Los trabajadores de AENA deberían aclarar si están contra la privatización de la compañía en general, o contra la pérdida de sus privilegios como funcionarios en particular. O, mejor dicho, quien debería aclararse, en cuanto deje de hacer aspavientos por el anuncio de la multihuelga, es la sociedad española en su conjunto, a la que el Gobierno pretende despojar de otra de sus empresas públicas, acaso la más importante y rentable de las pocas que nos quedan. Sí, rentable, pues su déficit actual se corresponde con las colosales inversiones efectuadas en los aeropuertos de Madrid y Barcelona, que no sólo no computan en los presupuestos del Estado, sino que la dejan en óptimas condiciones para volver a generar suculentos beneficios que, estos sí, revierten a las arcas comunales.

Si lo que se quiere desde una parte es demonizar a los sindicatos y poner en entredicho, para recortarlo, el derecho a la huelga de los trabajadores, y, desde la otra, defender egoistamente privilegios vitalicios, se comprende que el asunto clave de la privatización de algo que en ningún caso debería privatizarse, le traiga sin cuidado a casi todo el mundo. Pero la cuestión es esa, y no otra: se quiere vender a un precio irrisorio a algún tiburonazo del sector (que incluye aparcamientos, centros comerciales...) lo que conservando la titularidad pública beneficiaría al conjunto de los ciudadanos, y no sólo en términos económicos, sino de cohesión social, pues no es un secreto que en manos privadas cerrarían los aeropuertos poco o nada rentables. Parece mentira que, con la que está cayendo, el Gobierno sacrifique un bien que no le pertenece, pues es de todos, para salir momentáneamente del paso, practicando la suicida política económica del pan para hoy y hambre para mañana, pero más mentira parece, si cabe, la indiferencia de la sociedad, bruñida seguramente en la ignorancia, respecto a la salvaguarda de su patrimonio.

Nos van a mangar, como hicieron con Telefónica y con tantos otros filones, la primera operadora aeroportuaria del mundo en número de pasajeros, y nosotros, indignados ante la posibilidad de no poder volar el Jueves Santo. Uf.