La II Republica en la memoria PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - La Segunda República
Escrito por José Cobos Ruiz de Adana / Diario de Córdoba   
Domingo, 10 de Abril de 2011 05:08

Pacto de San Sebastián. Reunión donde se constituyó un comité revolucionario, presidido por Alcalá-Zamora, que llegaría a ser el Primer Gobierno Provisional de la Segunda República EspañolaEl próximo 14 de abril se cumplirán 80 años de la proclamación de la II República, un régimen recibido por un gran número de españoles con no poco interés y con mucho más entusiasmo aún si cabe, entre otras razones, por haber sido la principal experiencia de carácter democrático y de solidaridad social jamás acaecida hasta ese instante en nuestro país y que, por desgracia, fuera abruptamente interrumpida, en julio de 1936, por el golpismo fascista de un grupo de generales, apoyados por los poderes fácticos y financiados por la oligarquía financiera encabezada por el banquero Juan March y a la que siguieron casi cuatro décadas de dictadura franquista.

 

 

 No pocas veces se ha dicho que llegó cuando los monárquicos firmaron el acta de defunción de la Monarquía, sobre todo, tras la experiencia de la dictadura de Primo de Rivera, con cuya dimisión se abriría una etapa durante la cual los gobiernos nombrados por el Rey fueron incapaces de apaciguar la agitación social y solucionar la grave crisis económica existente, perdiéndose también aquella muy probablemente por culpa de los propios republicanos, en un contexto de debilidad de las democracias occidentales por el fortalecimiento de los regímenes totalitarios. El cambio de régimen vendría a significar un mayor protagonismo de la inteligencia pequeño burguesa y de la siempre sufridora clase obrera organizada, en detrimento de aquellos otros grupos que hasta aquel preciso momento habían venido cercenándola mientras, durante la etapa alfonsina, ostentaban su poder, los cuales tampoco supieron hacer la modernización que necesitaba España en aquellos convulsos años de nuestra pasada centuria.

Así, durante la primavera de 1931 se iniciaba un nuevo periodo, en parte, caracterizado no solo por la intención democratizadora del Estado español, sino sobre todo por aquella otra vieja idea de solucionar cuantos problemas aquejaban por entonces al país y, entre ellos, cómo no, la propia reforma del Estado centralista, la cuestión agraria, la reforma religiosa y de la educación o bien la militar, centrada en la modernización de la enseñanza de los uniformados y en la reducción de sus mandos, entre otros problemas que aún mantenía España. Los diferentes gobiernos republicanos, con mayor o menor éxito, dependiendo del momento en cada uno de sus respectivos bienios, intentarían abordar cuantos problemas sociales y económicos se venían padeciendo por parte de nuestra sociedad, no pudiéndose olvidar que la difícil marcha de la economía española dificultaría la realización y soluciones precisas en las numerosas reformas e iniciativas que se llevaron a cabo, sin que en ningún momento podamos olvidar el impacto que supuso la crisis del 29, así como el corte brusco de la corriente migratoria hacia el exterior, lo que se reflejaría en un incremento poblacional.

Del propio pacto de San Sebastián nacería el programa que, más pronto que tarde y como guía, le serviría al gobierno provisional presidido por Alcalá Zamora, garante de la burguesía conservadora ostentadora del poder y que, como objetivo inmediato, se vino a centrar en el mantenimiento del orden público y en la propia convocatoria de elecciones a Cortes constituyentes. No debemos olvidar tampoco que el último consejo de ministros de la monarquía se había venido a celebrar en la misma tarde del ya célebre 14 de abril de 1931. Solo De la Cierva, en el Palacio de Oriente, se resistiría a que Alfonso XIII abandonase el poder, si bien el intento resultaría inútil, puesto que, mientras el Rey emprendía su viaje hacia Cartagena, para embarcar camino del exilio, nuestro paisano don Niceto, a las 9 de la noche y desde el despacho del ministro de la Gobernación, en la Puerta del Sol, proclamaría sin derramamiento de sangre la II República española. Un régimen que, como ya sucediera con el de 1873, nacería sin republicanos auténticos, o al menos, si existieron, estuvieron en franca minoría, ya que los demás grupos se adscribirían a la causa republicana por meras razones de tipo táctico o de conveniencia y, desde luego, sin interés alguno por la República, lo que a la postre se traduciría en un país más que dividido y radicalizado por parte de derechas e izquierdas, que no dudaron en resolver sus diferencias en la calle, lo que acabaría siendo una justificación para el golpe del estío de tan triste recuerdo y que nos conduciría a la más cruenta guerra civil jamás dada en nuestra historia.

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Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=630157