Tiempo de esperanzas PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Laboral
Escrito por Agustín Moreno   
Sábado, 04 de Enero de 2014 07:01

Este 2014 puede ser un año decisivo si se mantiene la resistencia a las políticas de ajuste y de recorte de las libertades, si se reconstruye un discurso ideológico progresista vigoroso y se organiza el cambio político.

Las luces brillantes en la noche más oscura.

La aplicación de las recetas neoliberales lograron que masas de personas indignadas salieran a las calles contra la injusticia y las desigualdades, aquí y en todo el mundo. Hay que destacar la participación de jóvenes y esta puede ser una de las principales consecuencias políticas: que se empiezan a preguntar por sus condiciones de vida, ausencia de trabajo y de expectativas para el siglo XXI.

 

Una nueva forma de intervención que desconcierta al poder político tradicional. No cuentan con el apoyo de los partidos tradicionales ni de los sindicatos, no tienen medios ni recursos económicos, pero son capaces de ocupar espacios de gran simbolismo y poner en jaque a gobiernos desconcertados. No ceden ante la represión, que tiene que aumentar la violencia para intentar acabar con ellos, generando dinámicas de acción-reacción de difícil final. Utilizan los nuevos medios de comunicación y las redes sociales para llamar a la revuelta y mantenerla activa.

De entrada, la toma de las calles tiene un valor terapéutico. Pasar del yo al nosotros es el comienzo de las complicidades y de las revueltas que pueden cambiar las cosas. Los movimientos sociales son energía democrática en estado puro a favor de más bienestar y libertad. Es un intento de rehacer el mundo en el que se vive a partir de sus anhelos más profundos. Tienen gran poder de movilización y de marcar la agenda política (1)

En la agenda más próxima de 2014 aparece un horizonte de movilización de las principales mareas y de otros movimientos sociales.

  • La sanidad de Madrid tendrá que estar muy pendiente de las maniobras políticas y judiciales para desatascar el proceso de privatización. Después de estas fiestas se producirá la decisión del pleno del TSJM, convocado a tal efecto por un magistrado que es marido de una consejera del PP del gobierno de Cospedal. Finalmente no será el que lo presida al haber sido nombrado miembro del CGPJ, pero su intención y legado sigue ahí. Si se reactiva la privatización en Madrid, se abrirían las puertas a su extensión al resto del Estado. Ello obligará al personal sanitario, a los usuarios y ciudadanos a seguir en la calle en defensa de la sanidad pública.
  • La educación arrancará el año con huelga en Baleares el 7 de enero contra la política educativa, la represión, la falta de diálogo y de negociación. También se multiplicarán los foros y encuentros para articular la objeción a la LOMCE y evitar todos los daños posibles en los centros educativos. Habrá movilizaciones coordinadas con otros sectores en defensa de los servicios públicos y, en su caso, contra los decretos de implantación de la ley.
  • Las mareas ciudadanas deberán de superar los elementos de división que llevaron a convocar dos manifestaciones el mismo día (23-N) y por los mismos objetivos, algo absolutamente inexplicable para la ciudadanía, si no es por cuestión de egos y sectarismo. En cualquier caso, las mareas de sanidad, educación y ciencia deberán seguir movilizándose unidas en defensa de los servicios públicos, como hicieron en Madrid el 15-D.
  • Las Marchas de la Dignidad llegarán a Madrid el 22 de Marzo de 2014, contra el paro, la precariedad, los recortes y la represión. Con reivindicaciones básicas relacionadas con derechos recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Constitución Española: trabajo digno o renta básica, fin de los desahucios de viviendas y garantía de agua, gas y electricidad.
  • Las movilizaciones en defensa de las libertades y contra la ley del aborto, la ley de seguridad ciudadana y la reforma del Código Penal.

Sería muy importante que los sindicatos de clase recuperasen su papel en la movilización contra las consecuencias de la reforma laboral y los recortes sociales, así como en el impulso del cambio político. No se trata de volver a un sindicalismo heroico, sino simplemente pegado al terreno, con unidad y en alianza con los movimientos sociales, y en tensión movilizadora a la altura de las agresiones, para que no vuelva a darse una situación tan penosa como la falta de respuesta ante la última reforma de pensiones.

La necesidad de construir la alternativa (2).

El panorama es tan lamentable que daría miedo si no fuera por dos cosas: la certeza de que este gobierno puede durar muy poco si los espacios de resistencia popular van acompañados del sentido común para la creación de una alternativa. Y porque el nivel de movilización social y ciudadana debe conseguir que las libertades sean irreversibles.

El problema de España es sobre todo político. Las crisis económicas y financieras se repiten periódicamente, pero son la consecuencia de las equivocadas políticas que se han aplicado durante mucho tiempo: modelo especulativo, dependencia tecnológica, subvenciones a los empresarios, mercado de trabajo degradado y con bajos salarios, excesivo gasto militar… Y la rampante corrupción: se repartieron comisiones unos delincuentes metidos a concejales y políticos, se financiaron los grandes partidos, se enriquecieron los sinvergüenzas. Acabó la fiesta del ladrillo, nadie pagó la cuenta y ahora nos la pasan a todos nosotros.

Este país necesita regeneración política. No se puede partir del fatalismo de que la corrupción es inevitable, aunque tampoco podemos caer en la ingenuidad de pensar que no es algo inherente al sistema capitalista. Hay que fortalecer los mecanismos democráticos y de control aplicando el principio de tolerancia cero: mayor sanción social, política y electoral de la ciudadanía, que no puede votar a los partidos políticos complacientes con el latrocinio de los fondos públicos.

La crisis tiene un carácter político que presenta rasgos más importantes incluso que la crisis económica. Desafección política y electoral, desconfianza hacia partidos, instituciones y casta política. Deslegitimación que se resume en el “No nos representan” como metáfora del alejamiento de los ciudadanos de lo que consideran un simulacro de democracia.

Los movimientos sociales deberían de jugar un papel decisivo. La gran cuestión es: ¿son capaces de pasar al Sí nos representan y articular, con otros, referentes político-electorales que den la batalla en las instituciones por el cambio necesario? Más que grandes líderes habría que buscar grandes ideas, programas y complicidades, determinación de cambio. La primera chinita que hay que poner para, a partir de ella, formar la perla, es un programa consensuado con el mínimo común denominador que una a partidos de la izquierda real, movimientos sociales y mareas ciudadanas. Y escoger a las personas más honestas para que sean representantes en las instituciones. Candidatos a prueba de Google, personas normales haciendo cosas excepcionales. Porque hay que poner en pie una propuesta de cambio, pero también una bandera ética que haga que la ciudadanía vote con entusiasmo y sin tener que taparse la nariz.

Es estupendo que las encuestas digan que IU avanza bastante, pero no es suficiente para que haya una alternativa. Hace falta más presencia política y electoral para cambiar las cosas de raíz. Y se necesita generosidad política para entender que los intereses generales deben de estar por encima de los de una formación, después de tantos años de travesía del desierto. También se requiere prudencia de las pequeñas organizaciones a la hora de las exigencias. Y priorizar lo esencial, que en este caso es derrotar a la derecha. Se equivoca quien prioriza su consolidación como partido y la posibilidad de sacar algún eurodiputado rechazando para ello la política de alianzas.

Habría que crear una especie de bloque sociopolítico alternativo, una especie de frente por la decencia y el cambio, donde se sienta representada esa amplísima mayoría que padece las políticas actuales y que necesita un referente político electoral. Que necesita recuperar la ilusión de que es posible acabar con la falsa política de apaciguamiento de los mercados que conduce al recorte sin fin. Para que no se quede la indignación en casa y llegue a las urnas con consecuencias de cambio. Porque la abstención, que prende más en la izquierda, es un regalo para el poder que seguiría gobernando tan deslegitimado como ahora. Para salir de la actitud de espera, para romper el miedo.

Para ello, haría falta avanzar en una serie de líneas de acuerdo: un programa de mínimos que se plantee la recuperación de derechos expoliados y los objetivos del empleo, la protección social y los servicios públicos; la apertura de un proceso constituyente hacia una república federal donde convivan voluntariamente todos los pueblos del Estado español, quizá la única vía de que Cataluña no se proclame independiente en el ejercicio de su derecho a decidir; que resignifique el concepto de democracia y cambie la ley electoral; una elección de candidatos con criterios muy participativos, representativos y plurales; un código ético muy riguroso en el ejercicio de los cargos públicos, la limitación de mandatos y la revocación; así como todas aquellas propuestas de interés que se puedan consensuar.

Hay ciudadanos que creen que la política es como la meteorología, que los gobiernos se suceden como las borrascas y los anticiclones. Pero no es así: depende de todos nosotros. Si falta la inteligencia necesaria para construir la alternativa, el futuro nos deparará más desigualdad, menos derechos y más represión para imponerlo. Estamos ante la ocasión histórica de acabar con el bipartidismo de esta segunda restauración borbónica, de cambiar de base esta sociedad y abrir un nuevo proceso constituyente.

Es lo que se está intentado desde “Suma, la gente primero”, donde está IU, asambleas del 15-M, IA, y otras muchas plataformas de izquierda y movimientos. Pero no parece que esté siendo fácil (3). El escenario ideal sería que en las elecciones europeas de 2014 se produjera tal derrota de la derecha que se viera obligada a adelantar elecciones. Me gustaría tener la certeza de que seremos capaces de lograrlo para todas las elecciones de 2015. Estamos obligados a hacerlo, porque si luchamos y conseguimos recuperar la ilusión de la gente, podremos abrir un nuevo tiempo de esperanzas. Para ello hay que echarlos del poder porque, de lo contrario y para nuestra desgracia, Rajoy y esta derecha seguirá formando parte de nuestro futuro.

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Fuente: cuartopoder.es