¿Qué hacía Borrell con esa gente? PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Germán Ojeda Méndez Casariego /UCR   
Lunes, 09 de Octubre de 2017 04:17

borrell4Me produce tristeza ver a Pep Borrell en la cabeza de una manifestación del PP y C's. En medio de un mar de banderas españolas (actuales); lo cual no debería ser extraño, si no fuera un símbolo que ha sido en general apropiado por la derecha, incluso la ultra derecha. Si yo no lo creyera una persona inteligente, informada, pensaría que le han tendido una trampa: ponerlo al frente para dejarlo en evidencia, a él y a su partido, atado de manos para contribuir a una salida racional y pacífica al conflicto.


Había mucha, mucha gente. Seguro que mucha gente que no necesariamente era de derechas, que estaban, estas sí, sencillamente convocadas por la necesidad de expresar su deseo de que Cataluña no se separe de España. Y que sentían la identificación con su bandera. Votantes en muchos casos del PSC, y hasta alguno, me atrevo a suponer, de los Comunes, sin demasiada firmeza. Gente normal. Gente de los barrios.


Y tenían razón en manifestarse. Lástima, qué pena, que tal manifestación tenía todo el aspecto de un acto de campaña del partido del gobierno, con toda su parafernalia, con su Albiol repartiendo abrazos por encima de las cabezas, con la exultante Dolors Monserrat a su lado, con el sirviente Rivera sonriendo obsequioso, en el que se vieron en la necesidad de pedir "por favor" que nadie muestre la bandera franquista, ni ningún signo fascista, para no quedar señalados. No obstante, abundaron los cánticos de "Puigdemont al paredón", "Cárcel a los independentistas", etc., lo que casa perfectamente con las aberrantes imágenes del "A por ellos" con que despidieron en muchos pueblos a las fuerzas represivas que el Gobierno envió a Cataluña.


Qué pena, porque actos como este por un lado muestran una realidad social no independentista, a la que hay que tener en cuenta, que tiene que jugar un papel fundamental en la crisis, pero por otro lado no contribuye en lo más mínimo a la solución, no nos acerca al diálogo, no propone acuerdos, no explora nuevas posibilidades, sino sólo la derrota del otro, la sumisión.


Como dice claramente Rajoy: Habrá una batalla, y la va a ganar. O sea, habrá, una vez más, vencedores y vencidos.


Nada que ver con el acto del sábado, las banderas y camisas blancas, no de rendición sino de paz, de concordia, acto en el que sí estuvo el PSC oficialmente representado por su secretario general Miquel Iceta, junto a tanta gente con deseos de que se resuelva el conflicto de la mejor manera para todos. Sin tanto discurso para arengar a las masas enfervorecidas.


Como los discursos de hoy:
Tiene razón ese viejo conservador Vargas Llosa, tiene razón al evocar a una Barcelona brillante y liberal (en el buen sentido), vanguardia de la modernidad española, que aprovechó la decadencia final del franquismo para desarrollarse como foco cultural, social y económico de una España renovada. Efectivamente, los gobiernos de CIU (casi siempre aliados del gobierno nacional) han provincializado, aldeanizado, Cataluña hasta extremos penosos. Tiene razón también cuando denuncia que el nacionalismo ha sido una lacra causante de grandes tragedias en otros tiempos, aun sin mencionar la Alemania nazi o los genocidios recientes en los Balcanes, pero quizás se le olvidó reconocer que hay también un nacionalismo español, españolista, sectario y excluyente, que en buena parte está también en el origen del conflicto.


Y Borrell también tiene razón, intentó (se le notaba incómodo, o eso creo yo) frenar los improperios belicosos, los pedidos de dura represión, para ceñirse en el respeto a la ley y a la justicia. Y reivindicó la abolición de las fronteras, con su banderita de la CE, el remedio a todos los males. Qué interesante sería que hablara también de abolir las fronteras en Ceuta o en Melilla, o en los centros de internamiento de extranjeros que proliferan por el territorio español. Importante que acusara de todos los males a los burgueses pactistas (y corruptos) de la antigua CIU, y que pidiera una ayudita para las bodegas de Cava como símbolo de la industria catalana, aunque no hubiera estado de más que dijera siquiera unas palabritas del comportamiento del PP cuando la reforma del Estatuto, recogiendo firmas contra el mismo (que había sido aprobado por el Congreso nacional soberano, por el Parlamento catalán y por el pueblo en referéndum), sugiriendo precisamente el boicot a los productos catalanes, apelando al Tribunal Constitucional (donde conservaba una mayoría adicta cuya renovación bloqueó filibusteramente hasta que volvió al Poder), hasta conseguir doblegar una resolución soberana, vaciarla de sentido, y de la cual el sentimiento de agravio del catalanismo fue el origen de la actual alienación independentista. Ni una palabra.


Y sí, eran muchos, hoy. Venidos de toda España, también, como los que cantaban el Cara al sol en Madrid, listos para la batalla. Pero estos eran, quiero creer, los menos. Los más, esa ingente masa de pacíficos ciudadanos que salieron de sus casas a reivindicar su españolidad, y se encontraron casualmente con el manto protector de un partido que hasta hoy era casi marginal en Cataluña, pero al que la locura secesionista y su contradicción dialéctica,la exacerbación de sentimientos de rechazo a la misma, puede estar sirviendo de magnífico cauce para la recuperación de los votos perdidos por una corrupción generalizada hoy casi olvidada. Y C's, recogiendo las migas que caen del mantel.


Y la verdadera España, al borde del precipicio.


¿Qué hacía Borrell con esa gente?