Cuando brotaron las escuelas laicas Imprimir
Nuestra Memoria - Entre la I y II República
Escrito por Wilson Ferrús Peris   
Miércoles, 22 de Marzo de 2017 00:00

El estudioso Federico Verdet ha rescatado la figura de Eduardo Guillar Clarí, uno de los pedagogos valencianos más activos del primer tercio del siglo xx. Guillar fue columnista del diario blasquista «El Pueblo», amigo de Constantí Llombart, escritor de relatos breves y teatro, pero su principal actividad fue la pedagógica. Fue un maestro comprometido y llegó a dirigir la escuela laica racionalista «El Siglo XX» del Cabanyal, una de las más transformadoras experiencias de la escuela valenciana desde 1910.

Era necesaria, urgía, una obra de estas características, una obra que recuperara la memoria de un personaje de la talla de Eduardo Guillar, una obra que ayudara a sacarlo del ostracismo y del olvido más absoluto al que se le había condenado, como a tantos otros, injustamente. Porque Guillar, murió prácticamente en la más absoluta pobreza, pasó realmente calamidades y necesidades, una larga y constante enfermedad, realizó sacrificios en defensa de sus ideales, sufrió prisión y persecuciones. Fue tal su precaria y difícil situación que en más de una ocasión solicitó ayuda de sus amigos, correligionarios y exalumnos para poder subsistir de una manera digna. A pesar de todo, «fue pobre, pero supo dignificar la pobreza con la más elevada prestancia; jamás mendigó nada ni imploró a los poderosos; y enfermo, sin recursos y abatido por todas las torturas, continuó en la brecha laborando con optimismo, desinterés y fe».

Con esta obra surge con fuerza su figura y se recupera su obra, gran parte de su obra. Como señala el propio Verdet, consigue ponerle rostro, devolverle la vida, situarlo en el lugar que le corresponde, dignificarlo y reivindicar su memoria. Resucita su obra, sus aportaciones, sus luchas, su tenacidad, su fuerza, su trabajo. Activista incansable hasta el mismo lecho de su muerte, lo fue absolutamente todo. Fue respetado, querido, apreciado, reclamado, escuchado, aplaudido, pero al mismo tiempo fue odiado y perseguido.

Una vida entera dedicada a la lucha por la libertad, la educación, la cultura, la igualdad, la justicia, en tiempos oscuros y difíciles, en tiempos de absolutismo monárquico y de dictadura, de clericalismo intransigente y autoritarismo, de desprecio hacia la cultura, la justicia y la libertad. Una vida, la de Guillar, dedicada en cuerpo y alma la defensa de sus ideales, los republicanos, que no eran otros que los de conseguir transformar a los súbditos de la monarquía en ciudadanos de la República, unos ciudadanos libres, críticos, solidarios, libres, activos, cultos.

Y, para ello, encontró varios caminos: el de la educación, a través de la escuela laica y republicana; el del activismo, la propaganda y la agitación (siempre a través de la palabra y el convencimiento); el de la lucha política; el del periodismo; y el de la creación literaria, siempre bajo el paraguas de la crítica política y la denuncia social. Todo, siempre, bajo la mirada del compromiso, el convencimiento y la pasión, una pasión muchas veces desmedida.

Verdet y el IEC nos ofrece hoy un regalo, un regalo en forma de libro, como al maestro laico le hubiera gustado. Un buen trabajo el de Verdet, que no sólo acerca al personaje y a su obra, no se trata de un trabajo de aproximación sino que nos presenta un trabajo prácticamente cerrado, concluso y acabado al que es difícil ponerle una coma o un punto. Un trabajo definitivo al que difícilmente se le pueden realizar nuevas aportaciones. Un buen trabajo de investigación que nos ayuda a conocer al maestro, al periodista, al escritor, al activista, al republicano€, en definitiva, a la persona, porque Verdet consigue presentarnos una obra completa que no profundiza en una sola de esas parcelas sino que es capaz de llegar a todas con la misma intensidad, con el mismo interés. Y lo hace de una manera formidable, con cohesión y coherencia, con convencimiento.

Al mismo tiempo, estamos ante una obra a la que nos podemos enfrentar de manera fragmentada, como sólo llegamos a apreciar en los buenos y mejores ensayos. Verdet consigue así presentarnos una obra, un ensayo completo, cohesionado, con una continuidad muy acertada, sin ruptura, si repeticiones superfluas o innecesarias, con una linealidad que muchas veces nos hace olvidar que se trata de un ensayo y nos sumerge en una narración trepidante. Con un personaje principal, Guillar, que siempre aparece junto a una multitud de personajes (históricos, reales, representativos de una época y de una sociedad) que le acompañan a lo largo de su activa vida; y acciones, muchas acciones que se desarrollan en un espacio y en un tiempo, la Valencia de la Restauración y de la dictadura de Primo de Rivera.

Pero, al mismo tiempo, como ya hemos señalado, podemos enfrentarnos a su obra fragmentando sus contenidos, yendo directamente a cada uno de sus innumerables contenidos. Todos ellos relacionados pero con entidad propia. Así, nos permite detenernos en el activista y propagandista; en el maestro; en el escritor; en su obra, en su producción escrita. Esta, desde nuestro muy personal y subjetivo punto de vista, la mejor de todas sus partes, excelente. Aquí, Verdet, no sólo nos aporta una transcripción literal, una especie de edición facsímil, de casi toda la obra de Guillar, sino que nos deja una muy buena disertación sobre el contenido de ésta, especialmente su obra pedagógica.

Un corpus pedagógico con el que no sólo no se ha hecho justicia sino que «no existe», ha sido borrado, ha desaparecido, hasta hoy. Una obra pedagógica completa, compacta, una especie de compendio de la enseñanza laica. Sus fines, propósitos, ideales, proyectos, postulados, métodos, propuestas, pero también sus carencias, sus sombras. Algo comparable a la obra de Ferrer y Guardia respecto a la escuela y la enseñanza racionalista.

Verdet actúa como un cirujano, un buen cirujano que disecciona la obra de Guillar, con especial atención a la pedagógica. Presenta ante nuestros ojos todas y cada una de sus propuestas, bien ordenadas, bien definidas. Una obra rigurosa, la de Verdet, bien elaborada y documentada, y al mismo tiempo divulgativa, fácil de leer y fácil de entender. Muy clara, muy directa, muy cercana. Una obra que no defraudará a nadie. No defraudará a aquellos que nos mueve el placer de la investigación ni a aquellos que conocemos e investigamos sobre la historia de la educación, la historia de los maestros y de las escuelas laicas y republicanas. Pero tampoco defraudará a aquellos que por primera vez se enfrentan a una obra de esas características y temática. Es más, estoy seguro que despertará en ellos el interés por saber más, por leer más.

En definitiva, un libro que va mucho más allá de la justa reivindicación y acercamiento a la figura de Eudardo Guillar, a quien presenta como «arquetipo de maestro republicano», porque al mismo tiempo nos acerca a los postulados ideológicos y pedagógicos de la escuela laica y republicana, aquellos que, junto a la escuela racionalista y la ILE, fueron en buena medida la base de la política educativa de los futuros gobiernos progresistas de la II República: enseñanza laica y racional, activa y arraigada al medio, escuela unificada donde conviven niños y niñas de diferente clase social, que pretende formar ciudadanos, no súbditos, solidarios, autónomos, críticos, libres y activos. Unos modelos educativos modernos, innovadores y avanzados que representaran una alternativa tanto a la escuela nacional, abandonada en manos de los caciques locales y de la iglesia, como a la escuela privada confesional; y que será combatida con ferocidad por el catolicismo y el clericalismo más conservador e intransigente. Libertad, racionalidad, modernidad, cultura y educación se presentaran como los elementos básicos para la transformación de España y el avance social. Una alternativa, pues, al sistema educativo de la Restauración (autoritario, elitista, clerical y subsidiario), que dejará un panorama bastante desesperanzador al futuro Gobierno republicano, un sueño hecho por fin realidad en abril de 1931 pero que Guillar, que contribuyó junto con otros maestros laicos a luchar para que ese día llegara, no podrá ver, morirá dos años antes, el 28 de agosto de 1928. Pero nos dejara su obra, una obra hasta ahora olvidada y hoy recuperada gracias a este estudio de Verdet y el decidido interés del IEC. Una excelente iniciativa que os animo a leer. Porque vale la pena.

 

Wilson Ferrús Peris  es profesor E Investigador Pedagógico

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Fuente: Levante