porque la crisis les ha golpeado también con dureza  y tanto los que tienen una formación baja como los más formados ingresan menos que los que tenían hace diez años su edad.

A todas esas personas les quedan muy lejos los cálculos y estrategias de Pedro Sánchez…

Pero hay a quienes eso les va bien. No hay más que ver cómo se ha actuado en el marco de la crisis económica. Desde esa perspectiva se entiende mucho mejor su nerviosismo si vemos el resultado de algunas de las medidas que arrancamos al Gobierno del PSOE el otoño pasado.

Porque es indudable para qué se actuó con ajustes salariales. La intención no era otra que aumentar los beneficios, un cambio en la distribución de la renta en favor del capital. Es la lógica de la acumulación de capital pero ni es bueno, ni es justo, ni es sostenible.  Y actuar para cambiar esa deriva, por ejemplo con la subida de casi el 23% del Salario Mínimo Interprofesional hasta situarlo en los 900 euros al mes y el incremento de las cotizaciones sociales a rentas altas, tiene efectos claros ya en el primer trimestre de 2019. Por eso después de una década de devaluación salarial, las remuneraciones vuelven a crecer significativamente en España y la masa salarial total se incrementó un 5% en el primer trimestre de 2019 con respecto al mismo período de 2018. Es la mayor subida desde 2008. Y eso se ha producido a costa de los beneficios empresariales. Se llama redistribución y en los tiempos que corren,  lo perciben como revolucionario.

Imaginad por un momento que vamos más allá y que el próximo Gobierno incrementa un 33% adicional el SMI hasta llegar a los 1.200 euros mensuales. Imaginad que deroga las reformas laborales (al menos la última que hizo el PP) para que el empleo sea un derecho y no un privilegio.  Imaginad que se actúa de manera decidida contra la precariedad, que convierte en normal que muchos trabajadores y trabajadoras encadenen hasta 35 contratos en un año. Imaginad que se pone como prioridad erradicar la vergonzosa desigualdad que hace que una mujer necesite trabajar 1,5 horas más al día para ganar lo mismo que un hombre o 2 horas más si esa mujer es inmigrante.

Imaginad que se blinda por ley la revalorización de las pensiones con arreglo al IPC real para garantizar al pensionista de por vida su capacidad adquisitiva. Imaginad que se garantiza el acceso a la vivienda en alquiler a precios asequibles interviniendo en el mercado para regular los incrementos disparatados y abusivos. Imaginad que el próximo Gobierno toma la decisión de dejar de otorgar privilegios a quienes más renta y patrimonio tienen y comienza a atajar la histórica brecha fiscal y no se conforma con recaudar siete puntos menos con respecto al PIB que la media de la UE. Imaginad que se impulsan de verdad y en serio las energías renovables y se apuesta por un futuro descarbonizado eliminando las ventajas de las que se benefician las grandes empresas del sector de la energía y nos tomamos en serio lo que nuestra chavalería ya ha situado como un problema grave. Imaginad que se deroga la ley mordaza que no hace otra cosa que criminalizar la protesta social y se deja de perseguir a sindicalistas por ejercer el derecho huelga…

Todo esto es posible y está a nuestro alcance pero que nadie piense que va a contar con grandes aplausos de esos poquitos que verían, por una vez, que las cosas empiezan a cambiar. Luchar contra las desigualdades exige enfrentarse a esa gente y a las políticas que empobrecen a la mayoría en su beneficio y ahí al PSOE históricamente le suelen temblar las piernas.

Y por eso el menú incluye que hay que descalificar al compañero y Secretario General de Podemos Pablo Iglesias por defender un gobierno de coalición para llevar a cabo estas medidas o al Coordinador general de Izquierda Unida, Alberto Garzón por culpar a Pedro Sánchez de exigir un apoyo incondicional y de bloquear la investidura.

El caso es buscar cualquier tipo de excusa para no asumir que hay quienes sueñan de nuevo con la salida fácil. Con la salida de siempre. La de mirar a la derecha y no poner en jaque los privilegios de las élites.

Pero no nos vamos a conformar porque aceptarlo sin más supondría dejar en la estacada a demasiada gente. No se trata solo de los 3,7 millones de votantes de Unidas Podemos. Es la inmensa mayoría de la población de este país la que se vería beneficiada por un gobierno que pusiera en marcha la agenda política que algunas y algunos nos atrevemos a imaginar.

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Fuente: Cuarto Poder