Encuentro "Salir del euro" : La unión monetaria está condenada a desaparecer Imprimir
Opinión / Actualidad - Economía
Escrito por Pedro Montes   
Miércoles, 14 de Octubre de 2015 04:50

"La economía real está sustentada en una estructura financiera tan precaria que cuando se derrumbe los daños en las sociedades serán desoladore".

La desolación que recorre a Europa, dramática para algunos países con Grecia a la cabeza, la falta de expectativas favorables, los análisis sobre las carenciasdel euro, la conciencia de que no caben políticas de progresistas en la unión monetaria, el vaciamiento democrático de las sociedades europeas, todo ello y bastantes argumentos más, nos han llevado a los que participamos en este encuentro a la convicción de que es necesario desmantelar la unión europea si se quiere poner remedio y fin a la crisis que padecemos.

 

Resulta importante poner de manifiesto que la inmensa mayoría de las fuerzas de la izquierda no fueron capaces de entender el significado del euro, su carácter de arma en manos de la burguesía, la conformación de una Europa sometida a los dogmas neoliberales. Representó una entrega ideológica indigna, y como se ha visto muy perjudicial para los trabajadores y las capas sociales más desfavorecidas.

Por otra parte, resulta igualmente sorprendente que ante las circunstancias actuales la inmensa mayoría de la izquierda no acaba de ver claro en el marco de la unión monetaria no hay solución a la crisis y que, por consiguiente, la única alternativa posible pasa por considerar que la actual configuración de la unión monetaria tiene que cambiar.

MI intervención quiero que vaya un poco más allá de este juicio. Pretendo fortalecer nuestras opiniones haciendo ver que es imposible que sobreviva la unión monetaria, apoyándome en dos aspectos esenciales de lo ocurrido hasta ahora. El primero, referido a los tipos de cambio irreversibles que se determinaron al implantarse el euro. El segundo, tomando como referencia el inmenso endeudamiento general en que está atrapada la zona euro.

Los desequilibrios exteriores

Con independencia de otros muchos efectos sobre la economía y la soberanía de los países, el principal cambio producido con el euro fue la fijación de unos tipos de cambios fijos e irrevocables de cada moneda con respecto al euro, y por consiguiente de cada moneda con respecto a las de los otros países miembros. Resulto así una parrilla de paridades, subrayo este nombre de parrilla, que supuestamente eran acertadas para mantener un razonable equilibrio de las balanzas de pagos por cuenta corriente de todos los países por un tiempo indefinido.

Visto con perspectiva, se cometió un inmenso error, lo que permite reafirmar la falta de condiciones económicas para la creación del euro, con la circunstancia agravante de que la crisis del Sistema monetario europeo en el año 92 ya había puesto de manifiesto la imposibilidad de mantener tipos de cambio fijos entre los países europeos, por su desigual capacidad económica y por los diferentes problemas que afrontaban.El SME estalló y hasta en cinco ocasiones se devaluó la peseta para hacer frente a las presiones de los mercados de cambio.

Todo queda bastante claro. 1.96 Marcos equivalían a un euro. 166 pesetas equivalían a un euro, luego el tipo de cambio del marco en pesetas edad de 85, o era 102 escudos por marco o 174 dracmas por marco.

Por otro lado, las famosas condiciones de convergencia ni se cumplieron al echar andar el euro ni eran suficientes para lograr una homogeneidad de circunstancias que permitieran garantizar la viabilidad de los tipos de cambio fijados.

Pues bien, con esa parrilla, como es sabido, el principal problema surgido con el euro son los profundos desequilibrios que se han registrado en la balanza de pagos de los países miembros, con unas cifras insólitas que no pudieron darse nunca, pues saltaban las alarmas, en cualquiera de los sistemas internacionales anteriores, ni con el patrón oro, ni con el patrón dólar, surgido en Bretton Wood en 1945 con tipos de cambio fijos pero revisables hasta 1971, o con tipos de cambio flexibles posteriormente. La balanza de pagos por cuenta corriente de Alemania llegó a tener un déficit superior en algún año al 7% del PIB, mientras que España alcanzó un déficit del 10%, Portugal 13% y Grecia hasta el 18%. Con la crisis se han corregido estas cifras pero el fondo de la cuestión sigue intacto.

La magnitud del desastre en que se ha instalado la unión monetaria puede venir medida por los tipos de cambio con relación al euro que tendrían los distintos países si ahora se concretase la fijación de esos tipos, como se hizo en 1999 para garantizar, se pensaba, un equilibrio razonable de las balanzas de pagos. La parrilla resultante, los tipos cruzados entre las monedas integradas, nada tendrían que ver con los que rigen actualmente con el resultado comentado. Las monedas de algunos países, Alemania y Grecia por ejemplo , tendrían que alterarse casi con toda seguridad en más de un 100 × 100 entre ellas, para poderse corregir los desfases exteriores que mantienen.

Dicho de otro modo, ¿porque se condena a Europa a vivir una realidad insostenible de tipos de cambio fantasmagóricos e irreales que determina unas condiciones de existencia imposibles para algunos países?

Si además de hablar de los tipos de cambio de cambio para mantener la balanza por cuenta corriente más o menos equilibrada, se unen otros desequilibrios económicos de primer grado, como es la tasa de paro de algunas economías, con Grecia y España la cabeza, si además se tienen en cuenta los intereses derivados del endeudamiento neto exterior, con países acreedores y otros fuertemente deudores, con efectos que agudizan los desequilibrios exteriores dentro de la zona euro y, en fin, si además se admite que la capacidad de competir se ha reforzado en los países más avanzadosy debilitado en los más atrasados, con una sensible destrucción del tejido productivo que han sufrido estos, la conclusión es rotunda: aunque resulta imposible determinar la parrilla que debiera existir actualmente entre las monedas europeas, la vigente es un completo disparate, es insostenible y su mantenimientoen el tiempo, cuanto más dure, generará un desastre cada vez mayor en el espacio de la eurozona.

Por tanto, reconociendo la realidad, es necesario desmontar el euro, y por lo menos liberar a las monedas más débiles de la férula a la que están sometidas, lo que, en última instancia, también significa romper el euro actual.

El cerco de la deuda

El asunto del endeudamiento general refuerza esta conclusión. Los déficits de la balanza de pagos por cuenta corriente acumulados por los países del Sur europeo se tradujeron en crecientes posiciones deudoras frente al exterior. Si además de estos déficit se toma en cuenta que algunos países participaron eufóricamente en la hiperreactividad financiera que antecedió a la crisis internacional,

España es un buen ejemplo pues las empresas se endeudaron masivamente para financiar inversiones en Latinoamérica, el resultado fue que los pasivos exteriores crecieron de un modo desorbitado, de modo que cuando sobrevino la crisis financiera internacional a partir de 2007, pero con la eclosión definitiva en septiembre de 2008 con la quiebra del banco norteamericano de inversiones Lehman Brothers, los países altamente endeudados sufrieron una gran conmoción que los arrastró a una grave depresión económica.

La historia es bien conocida pero debe quedar muy claro que si la crisis financiera internacional sirvió de catalizador y profundizó la crisis del euro, esta crisis estaba ya gestada en el propio seno de la unión monetaria por errores de concepción, como se acaba de ver. La pérdida de confianza general, el bloqueo de los mercados financieros y el estrangulamiento de los canales de financiación, interna y externa en todos los países, provocaron una depresión económica que, entre otros efectos, originaron importantes déficit públicos, añadiendo al problema del endeudamiento la necesidad de cubrir esos déficit públicos.

Los Estados Unidos, la Reserva Federal en primer lugar y de forma extraordinariamente exuberante, inyectaron liquidez para contener una debacle general que hubiera dejado pequeña la crisis de 1929. El Banco Central europeo, como banco emisor para 17 economías distintas y compartimentadas fiscalmente, actuó con mucha menos dirigencia y más cautela hasta que se hicieron necesarios los rescates, fundamentalmente del sistema crediticio de países como Grecia, Portugal y España, y ya más recientemente, la no resolución de la crisis le ha obligado a modificar sus estrictos criterios y facilitar liquidez también de un modo generoso.

De esta simple evolución se destacan varios hechos que son imprescindibles para comprender los peligros financieros que acechan a la unión monetaria.

En primer lugar, la crisis financiera general y europea se ha solventado por el momento a costa de la creación e inyección masiva de dinero por parte de la Reserva Federal y el Banco Central europeo. Es una fórmula pasajera y eficaz, pues si con liquidez se eliminan o se apagan focos de inestabilidad, pero es como apagar la sed con agua de mar. El sistema en su conjunto se vuelve más ansioso, más inestable, y más vulnerable, como se tendrá ocasión de comprobar en la próxima crisis financiera, ya anunciada por muchas voces con autoridad.

En segundo lugar, todos los ajustes y recortes, por un lado, y las ayudas, por otro, no han acabado de sanear financieramente a los agentes económicos, si bien los Estados se han sobrecargado de deuda, como se pone de manifiesto por los porcentajes que representa la deuda publica respecto del PIB, los cuales casi sin excepción han aumentado agudamente entre 2007 y 2015, en algunos países de modo espectacular como Grecia, Portugal y España, y también Estados Unidos con su importancia mundial.

Al empezar la crisis, todos los sectores económicos tenían unos niveles de deuda desorbitados e históricamente insólitos. Las familias respecto de su renta disponible. Las empresas entre su capital propio y ajeno, muy apalancados, que se dice. El sector financiero también, al que se sumaban desajustes de balance graves, con grandes agujeros financieros por la caída del valor de sus activos, desequilibrios de temporalidad de los activos y pasivos, estos últimos más perentorios que las inversiones a largo plazo de los activos, con las hipotecas a plazos poco menos que vitalicios.

En lo esencial la irregularidad de la situación continua, pero en lo que se refiere a las deudas externas de los agentes y de los países se ha registrado un traslado de los riesgos desde el sector privado a las instituciones públicas internacionales en un proceso nada claro de socialización de pérdidas. Los acreedores privados se han visto favorecidos por los rescates de la Troika, mientras que los deudores privados, la banca fundamentalmente, ha recibido ayudas gubernamentales sin que esté garantizada la recuperación de los fondos públicos comprometidos ni la apropiación que correspondería al sector público del capital aportado a la banca, como es normal en el capitalismo.

La casuística de todo lo ocurrido es inabarcable en todo el continente europeo, pero como un buen ejemplo me refiero al problema del endeudamiento en el caso español.

Al final de 2007, los pasivos financieros brutos de toda la economía española entre sus sectores, desglosados éstos entre la Administraciones Públicas, el sistema financiero, las empresas y las familias, ascendía a 9,7 billones de euros (a un mayor desglose los pasivos aumentarían), a los que habría que sumar otros 2,2 billones, la cifra que el conjunto de esos sectores internos, los agentes económicos del país, tenía como pasivos frente al exterior. Los pasivos totales, pues, eran 11,9 billones de euros, equivalentes a 11,3 veces el PIB de ese año.

Los números al final de 2014, con todos los cambios económicos y convulsiones financieras registrados desde entonces, son los siguientes: los pasivos entre sectores internos 10,2 billones de euros, más 2,6 billones de pasivos exteriores, arrojan un total de 12,8 billones de euros de pasivos, lo que representa el 12,1 veces el PIB de 2014 (este, todavía inferior en un 2% al del año 2007).

Si nos referimos a un aspecto particular y vital de la posición financiera del país, es preciso recordar que al final de 2007 la deuda pública del Estado se elevaba al 36% del PIB; sin embargo, al acabar 2014 ya representaba el 100% del PIB.Toda la política brutal de ajuste y recortes para sanear las cuentas públicas como impone la Troika se ha traducido en un prolongado estancamiento de la economía, en un vertiginoso incremento de la deuda pública y en un incorregible déficit de las Administraciones públicas, que todavía para 2015 se estima con poco fundamento en un 4,5% del PIB, que y generará, por consiguiente, más aumentos de la deuda pública.

Con arreglo a la deuda, por tanto, la situación de la economía española se ha deteriorado en los últimos años, lo que significa que potencialmente está expuesta a más agitaciones financieras de todo tipo que antes de la crisis. Los bajos tipos de interés actuales ponen sordina al problema, pero bastara que se produzcan sacudidas inevitables en los mercados para que cobre la importancia que tiene la burbuja financiera.

En suma, los peligros que acechan a la economía española a causa de su endeudamiento general son demasiados altos, sobre todo considerando la inestabilidad general de todo el sistema financiero internacional.

Como es una opinión ampliamente compartida, una densa nube financiera cubre la actividad real de las economías. Cuando descargue, arrastrará consigo como despojos, deshechos, a muchas instituciones financieras y a una importante parte del capital productivo con las consecuencias imaginables. O para los que deseen otra imagen: la economía real está sustentada en una estructura financiera tan precaria que cuando se derrumbe los daños en las sociedades serán desoladores.

El euro, lejos de aportar soluciones o remiendos es un factor de los que están socavando al sistema y su suerte ligada a la explosiva situación que vive el mundo.

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Fuente: Socialismo 21