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Nuestra Memoria - franquismo y represión
Escrito por Benito Sacaluga   
Lunes, 29 de Mayo de 2017 04:39

El Cuerpo de Carabineros se creó en 1829, su función principal era la vigilancia de las costas y fronteras españolas. Tras el golpe de estado de 1936 dos terceras partes de sus efectivos, más de 12.000 hombres de un total de 16.000, se pusieron incondicionalmente del lado de la República. A iniciativa del ministro Juan Negrín, los carabineros republicanos aumentaron su tamaño hasta los 40.000 efectivos. Participaron en las batallas más importantes, también en la defensa de Madrid. Dado el espíritu de lucha demostrado durante la guerra y sus inquebrantables ideales republicanos, un año después de acabada la guerra el dictador Franco hizo desaparecer el Cuerpo e integró en la Guardia Civil a los miembros que le ayudaron en la sublevación y en la lucha contra las libertades.
(2) Artículo 4º de la Ley del 15 de marzo de 1940: 
Se suprime la actual Inspección General de Carabineros, cuyos cometidos y funciones se agruparán en una sola Sección de la Dirección General de la Guardia Civil, a cuyo Director General pasarán las atribuciones conferidas actualmente a la Inspección General del Cuerpo de Carabineros. El personal de este cuerpo estará adscrito a los distintos servicios que por esta Ley se fijen como privativos del Cuerpo de la Guardia Civil, en la forma que, con arreglo a las aptitudes y condiciones de su personal, determine el Director General.

 

Poco se habla o escribe hoy del Cuerpo de Carabineros y de su importante papel en la Guerra de España. Considero que este olvido es injusto y debe corregirse
Transcribo a continuación un texto publicado en el Semanario La Armada, en abril de 1938, en el que se ensalza el valor y entrega del Cuerpo de Carabineros
Las hordas fascistas avanzaban sobre Málaga, rompiendo y destrozando como nuevos caballos de Atila el resplandor de una nueva generación que asomaba en el horizonte rojo de sus ilusiones; la carretera serpenteante por las playas bañadas por el azulino «Mare Nostrum», adoptaba un colorido policromo debido a la cantidad de jaiques, turbantes y uniformes de diferentes matices que invadían tos fértiles campos de la perla mediterránea, hollando con sus sucias chilabas las tierras virginales de invasores; los italianos con sus columnas motorizadas desaparecían entre el polvo de la carretera; el avance se hacía después de haber roto el sangrante frente de Estepona con relativa facilidad, ayudado por los cruceros «Canarias», «Baleares», «Cervera» y los cañoneros «Cánovas del Castillo» y «Canalejas», que cañoneaban sin piedad los grupos de caseríos que como bandadas de palomas blancas parecían posadas en la verde campiña en su resistencia contra los bárbaros.
 
Todo iba bien para la marcha de los traidores; nuestros espíritus llenos de ansiedad y los ojos anegados en lágrimas, suspirábamos pensando en el crimen del siglo, del cual éramos testigos; los oficiales rebeldes daban órdenes dependiendo de la radiotelefonía en comunicación con el Estado Mayor italiano; de pronto, a través del amplificador, sonó una voz gangosa y seseante que comunicaba: «C-I7 (número convencional del «Canalejas»), Cuartel de Carabineros ofrecen resistencia impidiendo avance, entre en acción»; la artillería del cañonero rebelde empezó vomitando fuego de sus cañones Krupp; los proyectiles de gran capacidad surcaban el espacio silbando monótonamente, estrellándose en el cuartel indicado, produciendo horrorosas explosiones; sendas lenguas de fuego invadían el edificio, levantando densas columnas de humo negro, mientras la caballería, infantería y artillería asaltaban ruidosamente los flancos.
 
Los defensores, carabineros en su totalidad con sus respectivas familias, defendían con heroísmo espartano aquel edificio en ruinas. La resistencia duró aproximadamente tres cuartos de hora, como una nueva Numancia prefirieron morir antes que rendirse; cuando nada más que quedaban algunos tabiques en píe, los legionarios se lanzaron como bestias al asalto, igual que hordas vandálicas, acuchillando y machacando las cabezas de los cuerpos retorcidos de los caídos; uno de aquellos salvajes, lleno de relojes, anillos y algunas chucherías producto de la rapiña legalizada por el «caudillo Franco» se fijó en uno de los héroes tendidos, de sus mano crispadas salían los rutilantes reflejos de un anillo; con una pequeña gumía cercenó y separó la mano del brazo, cortando el dedo donde estaba reconcentrada toda su atención, sacó el anillo y arrojó lejos de sí el resto sangriento y amoratado, ante la risa y envidia de un legionario italiano que pendía de su brazo tatuado y desnudo, tres gallinas además de una fotografía de un bebé jugando con dos muñecos.
 
 
J. Vidal Requena . Semanario La Armada.  nª 59. 09-04-38
(1) Imagen: Miniaturas militares Alfonso Canovas
(2) Ley del 15 de marzo de 1940. "B.O.E. (Boletín Oficial del Estado del Gobierno de España)". Núm. 77. 17 de marzo de 1940, pp. 1862 a 1866
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Fuente: Bailando con ratas