La ‘Andalucía imparable’ era un Primark PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Raúl Solís   
Viernes, 28 de Septiembre de 2018 00:00

Era 2003. El PSOE andaluz ataba los perros con longanizas, inauguraba carreteras, hospitales, institutos, agencias públicas, hoteles, cursos de formación, daba subvenciones a diestra y siniestra y se aprobaban planes de recalificaciones urbanísticas de los que todavía nos estamos comiendo los ladrillos. Eran los tiempos de las vacas gordas, en los que los socialistas andaluces no ganaban elecciones, barrían.

El expresidente de la Junta, Manuel Chaves, no caminaba, desfilaba por los pasillos del Parlamento directo a enfrentarse a la oposición. Una liebre podía cruzar Andalucía de norte a sur, de este a oeste, saltando encima de las vallas publicitarias con el lema de la Junta con el que quisieron hacernos creer que éramos la Alemania del Sur: ‘Andalucía imparable’.

No había más izquierda que el PSOE. A las resistentes criaturas de Izquierda Unida les reventaban las ruedas de los coches en sus pueblos, les amenazaban, los echaban del trabajo y les hacían la vida imposible por negarse a pelotazos urbanísticos y golferíos varios que ahora nos comemos en forma de ladrillazos. Los medios de comunicación eran un guante de seda y Abengoa nos hacía soñar con un futuro andaluz de renovables, ingenieros, soberanía energética y salarios de 3.500 euros al mes.

En aquella borrachera de poder, donde el PSOE andaluz obtenía más del 50% de los votos, desde Almería hasta Huelva, aspirábamos a ser la Suecia ibérica con el clima de Miami. Los pobres no existían, ni la desigualdad, ni el paro; aunque en los mejores años de la bonanza económica Andalucía tuvo los niveles de paro que en los peores años de la crisis han tenido los territorios más prósperos de España.

Luego vinieron los ERES; que no es corrupción, es mucho peor: una multimillonaria subvención de dinero público a cambio de cerrar empresas. Es la compra de la paz social con dinero público cuando la obligación tuvo que haber sido defender el modelo productivo, el empleo, el futuro y el pan de los andaluces y andaluzas. De aquella Andalucía imparable no queda nada, salvo los cascotes, la ruina, los niveles de pobreza y desigualdad insoportables, un 50% de la población andaluza cobrando menos de 650 euros al mes, los jóvenes emigrados cargados de nuevas tecnologías y los comedores escolares llenos de niños que sus madres no tienen qué darle de comer a mediodía en casa.

La globalización ha hecho su trabajo, con la aquiescencia de unos socialistas que renunciaron de sus ideas y de defender a los barrios que les votaban en masa con inusitado entusiasmo y devoción. Y entre esas, nos encontramos con la inauguración de un gran centro comercial de Primark en Sevilla, en una zona que fue un pelotazo urbanístico, con Cajasol y la Caixa de por medio, que nos prometieron como un proyecto de transformación urbanístico, ambiental y social en la capital andaluza con forma de falo.

Nos decía Alfredo Sánchez Monteseirín, el entonces alcalde socialista de Sevilla, que éramos poco modernos por negarnos a que un rascacielos de cristales y acero tapase el horizonte de La Giralda, la brújula emocional de Sevilla. Había que callarse o te arriesgabas a que te llamaran cateto, conservador y contrario a la creación de empleo.

Han pasado sólo quince años, que parece mucho pero es un cuarto de hora en el reloj de la historia, y aquella ‘Andalucía imparable’ que inundaba la geografía andaluza de vallas publicitarias ha quedado reducida a un Primark. Una multinacional que acostumbra a contratar a mucho personal para inaugurar las tiendas y a los dos meses, una vez hecho el marketing, los despide como ratas. Una multinacional irlandesa que vende calcetines a 2 euros porque su materia prima es la esclavitud de niñas que cosen en talleres insalubres, infames y esclavistas de Bangladesh e India.

El 23 de abril de 2013, en Bangladesh murieron 1.100 personas tras venirse abajo una fábrica de nueve plantas donde se producía ropa para empresas extranjeras como Primark. En España, el 90% del personal de tienda, mujeres que trabajan de cajeras, cobran 400 euros al mes. Estos son los secretos del éxito de Primark que han sido bendecidos por la presidenta de la Junta de Andalucía, el alcalde de Sevilla, el presidente de la Diputación hispalense, el Delegado del Gobierno de España en Andalucía y un tropel de cargos públicos socialistas.

En un par de calcetines de dos euros de Primark hay tres pobres: la criatura que los ha fabricado, la que los ha comprado y la que los mete en una bolsa y cobra en caja. Es el capitalismo globalizado que duerme en paraísos fiscales y que usa subterfugios para que las carreteras por donde transportan su mercancías las paguen las criaturas a las que les pagan 400 euros al mes en una ciudad, Sevilla, donde no existe alquiler más barato de 500 euros.

Y todo ello con el abrazo, apoyo y presencia de las autoridades andaluzas e hispalenses que fueron a cortar la cinta del centro comercial mientras un grupo de mujeres, que valen 400 euros al mes, les movían globos azules con ritmo sincrónico y alegría desmedida. Mientras al PSOE andaluz se le llena la boca hablando de feminismo en sede parlamentaria, lo que abraza son salarios de 400 euros al mes y mujeres con contratos a 20 horas a la semana.

La ‘Andalucía imparable’ era cobrar salarios de 400 euros, destruir el comercio y empresariado andaluz que paga con sus impuestos los sueldos de los políticos, promocionar la esclavitud de niñas en India o Bangladesh y decirle a las empobrecidas andaluzas, que cobran 400 euros al mes, que lo mejor que les puede pasar en la vida es comprar y vender bragas, calzoncillos y calcetines a un euro.

Autoridades andaluzas en la inauguración del Primark de Sevilla.

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Fuente: La Voz del Sur