Cuba-EEUU: el triunfo de un pequeño estado digno PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por José Juan Hernández / UCR   
Jueves, 18 de Diciembre de 2014 06:21
Una pequeña curiosidad inicial. Los que simpatizamos con la revolución cubana, casi siempre, cuando nombramos a los líderes de ese proceso, usamos sus nombres de pila: Fidel o ahora Raúl. Sus enemigos, desconozco la razón, utilizan habitualmente sólo el apellido. 
Ahora procedo a escribir mi alegría.
El periodista norteamericano-argentino Andrés Oppenheimer publicó en 1992 un libro titulado "La hora final de Castro". No sé en que asunto andará don Andrés ahora, quizás escribiendo un artículo llamado "La hora estelar de Castro". Entiendo que en aquel momento, destruida la Unión Soviética, había que ser muy optimista para pensar que una pequeña isla, algo más grande que Andalucía, de 11 millones de habitantes, y a 90 millas de las fauces del tiburón estadounidense, iba  a aguantar mucho tiempo sin ser engullida. Comprendo también el gozo de muchos exiliados cubanos haciendo sus proyectos de retorno triunfal a la isla. Desde su óptica: muerto el titiritero soviético, inerme el gobierno títere cubano. Para ellos, los hermanos Castro estaban a punto de ser el postre o la guinda del "fin de la historia" pronosticado por Fukuyama: el reino seráfico, por los siglos de los siglos, del capitalismo (y ojo, no es que a día de hoy los poderosos vayan perdiendo precisamente). 
Pero no. Contra pronóstico, no. Estos cubanos, isleños con alma y sufrimiento de aldea gala, porque aunque los cuentos nos den vida, la vida no es un cuento, siguieron diciendo no. Y en eso llegó, siguiendo otra ruta, pero con los pobres de la tierra y la dignidad como horizonte, decenios después de que llegara Fidel (1959) y mandara a parar, otro comandante: Hugo Chávez (1999). Tras pasar 40 años de soledad institucional latinoamericana (salvo los breves periodos de Allende o la Nicaragua Sandinista) Cuba recibía el abrazo (y el petróleo, por aquello de que obras son amores, a cambio de médicos y maestros) de Venezuela. Y después llegaron el "buen vivir" del ecuatoriano Rafael Correa y, desde el altiplano boliviano, el indio Evo, que apenas toma posesión de su cargo (acaba de ser reelegido hace dos meses por tercera vez), va corriendo a La Habana a fundirse con Fidel y llamarlo, lleno de orgullo, como hiciera Hugo, padre. Porque ese símbolo llamado Fidel, o la nación cubana, han sido, con su resistencia al bloqueo más largo de la historia, los padres espirituales de los gobiernos insumisos (e imperfectos, por supuesto) que han surgido en el centro y el sur de América.
Gran parte del planeta mediático (los editoriales del New York Times contra el bloqueo y alabando la acción cubana contra el ébola, no daban puntada sin hilo) estaba, este ya histórico 17 de diciembre de 2014, atento a la comparecencia simultanea de Obama, presidente del estado más poderoso militarmente del planeta, en pie de desigualdad, al reconocer de facto el fracaso del bloqueo, con Raúl, el presidente de un pequeño estado digno y que, según el cantautor Silvio Rodríguez, tiene "un socialismo perfectible y que cuida a su gente". 
Pues eso, que los grandes ideales vivan en la pequeña cotidianidad.
 
Artículo también publicado en la web del autor: Blog de José Juan Hdez