Intelectual: mi pequeña osadía PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por José Juan Hernández / UCR   
Sábado, 01 de Noviembre de 2014 04:16
intelectual.
(Del lat. intellectuālis).
 
1. adj. Perteneciente o relativo al entendimiento.
2. adj. Espiritual, incorporal.
3. adj. Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. 
 
Desde mi osadía, acogiéndome al medieval "asilo en sagrado" que tenían los perseguidos y que rige en este callejón ateo, cometo el delito de añadir a ese canon que son las tres definiciones de la Real Academia de la Lengua Española, personal y concisa, una cuarta acepción: "persona que crea, difunde o arraiga pensamiento".
Hay intelectuales que me reconfortan, que, en la extrema aridez, son mi oasis particular, pues en el combate por defender y extender mi visión de ese conflicto global, entre el dolor y el disfrute, que es la vida, me nutren de argumentos o, simplemente, ponen belleza a mis ideas. Intelectuales que, cuando sacan a la venta una nueva obra, me hacen ir, ávido, a la librería, o en un ámbito más limitado, seguir sus textos en internet, entregado a esas palabras que tanto se parecen a aquellas de las que yo carezco. Debo ser honesto y reconocerlo, ya pocas veces me acerco al intelectual que me deslumbra para aprender cosas nuevas o con el cuchillo de la crítica entre los dientes. Lo hago ¿acrítico?, para refrendar lo aprendido y dar a mis dudas la solidez de sus certezas. No obstante, sospecho que este artículo ya es un artículo viejo.
Ese intelectual al que yo venero, probablemente es un don nadie si hablamos en términos de su capacidad de crear pensamiento, comprensión u opinión. Una encuesta en la que se preguntara quién conoce al último de los acólitos de Jorge Javier Vázquez y quién a Eduardo Galeano, todos sabemos que no tendría color, que la distancia sería sideral. Se me dirá que no son elementos comparables, que se mueven en ámbitos absolutamente diferentes. Es una buena objeción. Pero para mí, para mis sueños, es un pequeño drama el predominio del pensamiento zafio.
En mi campo, el de la izquierda, que siempre ha amado (y odiado) mucho a sus intelectuales, a esos eternos abajo firmantes de las buenas causas, disminuidos por la incapacidad de filtrar su pensamiento a la sociedad, estos cumplen a menudo la función, como decía al principio, de ser un mágico bálsamo de Fierabrás usado exclusivamente para restañar los desaguisados que crean en nuestra alma los verdaderos intelectuales que, vía Sálvame o similares, permean, acudiendo a su embrujo incluso algún líder político, a amplios sectores de la sociedad. Los "salvadores" crean mucho más pensamiento, entendiendo por tal la herramienta con la que nos acercamos a la comprensión del mundo que nos rodea, que el mentado Galeano o, citando a un sujeto del campo de la derecha, el propio Vargas Llosa.
La televisión, en sus mil canales, ha acabado velando, sepultando, al intelectual referencial, que busca las cosquillas, mientras aúpa a un nuevo intelectual orgánico (legitimador del sistema dominante) que en demasiadas ocasiones huele a eso, a restos orgánicos. Hoy ninguna televisión hace La Clave, un espacio mítico y libre de cuando sólo había dos canales, en el que, previo pase de una película, se debatía del tema escogido (la gama era muy amplia) con gente educada, diversa y formada, que a menudo te aportaban, sin interrumpirse ni gritarse, incluso desde la radical discrepancia, un producto que me parece seductor y escaso: una idea volando hacia mí a lomos de la palabra bien expresada.
Me apetece acabar con una referencia al mundo en el que laboro: la docencia en un centro de enseñanza secundaria. En los 25 años que llevo ejerciendo he visto leyes y modas (perdóneseme la frivolidad del término) que me abstendré de calificar. Todas devoradas una detrás de la otra. Ya en la recta final, sólo he llegado a una conclusión. Debo ser, inmune a ventoleras pasajeras, un intelectual en clase, intentar en esta vorágine de pensamiento, no débil, sino derretido, pringoso, abrir territorios deliberadamente vedados, caminos que permitan vislumbrar una pizca de entendimiento. Porque, comunista solitario, ansiando un mundo de seres libres y cultos, no puedo renunciar, en mi minucia, a combatir la vasta ignorancia que, camuflada, se extiende bajo el exceso de información.
 
Artículo también publicado en la página personal del autor: Blog de José Juan Hdez