Otegui: venganza y temor del estado español PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Jose Juan Hdez Lemes /UCR   
Miércoles, 22 de Octubre de 2014 00:00
A nivel del estado, salvo en Euskadi, la noticia fue convenientemente silenciada. Pero, por salud democrática, es importante no olvidar que en este mes de octubre se han cumplido 5 años del encarcelamiento de Otegui y cuatro compañeros más por el llamado "caso Bateragune", donde se les acusaba, en calidad de supuestos miembros de ETA, de buscar la reconstrucción de la ilegalizada Batasuna.
Otegui simboliza la venganza y el miedo del aparato estatal. Un aparato que sabe que con un Otegui en libertad, casi elevado, aunque alguien se escandalice (pero no deberían, Obama y Kissinger son premios Nobel de la Paz) a la categoría de referente moral, de pacificador encarcelado, por buena parte de la sociedad vasca, la lucha de Euskadi por decidir su relación con el estado español se va a potenciar.
 
A medida que la sombra de ETA se diluya, la izquierda abertzale puede incrementar su ámbito de influencia, pues el sambenito terrorista dejará de ser un dique de contención. Aún tardará Otegui más de un año en pisar la calle. Sospecho que la condena de seis años y medio, ya ha cumplido más de tres cuartos, el estado va a hacer que la apure hasta el fin. En pleno auge del soberanismo catalán, aprovechando que está fuera de escena un actor principal, hay que tener el mayor tiempo posible "pacificado" el frente político vasco.
 
Este texto quiere poner de manifiesto que en el estado español hay presos políticos sin delitos de sangre. La paradoja de Otegui es que, desde años anteriores a ser encarcelado en 2009, ha trabajado para intentar parar un conflicto que ha causado mucho dolor (aunque sea mucho menor que el causado por los 40 años de la dictadura fascista de Franco) pero que desde hace más de un decenio tenía, por la debilidad de ETA y el creciente rechazo social a sus acciones, una intensidad baja que el estado soportaba muy bien e incluso rentabilizaba políticamente. El finiquito de una organización armada no es tarea de un día ni de un año. Ni consiste en decir que se presenten en un cuartelillo de la guardia civil con el carnet (español por supuesto) en la boca. El gobierno de Colombia lleva dos años negociando en La Habana con la guerrilla (según el argot internacional  terrorista) de las FARC la salida un conflicto que tiene cerca de seis décadas y arrastra miles de muertos. Esa negociación se está realizando incluso sin un previo alto el fuego. Pero el gobierno colombiano sabe, aunque ahora lleve la iniciativa militar, que la resolución total solo puede venir de la negociación, pues no es un conflicto con una banda de malhechores comunes, sino un conflicto con raíces políticas, que ha costado y cuesta mucha sangre.
 
Acabo con una idea que ya he expresado en otras ocasiones. Me pongo tan empecinado como la realidad, que aunque no convenza, siempre vence.
 
En el estado español, donde el fascismo (más allá del desierto donde pregonan la ONU o una voluntariosa juez argentina) sigue y seguirá impune, donde un torturador e incluso asesinos mucho peores que los etarras, no han dormido una noche en un calabozo, un hombre y sus compañeros, que trabajaban para poner fin a la violencia de decenios, de la cuál también formaba parte la tortura y el crimen de estado, es reo del nacionalismo español, ese nacionalismo que en un gesto de infinita osadía y soberbia, de necedad desconocedora de los avatares históricos, se permite sacralizar, en un artículo candado, el 2º de la biblia constitucional, dictado según Jordi Solé Tura por poderes externos al parlamento, "la indisoluble unidad de la nación española". Por cierto, el candado se torna doble con el sibilino artículo 8º que establece que las fuerzas armadas son garantes de la integridad territorial de España. Amén (o no).
 
Artículo también publicado en la web del autor: Blog de José Juan Hdez