España ha vuelto a celebrar la fiesta de la desunión. El presidente legítimo del Gobierno Pedro Sánchez ha sido abucheado intensamente en el desfile, al punto de ser la noticia de la Fiesta Nacional de España. Fuera, fuera, Okupa, okupa, Elecciones ya. El discurso calcado de quienes los alimentan. Y están en una ofensiva creciente de intoxicación contra el gobierno –legítimo- de España y sus apoyos -legítimos-. Nos han hecho, siguiendo su larga tradición, una apropiación indebida en toda regla. Solo vale su España, sus colores, sus reglas. Su uniformidad.
Debería preocupar a los responsables de esta inquietante tensión que un sector se apropie de una España que no les pertenece en exclusiva. A la que agreden y ensucian de hecho. Esa que grita, abuchea, envenena en sus declaraciones a la sociedad, y se quiere imponer por la fuerza a la otra mucho más versátil, al menos más plural. Lejos de eso, la derecha ultra –PP, Ciudadanos y Vox- se manifiesta junta en Barcelona "por la unidad de España", dicen. Con amplia cobertura mediática.
Rostros serios en el desfile. Notable desapego entre las autoridades. El rey corea los himnos militares y la más distendida parece la Infanta Sofía, que sabe desde niña de prelaciones jerárquicas por orden de nacimiento. El Parlament de Catalunya ha reprobado a Felipe VI. Un país democrático no se rasga las vestiduras por una crítica, ni a la figura de máximo rango: éste, sí. El Rey Felipe entró hace tiempo en actuaciones políticas. Conservadoras. Muchos no lo sienten como el árbitro neutral de una jefatura del Estado.