Cuando se cumplen cuarenta años del motín de los presos sociales de la prisión de Badajoz, las cárceles españolas siguen estando llenas de pobres. La memoria de la COPEL desaparece en la Transición dejando un rastro de herida abierta y caminos por andar.
24 de julio de 1978, son las once de la noche. 27 presos, de los 98 que componen la población reclusa de la cárcel de Badajoz, inician un motín. Los internos, que han sido autorizados a ver la programación de televisión hasta el final, comienzan a amontonar colchonetas y mantas a lo largo de los pasillos y le prenden fuego. El incendio salta a todas las dependencias de la cárcel y adquiere proporciones grandiosas cuando se propaga al taller, donde se apilan 24 toneladas de madera para parqué, que han sido elaboradas con el trabajo de los presos.