Pastrana contra Marlaska (o viceversa) Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por José Juan Hdez (UCR)   
Lunes, 09 de Julio de 2018 03:16

Manuel Pastrana y Fernando Grande-Marlaska. Dos nombres y dos caras de un tenebroso asunto. O tal vez dos cruces.

El primero salió en el programa Preguntes freqüents de TV3 el sábado 30 de junio. Dijo, entre otras cosas, lo siguiente:

«No le va a invitar a un café a un detenido. Hay que sacárselo como se pueda», respondió a la pregunta sobre si era habitual pegar a los detenidos, para reconocer a continuación que «en España sí se ha castigado, pero no tanto como en otros países».

«¿Son torturas? ¿Se puede hablar de torturas?», preguntó la presentadora, a lo que Pastrana respondió con un contundente «obviamente».

Sin pelos en la lengua, el guardia civil dijo que los vascos, «por regla general, son blandos. Cuando se les toca un poquito cantan».

Quién así habla sabe de que va el asunto. Entró en la guardia civil en 1971. O sea, el individuo estuvo, es un dato objetivo, al servicio de una dictadura criminal y fascista. Llegó a estar infiltrado en ETA y perteneció a los servicios de inteligencia de la también llamada benemérita. Y ahora, jubilado, es carne de libro a través de un periodista llamado Joaquín Vidal. Y visto que aquí la impunidad es norma (hoy 8 de julio se cumplen 40 años del asesinato por la policía de Germán Rodríguez en los Sanfermines de 1978 sin que nadie haya sido juzgado) parece que decidió sincerarse y contar su ajetreada vida. Es un dato que desconozco, pero no tengo noticias de que la guardia civil, como institución, haya desmentido sus graves declaraciones. Tampoco las ha cuestionado ninguna otra institución de un estado que debería estar preocupado porque uno de sus servidores ha confesado (sin mal trato o tortura alguna), que el organismo para el que el trabajaba, vulneraba con regularidad la ley.

Declaraciones que vienen a corroborar, aunque sea de manera indirecta, lo expuesto en el informe “Tortura y malos tratos en el País Vasco entre 1960 y 2014”, elaborado por el Instituto Vasco de Criminología y la Universidad del País Vasco en el que se contabilizan 4.113 denuncias. Y ojo, piensen que es un estudio solo del ámbito vasco.

¿Soy un tipo disparatado si pienso que alguna instancia judicial tendría que llamar a declarar a este señor? Ha confesado en público, ante centenares de miles de televidentes, con un escueto “obviamente”, que en el estado español, a pesar de la blandura congénita del vasco, se ha practicado de manera sistemática el mal trato y la tortura por parte de los cuerpos de seguridad. Insisto, lo dice un guardia civil jubilado y sardónico que no ha sido un número más, pues el sujeto también estuvo en los aledaños del 23F, cuyo origen, por confesión personal de Tejero, situó en La Zarzuela.

Podría haberse animado a citarlo para declarar, si ahora no fuera Ministro del Interior, el hasta hace poco juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska, que la semana pasada, en sede parlamentaria, interpelado acerca del informe antes citado, dijo una frase memorable, digna de figurar en un texto religioso antiguo y dogmático, nacido para embridarnos el pensamiento: “La única verdad es la judicial”. La frase es espeluznante. Si la única verdad es la judicial se supone que todo lo que, en materia de derechos humanos, queda fuera de ese “paraguas” es mentira. ¿En ese informe de más de 400 páginas hay más de 4000 mentirosos? ¿Todos los “refugiados” en la justicia argentina que la justicia española no investiga son mentirosos? ¿Las más de 100.000 víctimas del jefe terrorista Franco enterradas en cunetas por todo el estado español, durante más de 80 años ignoradas por la judicatura española, son mentira?

Pienso que sería interesante, el juez niega lo que el guardia afirma, organizar un debate o, ya que estamos moviéndonos en el ámbito judicial, un cara a cara entre Grande-Marlaska y Manuel Pastrana. O, como ya insinué, un cruz a cruz, al menos desde el punto de vista de quiénes hayan pasado por sus manos.

La esencia es que el uno sin el otro no pueden existir. Ambos forman parte del engranaje del poder. Son gente necesaria. Aunque a veces queden con unas vergüenzas al aire, que siempre tapan, ignorándolas, los grandes medios de comunicación. Los dos nos hacen confesiones que nacen de la prepotencia (“obviamente”) o el enfado (“la única verdad…”) porque saben que en un país donde cuesta un mundo quitarle una medalla a un torturador ellos son simplemente intocables.

Mientras tanto me ha asqueado ver el jolgorio de la progresía hispana, la que obvia todo lo anterior, por la condena, en Chile, a los asesinos del cantante comunista (siempre se olvidan de este dato) Víctor Jara. Harto de celebrar triunfos ajenos y distantes, con que se nos cayera la cara de vergüenza por las derrotas propias habría suficiente.

Progresía en cambio callada ante el hecho, escandaloso y criminal, de que la euroorden que solicita a Bélgica la extradición de Valtonyc tiene marcada la casilla “terrorismo”. Igual las opciones las estudiaron conjuntamente Pastrana y Grande-Marlaska.

 

Artículo también publicado en la página personal del autor: El Blog de José Juan Hdez