Hitler siguió órdenes de Franco para exterminar a 9.328 españoles PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - II Guerra Mundial y Nazismo
Escrito por Ignacio Pato   
Martes, 21 de Julio de 2015 05:14

Hablamos con el periodista Carlos Hernández de Miguel sobre los deportados españoles en Mauthausen, sobre el dolor y sobre la verdad

 Si la Historia la escriben los vencedores, eso quiere decir que tiene que haber otra Historia: la verdadera.

El periodista Carlos Hernández de Miguel comenzó interesándose por una historia familiar y ha acabado siendo el autor de 3 espacios de referencia para asomarnos al horror que vivieron los españoles deportados en los campos de concentración nazis de la 2ª Guerra Mundial.

 

Se trata del libro Los últimos españoles de Mauthausen, la completísima web deportados.es y una cuenta de Twitter en la que más de 44.000 seguidores han podido asistir a tiempo real al paso de su tío Antonio por el infierno de Mauthausen.

Hablamos con él sobre dolor y verdad.

¿Cómo acaba Antonio Hernández Marín, tu tío, en Mauthausen?

Mi tío pasó toda la Guerra Civil española como artillero del cuerpo de Carabineros de la República. Tras la derrota, cruzó la frontera y sufrió el maltrato de las autoridades francesas que le confinó, como al medio millón de refugiados españoles, en campos de concentración. Tras alistarse en el ejército francés, fue capturado por los nazis. Pasó por dos campos de prisioneros de guerra. Y de allí, un frío día de enero de 1941 fue subido con otros 775 españoles a un tren de ganado y enviado a Mauthausen.

Sobrevivió a dos guerras y perdió las dos.

Mi tío fue una persona derrotada doblemente, traicionada por casi todas las naciones y, finalmente, olvidada por España.

Eliges Twitter para contar su historia, un formato potente para esta narración.

La investigación sobre la vida de mi tío pronto se convirtió en algo más. Me hice consciente de que nuestra sociedad ni siquiera sabía de la existencia de más de 9.000 españoles en los campos de concentración nazis. Me conjuré para sacarles del olvido y recuperar sus voces y sus historias. De ahí surgió Los últimos españoles de Mauthausen. Con la cuenta de Twitter quería llegar sobre todo a los más jóvenes.

Hay algo que me parece muy emotivo. Además de mensajes de ánimo del público en general, algunos familiares de prisioneros te enviaron mensajes en Twitter.

Te confieso que he llorado leyendo algunos comentarios de los internautas. Ha sido también gratificante leer comentarios de nietos y sobrinos de algunos deportados. Algunos de ellos daban el nombre de su familiar y le decían a la cuenta: “Si le ves, dile que se cuide”.

 

Tu Twitter se llama Deportado 4443, el número de tu tío en Mauthausen y una de las claves de esta historia: cómo los seres humanos son despersonalizados.

Sí. Las SS tenían muy estudiado el proceso de deshumanización al que sometían a sus prisioneros. Les quitaban todas sus pertenencias, su ropa, su pelo y su nombre. Unos pocos minutos después de llegar al campo, ya solo eran parte de un rebaño a rayas, humillado y sometido.

2. Olía a carne humana quemada

¿Cómo era un día "normal" en Mauthausen?

Les levantaban a palos y gritos a las 4:45 de la mañana. Los prisioneros tenían que pelear con sus propios compañeros para hacerse un hueco en las piletas de agua de los aseos. Solo con un agua sucia que las SS llamaban "café" debían enfrentarse a 12 horas de durísimo trabajo. La mayoría de los españoles trabajó en la cantera de granito. Tenían que llevar piedras de hasta 50 kilos, picar las laderas de la montaña y cargar vagonetas.

En esas 12 horas solo paraban 30 minutos para tomar una sopa aguada de nabos y zanahorias. Me estremeció escuchar a uno de los supervivientes, el malagueño José Marfil, explicar que en el momento en que llegaban las marmitas con la comida, los deportados peleaban entre sí para evitar los primeros puestos de la fila...

¿Por qué? Debían de estar hambrientos...

Porque los primeros del reparto solo obtenían agua caliente, mientras que los que llegaban más tarde ya veían como el cazo se hundía en el fondo de la marmita extrayendo más sustancia y algún trozo de hortaliza.

Al finalizar la jornada debían subir la empinada e interminable escalera de la cantera cargando una enorme piedra. Al llegar al campo tocaba la última formación del día que, muy a menudo, se prolongaba hasta la madrugada bajo la lluvia o la nieve. Cuando las SS se cansaban de tenerles en posición de firmes les mandaban a dormir con una rodaja de salchichón y un ínfimo trozo de pan en el estómago.

Y todo esto, sin mencionar la constante amenaza de muerte...

Sí, todo este calvario era en un día bueno. Los días malos las SS practicaban las denominadas “ofensivas” en las que se dedicaban a martirizar y asesinar a los prisioneros.

Hay una cosa que no puedo quitarme de la cabeza. Tu tío contaba que una vez encontró a un hombre aspirando el humo que salía del crematorio. Cuando le preguntó qué hacía, aquel hombre le contestó que estaba respirando lo que quedaba de su familia. Es terrorífico.

Todos los supervivientes me han contado cómo el campo olía permanentemente a carne quemada. Y todos tienen grabadas en sus mentes las imágenes de los compañeros, amigos y también los grandes grupos de judíos, gitanos o soviéticos que pasaban delante de ellos camino de la cámara de gas.

Recuerdo especialmente lo que me contó el cordobés Juan Romero: “70 años después, sigo soñando con una niña judía que me sonrió mientras se dirigía hacia la muerte”.

¿Cuántos españoles se calcula que pasaron, y cuántos quedaron, en aquellos lugares?

9.328 españoles pasaron por los campos de concentración nazis, entre ellos 300 mujeres. Cerca de 5.500 solo pudieron escapar convertidos en humo y cenizas, a través de la chimenea del crematorio.

Solo uno de cada tres deportados españoles llegó con vida al día de la liberación.

Tu tío es liberado por soldados americanos el 5 de mayo del 45. ¿Cuál fue su vida a partir de ese momento?

A España no podía regresar porque Franco lo hubiera fusilado o encarcelado. Presionada por sus propios deportados, Francia aceptó acogerles en su territorio. Y allí se quedó mi tío y la mayoría de los deportados españoles hasta el final de sus días. Además de las dificultades económicas y la falta de arraigo, tuvieron que superar las terribles secuelas físicas y psíquicas que les había dejado su paso por los campos. Decenas de ellos se suicidaron al no poder soportar el peso de los recuerdos. Mi tío murió en 1992.

3. No fue Hitler, fue Franco

No se suele hablar de aquellos españoles...

La historiografía franquista ha ocultado su existencia durante 40 años. Con la democracia no se ha corregido ese relato manipulado.

Hagámoslo ahora. Tras una reunión de Serrano Suñer, el ministro de Gobernación de Franco, con Himmler y Hitler, los prisioneros españoles son enviados a campos como Mauthausen. ¿Qué responsabilidad tiene el franquismo sobre los españoles en los campos nazis?

Me preguntas qué responsabilidad tuvo Franco. Pues bien, la respuesta es sencilla: toda. Hitler jamás habría enviado a esos 9.300 españoles a los campos de concentración sin el consentimiento de Franco. Los españoles, tras ser capturados por los nazis durante la invasión de Francia, son enviados junto a soldados británicos y franceses a campos de prisioneros de guerra. En estos campos se respetaba la Convención de Ginebra. Todo cambió con esa visita de Serrano Suñer a Berlín en septiembre de 1940. Tras reunirse con Hitler, Himmler y con toda la cúpula del III  Reich, Alemania emitió una orden a la Gestapo para que sus agentes sacaran a los españoles, y solo a los españoles, de esos campos de prisioneros de guerra para enviarlos a campos de concentración.

Esa orden se emitió el 20 de septiembre de 1940, mientras Serrano Suñer abandonaba Berlín. Es evidente que Hitler se limitó a hacerle el trabajo sucio a Franco.  

¿Son estas 9.000 personas víctimas del pacto de olvido de la llamada Transición?

Absolutamente. Los políticos redactaron la Constitución con una pistola en la cabeza. El objetivo de la izquierda fue exclusivamente el de recuperar la democracia. Para ello tuvieron que pagar un alto precio, realizar dos concesiones a los franquistas: impunidad para los verdugos y olvido para las víctimas.

Nuestros deportados no dejaban de ser las víctimas más incómodas del franquismo porque eran las que evidenciaban que el dictador español fue aliado fiel de ese asesino de masas que fue Adolf Hitler.

En Francia recientemente se le ha otorgado la Legión de Honor, el más alto galardón estatal, a los españoles de Mauthausen. ¿Qué les pasa a los diferentes gobiernos de España con la memoria histórica?

Hemos normalizado y asumido que haya calles dedicadas a Franco y a otros líderes fascistas. Le pido a los lectores que hagan un ejercicio muy sencillo. Si tienen amigos alemanes, italianos o franceses que les pregunten si en sus países hay monumentos o calles en memoria de Hitler, Mussolini o Pétain. Lo que pasa en este país no es normal. No se puede pasar una página que sigue mal escrita.

¿Se puede salir vivo de un campo de concentración o todo el que entra muere un poco?

Uno de los supervivientes, José Marfil, me dijo algo que me impactó: “Al llegar a Mauthausen y ver a las SS golpearnos, gritarnos y azuzarnos los perros, pensé que nos iban a fusilar. Pero no nos fusilaron, fue peor todavía”. Sobrevivir fue, en general, más duro que perecer entre las alambradas.

Los supervivientes nunca abandonaron del todo el campo de concentración.

La vida es frágil.

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Fuente: Play Ground