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Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Glora Elizo   
Lunes, 16 de Octubre de 2017 06:19

Qué bien hicimos las de Podemos en ahorrarnos los canapés reales. Parece ser que de Palacio salieron los patricios tocándose la nariz del fuerte olor a tubería que se coló por los augustos salones regios.

La cloaca anda destapada y vivimos tiempos fétidos. Es lo que tienen las banderas, que tapan mal que bien la corrupción, pero se te escapan los olores.



Andan las élites tratando de cerrar el Régimen desde arriba y repitiendo aquel mantra de que nunca se debe desaprovechar una buena crisis. Catalunya vale para todo, y todos quieren sacar su tajada unilateral de la independencia.

Anda sobre todo Pedro queriendo cerrar heridas con los que de verdad mandan, pensando que quizá con este lío de las banderas lo pueda hacer sin que su nuevo PSOE se le envejezca demasiado aprisa. El viejo PSOE se pasó todo el canapé real buscándolo para leerle la cartilla. Pero Pedro andaba en otra cosa.

Barruntaba tal vez lo bien que soportaba la peste palaciega, que quizá las cloacas manchen menos de lo que la gente piensa, que con la peineta de María Dolores de escudo es mucho más difícil que se te escapen los viejos comisarios de las alcantarillas y que, al fin y al cabo, nadie como la derecha mediática para escribir panegíricos y tapar con banderas los olores de la enésima restauración borbónica.

Pensaba tal vez Pedro que Catalunya bien vale un no es sí que le abra el cielo comunicativo, la caja negra del Ibex, las puertas de la Casa Real, el balcón en el Corpus de Toledo y la unidad de acción contra los salvajes. Que quizá otra vez el señuelo de la reforma constitucional fuera suficiente para esconder el Gran Acuerdo.

No cuenta Pedro con el desafortunado hecho de que –ora de tanto juntarse con la pandilla de María Dolores se le ha pegado la alucinante incompetencia de la ministrísima para mentir, ora porque Mauricio absorbe hasta la última gota de sinceridad de cualquiera que se le acerca– cuando dice lo de la reforma constitucional se le ve en la cara su propia desconfianza en que realmente vaya a encontrar a alguien que lo crea, un rictus que no recordábamos desde aquel antológico finiquito en diferido de su nueva aliada.

Es verdad que todo el mundo sabe que no habrá reforma constitucional mientras no resuelvan el problema de los salvajes que, ya se sabe, van a convocar un referéndum. Y ya se sabe que Podemos se hunde, se hunde, pero no se da hundido. Pero es que mentir es una competencia fundamental si vas a bailar con el aroma a cloaca y aún más si vas a refundar el Régimen con la sola ayuda de Margarita y de una asociación para delinquir.

En cualquier caso, que no vaya a haber reforma constitucional no quiere decir que Pedro no haya puesto sus condiciones. En esta boda real, la cabeza de Juan Luis es la primera albricia. No es fácil. No faltan en el Gobierno de Mariano esforzados soldados en preparar su defensa.

Es tanta la insistencia de los contrayentes que la batalla del poder se ha trasladado al Consejo de Administración de Prisa. Mientras Ana Patricia se relame, Soraya se juega su principal apoyo justo en el momento en el que la quieren freír como a San Lorenzo en la parrilla catalana, viendo además como Juan Ignacio de Cospedal se va de rositas.

María Dolores primero decapitó a esos jefes de la Guardia Civil empeñados en personarse en la cueva de Alí Babá. Luego defenestró a los policías de la Comisión Judicial que se atrevieron ni más ni menos que a abrir la tapa de la alcantarilla del Gran Comisario. Luego fueron a por el CNI, dónde jamás nadie pensó que fueran a pagarles sus investigaciones contra el blanqueo de capitales del Ibex con el reproche de no haber encontrado esas urnas de plástico que tanto han dignificado a la patria de Gao Ping.

Si ahora Juan Luis cae… quién vendrá a defenderla cuando vayan a por ella.

Mientras Juan Luis trata de ser fuerte poniendo sus dossieres encima de la mesa, a Soraya le crecen las reprobaciones en el Congreso. Pero ni a Soraya ni a nadie del PP le importa lo que digamos en el Congreso. Lo que a Soraya le aterra de verdad son los ojos de hielo de María Dolores sobrevolando el campo de batalla, mientras el nuevo bipartidismo cierra las puertas de la ciudadela con la vicepresidenta fuera. Ella sola –y la momia incorrupta de Mariano– enfrentándose a mandobles de verbo ágil y código penal –sin policías, sin fiscales, sin jueces– contra todos los salvajes.

Mientras, al otro lado de la ciudad, Pedro saborea su venganza. Margarita puede arrearle al gobierno mientras el gobierno sea Soraya. Hacer oposición y cerrar al mismo tiempo el régimen de partido único. La Gran Coalición una y trina bajo la paternal mirada del viejo Felipe, de su joven y marcial tocayo, de sus policías desfilando por la Castellana, de sus muchas y grandes empresas –todas domiciliadas en Madrid– y una sola cloaca blanqueadora y sus grandes cabeceras –todas madrileñas– dirigidas por un solo gurú de la comunicación. Dentro es fuera, arriba es abajo: Viva Mauricio, abajo Juan Luis. La política hace extraños compañeros de cama…

Supongo que llega un día en que un hombre se siente cómodo en los salones de la mafia y sueña con la Moncloa, con repartirse a medias el placer de las minucias: acabar con la acción popular, mover jueces de un sitio a otro, despedir periodistas, amenazar denunciantes, expedientar policías, expulsar –como dice el Comisario Barrado– a cuanto quede decente en el sistema.

Y poner muchas, muchas banderas para conjurar a esos salvajes, a esos expulsados, a las generaciones que no se creen la televisión, a la legión de gente con dignidad e información, a esos de Podemos que no se ablandan ni con las moquetas, al tropel de profesionales que no logran tener algo que perder, a los creadores, a los emigrantes, a los estudiantes, a los pequeños negocios asfixiados por la corrupción, a las puñeteras estadísticas imposibles de maquillar y hasta a los corresponsales de los países que, ¡vaya!, sí tienen prensa.

Pero ¿qué son esos problemillas frente a la sagrada unidad de la patria? ¿Qué pueden unos milloncejos de salvajes contra una Gran Coalición que nos dará la preciada 'estabilidad' y unas cuantas mayorías parlamentarias?

Poca cosa comparada con el olorcillo a cloaca.

¡Ah! Y con Albert reclamando todo el rato que le dejen romper algo.

Nada es perfecto…

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Gloria Elizo es diputada de Podemos y vicepresidenta cuarta de la Mesa del Congreso
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Fuente: Infolibre