Argeles Sur Mer: cuando fuimos refugiados PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - El exilio republicano
Escrito por Miguel Ángel Conejos Montalar   
Martes, 31 de Octubre de 2017 00:00
Argeles Sur Mer: cuando fuimos refugiados

El recuerdo de "La Retirada" en el Rosellón continúa vivo gracias al trabajo de asociaciones que continúan homenajeando a aquellos que debieron huir del franquismo en 1939, una labor que contrasta con la tímida aplicación de la Ley de Memoria Histórica en el Estado español

La playa de Argeles Sur Mer –Argelers de la Marenda en catalán- es una basta extensión de arena situada a poco más de treinta kilómetros de la frontera que separa el Estado francés del español. Dos kilómetros de playa situados en una zona abierta y desprotegida en la que la humedad y el viento se hacen inaguantables. Quizá uno de los peores escenarios para colocar un campo de concentración.

 

Aun así, las autoridades francesas no tuvieron inconveniente en situar un lo que calificaron de centro de internamiento desde 1939 a 1942 en la mismísima playa. Un “campo de concentración” –en palabras de sus estudiosos-  que cercaba con tres vallas a las miles de personas internas, mientras el Mar Mediterráneo ejercía de cuarta pared para su confinamiento.

Playa de Argeles Sur Mer en la actualidad.

Playa de Argeles Sur Mer en la actualidad. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

Por aquel campo pasaron más de cien mil refugiados republicanos de la Guerra Civil. Entre las decenas de miles de civiles, un grueso número de militares que habían combatido en el Frente del Ebro y brigadistas internacionales que no tenían posibilidad de regresar a sus países de origen.

A día de hoy Argeles Sur Mer es una localidad partida entre la tranquilidad del interior y el desarrollismo del turismo. Sus zonas de playa son un laberinto de apartamentos, hoteles, restaurantes y todo tipo de negocios de ocio paralelos a una zona turística de costa que en plena temporada, muy probablemente, viva ajena a la tragedia que en la arena de esas playas se produjo.

Sin embargo, en los alrededores de Argeles Sur Mer pervive el recuerdo de “La Retirada” –como se denominó a este exilio-. Y a los pies de su playa un monolito recuerda a los refugiados republicanos.

Un recuerdo vivo en el Rosellón

En la Avenue de la Libération de Argeles Sur Mer se encuentra el Memorial du Camp d’Argeles, un centro de interpretación del exilio y la retirada de la Guerra Civil. Un pequeño espacio museístico en el que dos salas tratan de poner memoria sobre unos hechos que duelen todavía a los y las habitantes de la zona.

A finales de enero de 1939, la caída de Barcelona en manos franquistas, detona la mayor diáspora que se ha vivido en toda la historia en la Península Ibérica. El gobierno francés en manos del centroderechista Albert Lebrun trató de negociar con los militares sublevados la creación de un espacio neutral en territorio catalán, donde pudieran establecerse campos de refugiados, algo que fue denegado por Francisco Franco.

Finalmente, el 28 de enero pasaban a Francia los primeros 15.000 refugiados. Para el 3 de febrero la cifra ya superaba los 200.000. A mediados de este mes, oficialmente habían ingresado en el departamento de los Pirineos Orientales, que en aquel año contaba con 240.000 habitantes, más de 355.000 refugiados.

El resto de la historia está tratada y documentada en el espacio abierto al público de Argeles. Cuentan que el gobierno francés, impotente ante la avalancha humana decide llevar a un gran contingente de refugiados y refugiadas a la playa de esta localidad. Allí, durante los primeros días vivirían en condiciones infrahumanas: sin cobijo, sin baños, sin agua potable y casi sin comida. No será hasta el mes de marzo que se comiencen a instalar unos barracones, que ya no serían desmontados hasta el final de la II Guerra Mundial, bajo el régimen de Vichy, entonces destinado para población “indeseable” -judíos, gitanos y apátridas-.

Iniciado el conflicto mundial, los refugiados españoles ya habrían abandonado el campo, muchos se alistaron al ejército francés para luchar contra los nazis, otros se establecieron en Francia y algunos regresaron a la España franquista ante la falsa promesa de que no se iba a encarcelar a quienes no hubieran cometido delitos de sangre.

Interior del Memorial du Camp d'Argeles.

Interior del Memorial du Camp d’Argeles. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

Dentro del Memorial nos encontramos con Emita Díaz, miembro de la asociación Fils et Filles de Républicains Espagnols et Enfants de l’Exode (FFREEE). Su padre, natural de la localidad turolense de Fuentes Claras, fue uno de los refugiados que vivieron las desidias del campo de Argeles. Charlamos con ella un buen rato sobre qué ha sido de quienes vivieron aquel presidio en la playa. “Los que quedan vivos están ya muy mayores y cansados”, nos advierte. Aunque el éxodo provocó un cambio demográfico en la zona que todavía persiste, “el 60% de los habitantes del departamento Pirineos Orientales tiene ascendencia procedente del exilio republicano”, asegura Emita, es difícil encontrar a algún superviviente con ganas y fuerzas para contar su historia. Agradecidos por la atención, nos despedimos de ella para proseguir recorriendo etapas en el recuerdo de un éxodo más olvidado en el Estado español que en el Rosellón.

Unas tierras cedidas como cementerio

Durante los primeros meses de confinamiento en la playa de Argeles, debido a las durísimas condiciones, enfermedades como la disentería, tifus y afecciones respiratorias fueron dañando la salud de las personas internas produciéndose los primeros fallecimientos.

La Iglesia Católica Apostólica y Romana había declarado a los republicanos españoles como “demoníacos”, por lo que no se permitía su enterramiento en cementerios católicos. Las primeras personas fallecidas fueron enterradas bajo la arena de playa. Ante la llamada del ayuntamiento, un vecino cedió un terreno de su propiedad para que hiciera las veces de cementerio para los y las refugiadas muertas.

En octubre de 1940, unas inundaciones causaron graves daños en el campo de Argeles, provocando decenas de muertos entre las personas que estaban confinadas en ese momento, en pleno colaboracionismo nazi. Aquellas inundaciones se llevaron por delante el cementerio de los refugiados republicanos españoles, destruyéndolo casi totalmente, sacando a la superficie algunos cadáveres y arrastrándolos hasta el mar.

Cementerio de los republicanos en Argeles Sur Mer.

Cementerio de los republicanos en Argeles Sur Mer. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

Hoy, en ese mismo lugar, una estela con decenas de nombres grabados, un mástil en el que ondea la bandera republicana y un árbol en honor a los 70 niños y niñas fallecidas, continúan rindiendo memoria a las decenas de víctimas del campo de concentración de Argeles.

Una prisión y una tumba sobre el paraíso

Unos kilómetros al sur, llegamos a Collioure –Cotlliure en catalán-, una hermosa localidad que pese a la turistificación de la zona ha sabido preservar la imagen histórica. Recogido entre montañas el pueblo se erige alrededor de tres coquetas playas y un pequeño puerto pescador.

En el cementerio local descansan los restos de Antonio Machado, que llegara allí el 28 de enero de 1939. Su destino no era Collioure, pero su exilio sería tan corto -el poeta falleció apenas un mes después, el 22 de febrero- que para siempre ha quedado ligado a la localidad y su tumba es lugar de peregrinaje y homenaje continuo.

El Castillo Real de Collioure sirvió como prisión para militares republicanos. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

El Castillo Real de Collioure sirvió como prisión para militares republicanos. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

Machado llegó a ver los altos muros del castillo que vigilan con cierta arrogancia a quienes llegan navegando a Collioure. Pero el poeta no llegó a ver que dentro de sus muros, aquellos militares republicanos y combatientes voluntarios considerados como “peligrosos” por el gobierno francés fueron recluídos en el castillo, ahora convertido en prisión disciplinaria.

Celda republicana en el Castillo de Collioure. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

Celda republicana en el Castillo de Collioure. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

A día de hoy, el chateau continúa recordando, con una placa y dos salas de exposición que aquello se convirtió en prisión para quienes solo hicieron que cumplir con el deber de defender la II República española del golpe fascista. Al fondo de esas salas una celda muestra la dureza con la que fueron tratados.

Casi olvidados a este lado de los Pirineos

Si hay algo extraño en el Estado español es su capacidad de desmemoria. Los casi 40 años de dictadura pasaron la factura del miedo y el silencio, dejando tras de sí miles de historias olvidadas, que con mucho esfuerzo tratan de sacar a la luz historiadores, arqueólogos y asociaciones.

Los siguientes 40 años de Transición no han fueron mucho mejores. La tímida Ley de Memoria Histórica, apenas aplicada, contrasta con la postura del actual gobierno del Partido Popular, que hace apenas unos días se despachaba con un “los crímenes del franquismo no interesan a nadie”.

En ese sentido sorprende que el recuerdo de los exiliados republicanos esté presente en las calles y en el recuerdo de muchos ciudadanos franceses, mientras las exhumaciones de represaliados en el Estado español deban costearse por asociaciones sin ánimo de lucro y familiares.

Pero qué podemos pedir a esos políticos españoles que hoy en día comparten manifestaciones con la ultraderecha por la “unidad de España”, se fotografían con banderas franquistas o defienden el mantenimiento de un callejero y unos símbolos fascistas.

Probablemente solo les podamos pedir que no nos obliguen a huir como hicieron sus abuelos.

 

En la Imagen superior, monolito en recuerdo de los 100.000 refugiados republicanos que pasaron por el Campo de Argeles. Foto: Miguel Ángel

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Fuente: Ara Info