El bombardeo de Sestao del 23 de mayo de 1937 PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - La Guerra Civil
Escrito por Luis Alonso Pascual   
Miércoles, 24 de Mayo de 2017 00:00

Aquel domingo de mayo Sestao era un pueblo sometido a una dinámica bélica que se mantenía en el tiempo desde los últimos días de setiembre de 1936. En el pleno municipal del dos de octubre el Ayuntamiento muestra su protesta más enérgica «por el hecho vandálico de bombardear los facciosos las poblaciones civiles».

En el informe de la Sección de Obras recogido en el acta, fechado el 26 de setiembre, se describen los daños ocasionados por las bombas en las casas que se extienden a lo largo de la calle Rivas, que es la travesía que limita Sestao con las industrias asentadas en la margen izquierda del Ibaizabal.

El ataque, sin embargo, se produce sobre la zona sin dañar directamente ningún edificio, afectados solamente por la onda expansiva, y sin impactar sobre La Vizcaya, La Naval, La Aurrera y Altos Hornos, industrias dedicadas entonces a la fabricación de armamento para las tropas de la República. No hubo ninguna víctima. En la tipología que desarrolla el historiador Xabier Irujo en su estudio sobre los más de 1.100 bombardeos que soportó Bizkaia entre julio de 1936 y agosto de 1937, lo podemos encuadrar como un bombardeo de terror, dirigido a la población para generar pánico.

El siguiente ataque, contrariamente, será de carácter estratégico. Según describe profusamente la prensa de aquellos días, el 3 de enero del 37, a las tres y cuarenta de la tarde, una escuadrilla formada por doce aviones lanzó un total de cincuenta bombas, explosivas e incendiarias, sobre las factorías de Sestao. En Altos Hornos se produjeron ligeras averías en las tuberías de lavaderos de gas, y vecinos y trabajadores retiraron los depósitos de benzol para alejarlos del fuego. En la Constructora Naval impactó un proyectil, que no llegó a explotar, y en los terrenos de La Aurrera cayeron doce bombas que desmantelaron la cubierta de los pabellones. En La Vizcaya el edificio de oficinas resultó afectado, y finalmente, cuando se retiraban sobre la vega del Galindo descendieron para usar las ametralladoras. En la calle Rivas y adyacentes se contabilizaron treinta y cuatro socavones producidos por las bombas. Uno de ellos cerca del Cuartel de Miñones de La Punta, donde un joven resultó herido. No se produjeron muertes. Es evidente que el objetivo del ataque no era arrasar la industria de guerra de Sestao, sino el de hacer una demostración de capacidad bélica en la línea apuntada por el general Mola en sus comunicados: «Si la rendición no es inmediata arrasaré Vizcaya hasta sus cimientos, comenzando por sus industrias de guerra. Dispongo de medios para hacerlo».

Las sirenas seguirán sonando sin cesar los días y meses posteriores. El 27 de enero se produce otro ataque en el que fallece el vecino Venancio Magunacelaya. En abril, Sestao es bombardeado de manera sucesiva los días 6, 13, 15 y 29. Son operaciones localizadas, de escasa magnitud y en distintas zonas del municipio. Su repetición en tan breve periodo de tiempo demuestra que su finalidad es sembrar el terror entre la población. Los datos que hasta hoy se conocen ofrecen la cifra de cinco personas muertas.

El 23 de mayo era un domingo marcado por diversos sucesos. Galdakao había sido objetivo principal de la aviación alemana cuatro días antes, en un ataque sobre un refugio en el que murieron quince vecinos. El mismo día en Barakaldo, las bombas derribaron siete casas, mataron a una persona e hirieron a otras siete, y en Erandio Goikoa, un baserritarra y su hijo morían bajo la metralla de las bombas mientras trabajaban en el campo. El carguero Habana, a bordo del cual viajan cuatro mil niños vizcaínos evacuados a Gran Bretaña, ha arribado a Southampton el sábado por la tarde. Lo recoge la prensa de la mañana para tranquilidad de los progenitores de los más de doscientos niños y niñas de Sestao que han hecho la travesía.

Aquel domingo estaba reunido todo el personal sanitario del municipio en el ayuntamiento desde las once de la mañana. Médicos, practicantes, farmacéuticos y regentes han sido convocados por la Comisión Popular Antifascista para la conformación del Batallón de Defensa Pasiva contra los ataques aéreos al municipio. En Sestao existe un hospital de sangre desde finales de julio del 36. Lo estableció en el Asilo de Rebonza la Comisión de Sanidad del Frente Popular de Sestao y lo gestiona la Comisaria General del Gobierno Vasco. Cuenta con dos salas de veinte camas, y un cuarto para curas de urgencia. Lo dirigen dos médicos de Sestao y un practicante. Es un hospital de vanguardia, donde llegan los heridos en campaña o provocados por los bombardeos. Posteriormente son trasladados a los hospitales centrales de Bilbao.

Sobre las doce y media del mediodía aparecieron sobre el cielo de Sestao cuatro aparatos de bombardeo que procedían de la zona del Abra. En relación a estos aviones aún hoy se mantiene la controversia. Por un lado, algunos medios escritos los identificarán como pertenecientes a la Luftwaffe alemana, posiblemente del modelo Heinkel He-111B «Pedro», protagonistas del bombardeo a Galdakao del día 19; por otro, se dice en algunas informaciones que se trata de aparatos trimotores, lo que encaja en la descripción de los bombarderos Savoia-Marchetti SM81 de la Aviazione Legionaria Italiana, causantes de la destrucción de Durango del 31 de marzo. Una vez sobre Sestao, descendieron para continuar su vuelo siguiendo la línea recta que dibuja la calle La Iberia y que, en aquel tiempo, constituía la columna vertebral del municipio a partir de la cual se extendían sobre las laderas los barrios obreros. En una primera descarga derriban varias casas de la Venta del Gallo, uno de los centros activos del pueblo, y de la parte central de La Iberia. A partir de ahí, los cuatro aviones trazan una trayectoria divergente, la escuadrilla abre su vuelo en forma de ramillete para fijar sus objetivos de manera individual y alcanzar el mayor número posible de edificios. En el escaso intervalo de quince minutos arrojan un total aproximado de cincuenta bombas. En la calle Txabarri destruyen tres casas, en La Iberia cinco. En el patio del número 29 muere por los cascotes de metralla Pedro Vidarte Grande, de ocho años de edad. En el pequeño barrio de casas obreras La Unión, una de ellas es abatida, y en la populosa barriada del edificio de El Escribano caen dos proyectiles. Todavía hoy se pueden apreciar los agujeros de la metralla en una de sus fachadas. En la travesía llamada Lorenzo Llona uno de sus bloques es prácticamente destruido. Allí fallece Juan Velar Jiménez, de 65 años. También se ven afectadas por las bombas las escuelas de Vista Alegre, el edificio de Telégrafos y la sucursal del Banco de Vizcaya. Unos quince edificios, en su mayoría viviendas de obreros, son prácticamente derruidos, y muchos más sufren desperfectos. La industria pesada del municipio no recibe ningún impacto. Cuando los aviones se retiran en dirección a Burgos, autoridades, vecinos/as y bomberos se afanan con premura en las tareas de desescombro con la esperanza de rescatar a los atrapados bajo las ruinas, trabajos que se prolongarán durante días. El parte oficial ofrece una cifra de veintidós personas muertas, de entre ellos al menos seis niños/as, y más de ochenta heridos. Tres vecinos más fallecerán en días posteriores a consecuencia de las heridas sufridas durante el bombardeo. Sestao presenta en esos momentos un paisaje urbano de guerra total, con humeantes incendios y casas en ruinas. El estupor entre la población es absoluto.

Es el bombardeo más violento que ha sufrido la localidad en lo que se lleva de guerra. Es un bombardeo de terror, con el único objetivo de amedrentar a la población civil causando la muerte del mayor número de vecinos y la máxima destrucción posible. La indignación se extiende entre las poblaciones de ambas márgenes de la ría. Desde otras anteiglesias se envían bomberos para ayudar en las tareas de limpieza y reconstrucción. Sestao ha sido víctima, como anteriormente Otxandio, Durango, Gernika, Galdakao y otros muchos lugares, de los «criminales aviones negros».

Sestao será bombardeado en dos ocasiones más antes de la toma de Bilbao por las tropas facciosas el 19 de junio. El día 15 y el día 18 de ese mes los aviones volverán a sobrevolar el municipio soltando un nuevo lote de proyectiles explosivos que traerán la muerte a dos vecinos más. Con los datos con los que contamos hasta el día de hoy, murieron en Sestao una total de treinta y tres personas bajo las bombas de los enemigos de la República en un total de diez acciones de bombardeo. Sobre una población de algo más de 18.000 habitantes, murieron en Sestao a causa de la guerra iniciada por Franco, Mola y Sanjurjo, un total aproximado de más de quinientas personas, bien en el frente de lucha, bien en enfrentamientos en las calles, bien bajo el fuego de los aviones, bien ejecutados en los barcos prisión, o bien en las cárceles o fusilados en la salvaje represión que se produjo tras el triunfo del ejercito fascista en la guerra del norte.

Sestao es un pueblo con memoria. Lo es por el arduo e impagable trabajo de la asociación Gogoan Sestao Elkartea y de otros estudiosos de la historia de nuestro municipio que han desarrollado una actividad memorialísta destinada a no perder y recuperar lo que este pueblo padeció en aquellos procelosos años de 1936 y 1937. Los testimonios de los padres y madres, abuelos y abuelas de los que hoy habitamos Sestao tienen su espacio dentro de la historia gracias a la altruista labor de los mencionados. Por todo ello, el bombardeo de Sestao no será, en un futuro y nunca más, el bombardeo olvidado.

 

Luis Alonso Pascual,   miembro de  Gogoan Sestao elkartea

____________

Fuente: Gogoan Sestao elkartea