El último coñazo de Juan Manuel de Praca PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Arturo del Villar   
Lunes, 13 de Septiembre de 2010 04:37

manipulación informativaEl diario monárquico–fascista--fundamentalista Abc de hoy, 11 de setiembre, publica un artículo tan mendaz como vomitivo de Juan Manuel de Prada, en el que una vez más el obeso obseso antirrepublicano da muestras de su ignorancia y de su calaña. Este vasco renegado comenzó su salto a la popularidad indecente en 1995 con un libro titulado Coños, publicado por Valdemar, de tanto éxito, dado lo provocativo de su título, que lo reeditó en el 2000.

 

Intrigado por el tema, se fue al Vaticano a levantarle las faldas al papa, para verle sus intimidades, y así consiguió ser nombrado corresponsal en Madrid del diario más integrista y despreciable de cuantos se imprimen en el mundo, L’Osservatore Romano. Muy lógico: a tal diario, tal corresponsal. Desde ese momento olvidó sus aficiones coñísticas, porque en el Vaticano lo que prima es la pederastia homosexual.

Este sujeto publica hoy un artículo titulado “Los papeles de Alcalá–Zamora”, en el que hace un gran elogio del primer presidente de la República Española, censurando que “fuera irregularmente destituido como jefe del Estado”. Este cateto ignorante se permite hacer esa declaración por saber que en el Abc se acoge todo lo que sea contrario a la República, aunque lo cierto es que Niceto Alcalá Zamora fue legítimamente depuesto por las Cortes el 7 de abril de 1936, de conformidad con el artículo 81 de la Constitución aprobada por el pueblo español.

Se refiere después al testamente ológrafo de Alcalá (él escribe hológrafo, grafía permitida por el Diccionario de la Academia, pero no recomendada), que según aclara estaba escrito “de su propio puño y letra”. Pues claro, es que en otro caso no sería ológrafo, pero él no pierde ocasión de demostrar su incultura.

Alude más tarde a la sustracción de las memorias que Alcalá guardaba en un banco madrileño, suceso acaecido el 13 de febrero de 1937, en plena guerra organizada por el director del diario Abc, siguiendo instrucciones del ex-rey exiliado, y se atreve a decir: “Entonces aquellos valiosísimos documentos fueron arrebatados, con desprecio de la legalidad, de la caja fuerte de un banco, por instigación de Azaña, y utilizados fraudulentamente con fines propagandísticos”. Sólo el depravado Prada se atrevería a publicar semejante mentira histórica, y además ridícula. Es una calumnia demostrativa de la ralea del vaticanista observador de coños.

Azaña no intervino ni en la sustracción ni en la posterior publicación en La Hora. Diario de la Juventud, impreso en Valencia, en junio y julio de 1937. Precisamente algunos fragmentos impresos se refieren muy críticamente a Azaña, que mostró su sorpresa y disgusto en la intimidad de su diario el 1 de julio, por el hecho de publicarse. Sólo un imbécil como Prada puede suponer que autorizase la inserción de un escrito en el que se le denigra, lo mismo que a otros compañeros del Gobierno. Lamentó leer, por citar un solo comentario, “las monstruosidades que piensa de mí”: véase el tomo 6 de sus Obras completas, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, p. 355.

Fueron los maestros de Prada los que robaron unos diarios de Azaña, mal custodiados por su cuñado en el Consulado de la República en Ginebra. Los militares monárquicos sublevados sí aprovecharon los diarios azañistas para publicarlos con comentarios soeces, primero en un periódico y después en un libro titulado Memorias íntimas de Azaña, con anotaciones de Joaquín Arrarás, ilustraciones de Kin, del que se imprimieron tres ediciones sucesivas en 1939 por unas llamadas Ediciones Españolas. Eso sí se hizo por los militares monárquicos rebeldes para desprestigiar a Azaña, cosa que al adiposo patán sin duda le parecerá muy bien.

En cuanto al personaje Alcalá Zamora, no merece la pena comentar su gestión como presidente de la República, porque fue ridícula. Pero sí conviene recordar que su consuegro el militar rebelde Queipo de Llano le previno de la sublevación que preparaban los militares rebeldes, por lo que el ex–presidente y su familia embarcaron el 8 de julio de 1936 en Santander y así se libraron de padecer las molestias de la guerra en que se vio hundida su patria, con el regocijo de los monárquicos, que prefieren tenerla destruida a libre.

Sin embargo, su hijo José regresó a Madrid desde París, enfrentándose a su padre,  que le prohibió hacerlo, para enrolarse en la brigada comandada por Enrique Líster. El 20 de marzo de 1937 escribió una carta a su padre desde el frente de Guadalajara, en la que le acusó de traidor a la patria. He aquí el comienzo y el final, suficientes para entender el desprecio que le inspiraba la actitud de su padre:

"Cuando hace dos meses yo dejaba el hogar familiar para venir a España a sumarme a las filas del Ejército leal, no lo hice sin merecer por tu parte una repulsa que equivalía a una condenación de mi conducta, condenación que no quedó encerrada en los límites del ámbito familiar, sino que tuvo toda la resonancia de la prensa internacional. […]

Yo soy feliz luchando en las filas del Ejército popular; lo soy porque cumplo con mi deber de español. Todos los que abandonen a España, los que tácita o expresamente ayuden a los invasores, máximo cuando han ocupado puestos tan altos como el de presidente de la República, no tienen derecho en este momento histórico a llamarse españoles. Hoy, más que nunca, estoy seguro de la victoria del pueblo español, que no sólo será la victoria de España, son también la victoria de la democracia universal."

Firmaba la carta como José Alcalá Castillo, teniente de la 9ª Brigada de la 11 División. Un buen español, avergonzado de la traición de su padre a la patria, no digamos a la República porque Niceto Alcalá Zamora nunca fue un republicano. Era un terrateniente cordobés, fanático catolicorromano, ministro durante la monarquía de Alfonso XIII, con el que se disgustó porque le hizo un desprecio propio del señorito chulo amo de España que era el rey, pero no por convicción ideológica. Se le eligió presidente del Gobierno provisional primero y de la República después porque no se encontraba a una persona idónea para ocupar esos cargos. Los ministros pensaban que padecía manía persecutoria, según comentaba Azaña en sus diarios. Al final hubo que destituirlo para evitar que continuase desprestigiando a la República.

Debemos reconocer que la República cometió un lamentable error: impedir que el pueblo de Madrid quemase el edificio de Abc el 10 de mayo de 1931, en respuesta a sus continuadas provocaciones. Así pudo colaborar en la organización de la sublevación de los militares monárquicos, y seguir jaleando su triunfo hasta hoy.

Es comprensible que sus redactores y colaboradores, y más todavía si lo son también del panfletario L’Osservatore Romano, estén encoñados con la monarquía.

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Arturo del Villar es Presidente del Colectivo Republicano tercer Milenio


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