Intervención íntegra de Pablo Bustinduy en la última sesión de control del Gobierno en esta legislatura PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Pablo Bustinduy   
Sábado, 02 de Marzo de 2019 06:37

Están sonando tambores de guerra en el Caribe. Quieren convencernos de que la presunta ilegitimidad de unos se sustituye con la ilegitimidad de otros. La frase es de Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, y es un buen resumen de lo que estamos viviendo: una operación planificada por Estados Unidos para forzar un cambio de régimen en Venezuela. Lo que es incomprensible, señor Sánchez, es que usted haya sumado al Gobierno de España a esa operación. Tal vez considerara que es una decisión popular o rentable o que le conviene para la campaña electoral. Eso no lo hace menos irresponsable. Ustedes sabían desde el principio que sin negociación o diálogo el Gobierno de Guaidó solo podía hacerse efectivo por medio de un golpe militar o de una intervención extranjera. Es lo que ha pedido el propio Guaidó desde el primer día y es la hoja de ruta explícita y declarada de Estados Unidos.

Ese era el objetivo de la presunta operación de ayuda humanitaria de este fin de semana, de la que se desmarcaron la Cruz Roja y la ONU por su evidente finalidad política. El objetivo no era aliviar el sufrimiento enorme del pueblo de Venezuela, sino provocar un levantamiento del ejército, que no se produjo, y justificar una intervención armada. ¿Qué va a hacer, señor Sánchez, el Gobierno de España cuando se cumpla esa amenaza anunciada? ¿Va a apoyar una intervención militar para derrocar a un Gobierno por la fuerza? ¿Cuál es entonces su hoja de ruta? Ha mencionado usted la necesidad de elecciones en Venezuela, ¿pero alguien piensa que puede haber unas elecciones libres que no resulten del acuerdo pacífico entre las dos partes y cuenten con el apoyo de las organizaciones internacionales, como piden México y Uruguay? Usted ha decidido hacer todo lo contrario: reconocer unilateralmente a un presidente no electo en un país al borde de la guerra civil bajo la amenaza militar explícita de Estados Unidos. Es un gravísimo error y una irresponsabilidad. (Aplausos) 

Por si fuera poco, usted se fue a dar mítines y a decir que la izquierda y Maduro no tienen nada que ver. ¿Pero qué tendrá que ver la izquierda en esto, señor Sánchez? Como si defender el derecho internacional y oponerse a una guerra anunciada significara defender a Maduro; como si no fuera verdad precisamente lo contrario, que apoyar la operación de Trump es avalar explícitamente la guerra. Por eso el señor Casado y el señor Rivera deberían responder explícitamente hoy aquí: ¿van a apoyar una guerra ilegal en Venezuela? Ustedes, que cada día llaman golpistas a la mitad de los miembros de esta Cámara, humillando con ello a la democracia española y la memoria de quienes la hicieron posible, ¿van a apoyar un golpe militar en Venezuela? ¿Es eso lo que están pidiendo? (Aplausos)

 Ahí están los resultados de las guerras para defender la democracia y los derechos humanos en Irak, en Afganistán, en Libia, en Siria y en Yemen, con armas vendidas por nuestro país para –como dijo el señor Rivera– respetar la seguridad jurídica de los contratos. Señor Rivera, busque fotos de lo que está pasando en Yemen con armas españolas y con su voto a favor. Quieren ustedes defender los derechos humanos de la mano de un presidente que enjaula a niños de cinco años en la frontera; cuya visión geopolítica de la región es un muro para que no pasen los pobres; que ha sacado a Estados Unidos del Acuerdo contra el cambio climático, de la Unesco y del acuerdo de paz con Irán; que quiere retirar las tropas que combaten al Estado Islámico; que ha roto un consenso de cuatro décadas para la paz en Oriente Medio; que ha lanzado una guerra comercial, cuyo objetivo declarado es romper el proyecto europeo y el orden multilateral que defendemos como el centro de nuestra acción exterior. Que lo haga la derecha española es normal; un cordón umbilical une la foto de las Azores con la de Colón. Esa derecha tan patriota, con tan alto concepto de España, considera que lo máximo a lo que podemos aspirar es a ser un vasallo menor de Estados Unidos. Que lo haya hecho usted, señor Sánchez, no lo es. España merece una política exterior digna, independiente y democrática, basada en el derecho internacional y en la defensa de la paz. El artículo 6 de la Constitución de 1931 decía: «España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional». Algún día recuperaremos ese compromiso constitucional. (Aplausos)

No solo es una cuestión de principios. Lo que está en juego, señor Sánchez, es el papel de España en el mundo, y esa no es una cuestión de imagen o de táctica electoral, es una cuestión de Estado y requiere otra forma de compromiso y de responsabilidad. Es igualmente grave, señor Sánchez, que a un mes del brexit millones de personas no sepan todavía qué va a suceder con sus vidas. Obtienen promesas vagas de los poderes públicos –el real decreto del Gobierno, por ejemplo, del que nos habíamos nada hasta hoy–, pero una promesa no es lo mismo que una garantía, sobre todo cuando hablamos de derechos fundamentales. Con todo, usted sabe que el brexit no es el problema de Europa; el brexit es el síntoma de una crisis mucho más profunda que hace que estén en juego valores, principios y derechos que creíamos que nadie osaría cuestionar de nuevo.

Europa camina hoy entre dos abismos: de un lado, un sistema económico fallido, que no tiene horizonte ninguno que proponer a la ciudadanía; del otro, una ultraderecha racista, que ganó el referéndum británico, gobierna en Polonia, Hungría e Italia (aplausos), y en todo el continente, en España también, quiere presentarse como alternativa. Pero todo esto no está sucediendo porque sí. Hace diez años, el sistema financiero implosionó, desnudando un mecanismo que funcionaba inflando burbujas especulativas para absorber recursos de la economía y convertirlos en beneficio privado. En pocos meses se evaporaron 34 billones de dólares, el 40% de la riqueza mundial. Ante la magnitud del desastre, Sarkozy dijo que había que refundar el capitalismo –lo dijo en Davos–, pero en Bruselas decidieron que era mejor rescatar a quienes lo habían hundido.

La política de la troika pasará a la historia como un escándalo: no solo rescataron con dinero público el sistema financiero en su conjunto, sino que permitieron que esos mismos agentes siguieran lucrándose con ataques especulativos contra la deuda de países en dificultad, y cuando los beneficios de esas operaciones han estado en riesgo les han rescatado otra vez. Es algo tan obsceno que todavía hoy resulta difícil de creer.

En Grecia, aplastaron a un Gobierno democráticamente elegido y llegaron a dejar los cajeros sin dinero para imponer el plan de austeridad decidido por Alemania; ese plan ha devaluado los salarios un 20%, ha recortado catorce veces las pensiones y le ha costado al país un 30% de su PIB y ocho años de recesión ininterrumpida. ¿Ha servido al menos para reducir la deuda? No, la deuda no ha parado de aumentar, está hoy en el 180% del PIB y el país endeudado hasta 2060. Entonces, ¿para qué ha servido? Para que los bancos alemanes hayan recuperado su dinero y ganado otros 3000 millones de euros en el proceso. Si la Unión Europea ha rescatado a alguien en Grecia ha sido a la banca alemana. (Aplausos) 

En España nos impusieron recortes brutales del gasto público, una devaluación masiva de salarios y pensiones, dos reformas laborales, la mayor subida de impuestos indirectos de Europa. La deuda pública había pasado del 37 al 100% en apenas dos años. ¿Fue, como decían, por un gasto social insostenible, por lo que cuesta nuestra sanidad, la educación o las pensiones o tuvieron algo que ver los 60000 millones de euros invertidos a fondo perdido para rescatar el sistema financiero? Desde entonces la banca ha ganado 100000 millones más, pero no devuelve el dinero; eso sí, nos reformaron la Constitución para asegurar a todo riesgo los intereses de esa deuda, la deuda de los bancos, que nos cuesta hoy 31000 millones de euros al año, 85 millones de euros al día. (Aplausos) 

Este es el capitalismo a la europea en la era de la austeridad: rescatamos a quienes hundieron el sistema, nosotros pagamos la factura y a ellos les blindamos los beneficios para hacerlos intocables. Estos son los resultados. Hoy en Europa el 1% de la población concentra el 32% de la riqueza. Hay 468 personas con más de 1000 millones de dólares cada una. Mientras tanto, 119 millones de personas, el 24% de la población, están en riesgo de pobreza. Mientras aquí nos subían el IVA al 21%, trescientas sociedades multinacionales pagaban un 1% de sus beneficios como impuestos por medio de acuerdos secretos con Luxemburgo. Bruselas cuestiona cada euro de gasto social, pero no hace nada mientras se oculta en paraísos fiscales un 15% del PIB europeo. Las finanzas, señorías, han secuestrado la democracia en Europa y utilizan las instituciones que tienen a su servicio para socializar sus pérdidas y privatizar sus beneficios. (Aplausos) 

Y si les parece una exageración, explíquenme qué ha pasado con las sentencias sobre las hipotecas del Tribunal Supremo o con el artículo 135 de la Constitución. Todo esto no es el resultado de una tormenta. El desmantelamiento del Estado del bienestar, del Estado social que le dio sentido e identidad a Europa, es una operación política intencionada que cristaliza en ese artículo 135. El Estado debe garantizar, primero, los beneficios de los acreedores financieros y, después, si puede, pagar hospitales y pensiones. Es el corpus ideológico de Maastricht, de Lisboa, de los tratados presupuestarios llevados al extremo. Prohibir la intervención del Estado en la economía, la protección de los sectores estratégicos, la banca pública, una política industrial consistente, una política fiscal expansiva, es atar al Estado de pies y manos, impidiéndole proteger a su gente para servir los mismos intereses del mercado que hundieron el sistema. 

Detrás del brexit, detrás del auge de la ultraderecha xenófoba y machista está la crisis de un modelo social que ha abandonado la defensa de las condiciones de vida en Europa, y qué casualidad que los supuestos patriotas no cuestionen jamás los poderes financieros que están vaciando la democracia. Por eso no se trata solo, señor Sánchez, de derrotar a la ultraderecha, incluida su sucursal española; se trata de construir un horizonte de certidumbre y seguridad que responda a los retos existenciales de Europa. Esa es la tarea importante.

En el mismo día, este mismo mes, 50 grados en Australia y 50 bajo cero en Chicago; en diez años la situación se habrá hecho irreversible. El agua, el aire, la agricultura, el territorio y las ciudades, la vida misma está en juego. Tenemos que transformar nuestros modos de producir, de consumir y de habitar el continente, y lo tenemos que hacer ya porque nos hemos quedado sin tiempo. Necesitamos un green new deal, un nuevo contrato social verde que defina un modelo de bienestar europeo para el siglo XXI, que erradique la pobreza en el continente, que garantice rentas mínimas y servicios públicos para toda la población, que valorice todas las formas de trabajo no remunerado que hoy realizan esencialmente las mujeres, que garantice las pensiones, el seguro de desempleo, una educación superior gratuita para todos los europeos y europeas; necesitamos un proyecto de bienestar sostenible, en definitiva, que cuide, proteja y ofrezca certidumbres a los pueblos de Europa.

Esto solo se puede hacer si recuperamos el control democrático sobre la economía y los recursos de todos, lo que quiere decir cosas muy concretas: hay que acabar con la impunidad de los poderes financieros que tienen que pagar impuestos y devolver el dinero prestado (aplausos); hay que reestructurar las deudas impagables y abordar, como prioridad de nuestras democracias, el desmantelamiento de los paraísos fiscales y del gran fraude fiscal internacional. Solo esa Europa que entierre la austeridad y ofrezca un proyecto de paz dentro y fuera de nuestras fronteras podrá conjurar la amenaza del nacionalismo autoritario y la violencia que siempre la ha asolado en los momentos difíciles de su historia.

Nosotros lo tenemos claro, pero ustedes, señor Sánchez, van a tener que decidirse. Entre su pacto de investidura con Ciudadanos, la abstención para que gobernara el PP y el acuerdo de presupuestos con nosotros se resume el dilema de la socialdemocracia europea. Solo quedan dos partidos socialdemócratas en Europa por encima del 30%: Reino Unido y Portugal. Los que han corregido el rumbo de la austeridad han sobrevivido; quienes se han mantenido en la gran coalición están arrasados. Por convicción, aprendizaje o supervivencia usted giró el timón en la moción de censura. Con más o menos acierto, con todos nuestros errores, siempre le hemos señalado ese camino. Es una pena que se decidiera usted tan tarde y que necesitara para ello una sentencia aprobando lo que toda España sabía, que el PP había cooptado el Estado como una organización criminal con el fin de corromperlo.

Ese giro llegó demasiado tarde, ha sido demasiado dubitativo y se ha dejado sofocar por el ruido de una derecha incapaz de digerir la pérdida del Estado. (Aplausos). En un país donde el 23% de la población vive con menos de 600 euros al mes y el 35% con menos de 900, la subida del salario mínimo no debería ser una bandera aislada, sino apenas un primer paso para mejorar la vida de millones de personas. Señor Casado, señor Rivera, ¿saben cuál es el enemigo de la creación de empleo en nuestro país? No es el salario mínimo, son tres millones de horas extras no pagadas por los empresarios todas las semanas (aplausos), trabajo gratuito fuera de jornada, sin remuneración. ¿Saben qué amenaza la calidad del empleo? No son los 900 euros, es que España sea el país con más contratos temporales de Europa. ¿Saben qué amenaza la dignidad del trabajo? La brecha salarial entre hombres y mujeres, las becas no remuneradas, los sueldos de miseria, la explotación, 652 muertes por accidente laboral el año pasado, 7500 en una década, una emergencia nacional de la que no les oigo hablar nunca. (Aplausos)

El problema, señor Sánchez, no es lo que diga la derecha; es que ustedes no han derogado las reformas laborales que han causado toda esta precariedad; es que no han acompañado esta subida con un empeño coherente para transformar nuestro modelo industrial y productivo. Se lo hemos propuesto con Navantia, con Alcoa, con La Naval, y no nos han dado respuesta. Es que el otro día vimos en Madrid la vergüenza de que se sacara por la fuerza de sus casas a familias con niños pequeños porque una inmobiliaria les había subido los alquileres un 300 %. La ONU había pedido que se parara ese desahucio. La vergüenza es que se permita que en España se sigan violando los derechos humanos en nombre del beneficio privado de unos pocos. (Aplausos). 

Ojalá se tratara de casos aislados. Ustedes se pusieron de lado cuando la banca obligó a modificar la sentencia del Tribunal Supremo, no han querido blindar las pensiones y han sacado adelante de forma escandalosa la privatización del sector ferroviario, regalando 53 000 millones en inversiones públicas para que ahora las grandes empresas se queden los beneficios. No se han atrevido a firmar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares por presiones de Estados Unidos, igual que siguieron adelante con la venta de armas a Arabia Saudí y mantienen retenido el Open Arms, mientras se ahogan personas en el Mediterráneo. Como tampoco se ha derogado el voto rogado porque estaban esperando al PP, que nunca lo iba a aprobar porque la gente a la que han echado del país no les vota. Podría seguir, pero lo importante no es cada una de estas decepciones, es la dirección, el horizonte político de conjunto al que se debe dirigir España. 

El tripartido de la derecha va a llevar a las próximas elecciones un horizonte muy claro, son los constitucionalistas que defienden España por encima de todas las cosas salvo las que tienen que ver con los derechos de los españoles y las españolas. ¿Los 60000 millones de la banca? Bien regalados. ¿La sentencia de las hipotecas? Bien corregida. ¿El salario mínimo? Mal subido. Son tan amantes de la democracia que su propuesta para Cataluña es ilegalizar partidos y aplicar un 155 perpetuo, suspender el autogobierno, las elecciones, la Constitución misma, si hace falta. ¿Por cuánto tiempo? ¿Un año, diez, cien? Hasta que los catalanes voten lo que digan ustedes. Son tan creyentes en la separación de poderes y el parlamentarismo que, como no tienen mayoría, han ampliado hasta cincuenta veces el plazo de enmiendas a las leyes en este Congreso para que no pudieran ser aprobadas. (Aplausos). Tan defensores del Estado que tienen a un mafioso a sueldo de los poderes financieros revelando por entregas cómo han pervertido hasta el último rincón de las instituciones, y van a tener que rendir cuentas por montar una policía política para perseguir a sus adversarios. Eso, señor Casado, es atentar contra la democracia española. (Aplausos)

Tan españoles –pero tanto tanto– que les sobra en España quienes vienen de fuera; quienes tienen otra relación; las mujeres que deciden sobre su cuerpo; las feministas que no quieren que las violen ni las maten; los colectivos LGTBI, salvo que sirvan de atrezo para tapar las banderas franquistas, ¿verdad, señor Rivera? (Aplausos). Quienes quieren recuperar los restos de sus familiares asesinados por la dictadura –¡qué manía de desenterrar huesos!–. Los independentistas –claro, enemigos de España–, aunque sean dos millones. ¿Qué van a hacer con ellos? ¡Todos a la cárcel! Quienes hablan en su lengua y quieren que la aprendan sus hijos, adoctrinados en las aulas –dicen– porque la escuela pública adoctrina, pero la Iglesia, con el dinero de todos, no. (Aplausos)

Y los populistas. Con qué coraje, señor Rivera, sigue usted pronunciando esa palabra después de su pacto de Gobierno en Andalucía. Debería darle vergüenza. (Aplausos) 

Tan españoles que en su España solo caben ellos y la ven llena de enemigos, golpistas y totalitarios. ¿Sabe, señor Rivera, quiénes son totalitarios? Quienes hacen listas con los nombres de quienes defienden la vida de las mujeres asesinadas por el hecho de serlo. (Aplausos). Y al señor Abascal le decimos que España es mejor que sus ideas, que la lucha del feminismo es justa e imparable y va a hacer de este país un lugar mejor, y que vaya apuntando nuestros nombres, los nombres de millones de hombres y mujeres que le van a cerrar el paso al odio y la violencia que él preconiza y que ustedes amparan. (Aplausos) 

¿Sabe, señor Casado, quiénes son los traidores, los felones y los enemigos de la patria? Lo son quienes han usado la sanidad, la educación, el agua, las obras públicas, hasta las funerarias y la visita del papa –ya hay que ser mal católico– para saquear el Estado. Este es el índice temático, pero tengo el alfabético también. Con la a: Abogados, Aquamed, Andratx, Arena, Auditorio… Con la be: Baltar, Bárcenas, Barroco… Podría seguir hasta mañana porque son 247 casos judicializados. Los enemigos de la democracia, señor Casado, son quienes han saqueado el Estado robándonos lo que es de todos. Debería usted empezar sus arengas patrióticas pidiendo perdón a los españoles. (Aplausos)

Derrotar a ese bloque es una necesidad democrática, pero la única manera de hacerlo, de abrir un horizonte de futuro y bienestar para España es afrontar los desafíos reales del país. He apuntado algunos antes. La democracia ecológica y la gran transformación que conlleva, porque si no lo hacemos no va a haber España que defender. La democracia económica, porque en un país con 617000 hogares sin ingresos, donde los ricos viven hasta once años más que los pobres, la democracia está amenazada. La democracia política, porque lo que estamos viendo en el juicio a los líderes independentistas es un rotundo fracaso de país.

La derecha que lo jalea no tiene más proyecto para España que la cárcel y el palo. Queremos una España democrática, orgullosa de su diversidad y su diferencia, dispuesta a escuchar, a hablar de todo y a solucionar los problemas con la palabra, que es como se solucionan los problemas en el siglo XXI. Ojalá –y me dirijo a los partidos catalanes en esta Cámara– no nos arrepintamos en el futuro de las decisiones tomadas. Un horizonte de entendimiento y fraternidad entre los pueblos de España, el único aceptable y posible para un demócrata, no se construye mañana, sino ahora

En los últimos diez años 935.000 personas se han ido del país; en 2018 tuvimos el menor número de nacimientos desde 1940; quinientas mujeres han sido asesinadas en ocho años y cada cinco horas una de ellas es violada. Este no es el país que queremos. Queremos una España que cuide y proteja a sus gentes, orgullosa de lo que es y de su potencial de futuro. Esa España no se construye solo con gestos e imágenes, requiere un proyecto político valeroso, coherente, que sepa de qué lado está y a quién defiende. Hace tres años entramos en esta Cámara diciendo exactamente esto. Entonces muchos de ustedes se llevaron las manos a la cabeza temiendo por el decoro parlamentario. Hoy somos el grupo que más iniciativas ha elaborado, con el Gobierno del PP y con el Gobierno del PSOE. Con todos los errores que hemos cometido, con las cosas que no hemos hecho bien o que podríamos haber hecho mejor, cada minuto de nuestro trabajo aquí ha estado dedicado a defender el interés de quien no tiene el número de teléfono de los jueces del Supremo, de la banca o de las grandes constructoras (aplausos); a defender ese proyecto de país viable, justo, democrático, que no deje a nadie atrás. Entonces prometimos nuestros cargos diciendo que nunca más habría un país sin su gente. Hoy lo mantenemos con más fuerza, si cabe. Nunca más se debe hacer política contra la gente de este país. Nunca más lo habrá.