Medios de comunicación, ¿al servicio de quién? PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Jesús González Pazos   
Jueves, 30 de Mayo de 2019 04:43

«Hoy en día el cuarto poder está en su casi totalidad, permeado y bajo el control de las élites económicas que, además, hay que recordarlo, son en su mayoría élites masculinas».

La anterior es una cita del libro de reciente publicación “Medios de comunicación ¿al servicio de quién?”. Como tal un tanto lapidaria, por lo que puede ser matizable, incluso discutible en alguna medida, pero la misma, con su contundencia, no trata sino de visibilizar la realidad de los denominados medios de comunicación masiva en la mayoría de las sociedades de hoy. Esos mismos medios que dominan nuestra vida hasta el punto de que, en muchos más aspectos de la misma de los que nosotros creemos, definen no solo lo que leemos, escuchamos o vemos, sino también lo que debemos de pensar o sentir.

Pero hay dos ideas que dominan el imaginario colectivo respecto a este asunto y que ahora nos interesa desmontar. De una parte, estamos convencidos de la gran diversidad de medios existentes. Todos podemos citar un número importante de periódicos, revistas, emisoras de radios e incluso cadenas de televisión, a las que se suman las distintas redes sociales también como importantes canales de comunicación. En suma, tal y como se nos transmite, disponemos de una amplia y gran oferta de medios que, en teoría, cubrirían con plenitud nuestra demanda y querencias. Sin embargo, una revisión un poco más a fondo nos muestra que esta percepción es, cada día que pasa, más y más infundada. Las últimas décadas, especialmente aquellas que se han contado bajo el dominio del neoliberalismo, han visto una brutal concentración de los medios de comunicación masiva en cada vez menos manos. Es lo mismo que ocurre con la riqueza.

Así, la gran mayoría de los medios privados que pudiéramos nombrar en diferentes países se concentran hoy en cuatro o cinco grandes grupos de comunicación, auténticos holding u oligopolios que llegan a agrupar en sí desde revistas menores hasta los grandes estudios cinematográficos. Caso este último perfectamente visible en Estados Unidos, donde cuatro grupos comunicacionales generan y controlan el 60% del negocio y otro porcentaje similar con respecto a la creación de los contenidos. Además, no podemos olvidar que esos holding nutren de comunicación, de información, a una grandísima parte del resto del mundo. Al fin y al cabo las ideas que nos transmite Walt Disney calan profundamente en nuestras mentes desde pequeños en casi cualquier parte del planeta; igual que la información que puede generar la CNN y que será repetida, de forma casi mimética y acrítica, por el Herald Tribune, Le Monde, El País, La Razón o El Correo además de, ahora sí, por muchos medios públicos.

Lo mismo ocurre en el Estado español donde, igualmente, son cuatro los grandes oligopolios (Vocento, Prisa, Mediaset, Grupo Planeta) quienes controlan en su mayor parte el espectro comunicacional, ya hablemos de prensa escrita, radio o televisiones. Solo un dato esclarecedor. Un informe del año 2016, financiado por la Unión Europea y realizado por el Instituto Universitario Europeo, expresaba su preocupación por la «falta de pluralidad (...), la poca transparencia que existe en el reparto de la publicidad institucional y (por) la inquietante concentración de empresas».

La segunda idea que aquí nos interesa destacar como parte de ese equivocado imaginario colectivo tiene precisamente que ver con la hipotética pluralidad, heterogeneidad ideológica de los medios de comunicación masiva. Mismo caso que antes. En apariencia la diversidad política es amplia y cubre la totalidad del espectro social. Pero siempre de forma altamente controlada y, sobre todo, siempre que esa pluralidad se mueve dentro de los márgenes del sistema dominante, es decir, del modelo neoliberal.

Si antes hemos apuntado a la enorme concentración de medios en pocas manos entenderemos ahora que estas corresponden casi en exclusiva a las élites económicas, mayoritariamente masculinas, citadas en la primera frase de este texto. En alguna medida en nuestra sociedad aún persiste esa idea romántica del medio hecho por periodistas que aman el periodismo, y el cual pertenece a una familia de larga tradición periodística. Sin embargo, la realidad, a poco que se rastree, se demuestra como totalmente diferente. Los grandes bancos, los grupos de fondos de inversión (los conocidos como fondos buitre) y algún que otro gran grupo empresarial hoy se sientan en los consejos de administración de esos holding mediáticos, definiendo sus líneas editoriales, por mucho que algunos lo nieguen y se rasguen las vestiduras ante este hecho. Esta situación nos permite entender mejor que, por ejemplo, durante los años duros de la reciente crisis prácticamente ninguno de estos medios haya mantenido una línea de crítica y petición de devolución al Estado y sociedad del rescate bancario que se les entregó en su momento; difícil abordar este asunto cuando esos mismos bancos contra los que escribirías están definiendo tu línea editorial. Otro ejemplo, difícil criticar la política genocida de Israel contra el pueblo palestino cuando algún fondo de inversión israelí tiene en su poder una parte importante de las acciones del medio.

Todo lo anterior nos reafirma el aserto de Denis de Moraes cuando señala que la mayoría de los medios de comunicación masiva hoy son un agente discursivo de la globalización y del neoliberalismo. Legitiman no solo el ideario político de estos sino que lo transforman en el discurso social hegemónico. Pero, ante ello, si abrimos la discusión sincera tenemos la seguridad de que podremos mejorar la propuesta comunicacional, hacerla más participativa, más heterogénea, más plural y diversa, en suma más y verdaderamente democrática.

 

Jesús González Pazos es miembro  de Mugarik Gabe
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Fuente: Gara